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Atracción fatal | ||
La autora de “Las viudas de los jueves” piensa que en el caso de los empresarios asesinados en General Rodríguez hay una trama para construir una novela similar a “A sangre fría”, la obra que consagró a Truman Capote. Pero le da miedo. | ||
Claudia Piñeiro saluda y, con sinceridad, no oculta su estado: "Sí, estoy cansada", comenta. Pero el semblante le dura poco. Apoya su cartera en una silla, desparrama el celular y la agenda sobre la mesa y se involucra en una charla tan dinámica como sus libros, una conversación que se puede leer en diferentes planos, tal como ambiciona que sean leídas sus novelas. Hay en ella una verborragia productiva. Como si fuera un conejo persiguiendo una zanahoria, sin rodeos, Claudia parece correr tras sus pensamientos hasta que finalmente los apresa. Y eso se refleja en su acelerada dicción, con una idea cerrada en cada oración, sin repetirse y con un punto al final de cada frase. "La literatura no debería bajar línea sino mostrar, y que después el otro tenga derecho a pensar lo que quiera", observa la autora de "Elena sabe" (2007). Esos conceptos que van surgiendo no son azarosos: responden a una profunda reflexión previa que la escritora hizo y hace de su vida y obra. Esta mujer que nació en 1960 en Burzaco es definida por varios de sus colegas como "una gran profesional". Sus antecedentes tal vez sirvan para explicarla como una síntesis de su evolución: aplicada, se recibió de licenciada en Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires con el mejor promedio y ejerció durante diez años como contadora, hasta que pudo aferrarse a su verdadera vocación. Para el público general se hizo conocida en el 2005, cuando ganó el premio "Clarín" con su exitosa novela y best seller "Las viudas de los jueves", elegida por un prestigioso jurado compuesto por José Saramago, Eduardo Belgrano Rawson y Rosa Montero. "Hay dos maneras de leer esta novela: quedándose con la anécdota y que te parezca entretenida o escarbar y profundizar para ver otras cosas que quise mostrar", señala. A pesar de que esa obra le abrió varias puertas, hoy no duda en afirmar que ya la tiene "un poco harta hablar siempre de 'Las viudas..'.", libro que la encasilló como escritora de policiales, un lugar que siente un tanto injusto. Y su trayectoria avala su incomodidad. En el 2003 fue finalista del Premio Planeta con "Tuya", policial que publicó en el 2005. Ese mismo año también ganó el Premio Iberoamericano Fundalectura-Norma con el relato para chicos "Un ladrón entre nosotros". "Serafín, el escritor y la bruja", del 2000, fue otra obra para el público infantil. Además, es guionista de televisión y autora teatral. Su obra "Cuánto vale una heladera" fue estrenada en el ciclo Teatro por la Identidad en el 2004. "Me gusta mucho la estructura del policial, aunque pienso que mis novelas no son policiales. Me gustaría que mis libros fueran a los estantes de ficción. Igual no reniego del género y entiendo que se trate de ubicarte en un lugar", dice Claudia. Recién en los últimos años -comenta- pudo vivir de la literatura, "aunque el año que viene nunca sabés qué va a pasar. Tenés que hacer otro libro y esperar". Y en eso está ahora, escribiendo una novela en la que el protagonista es un arquitecto envuelto en una crisis personal y profesional. "Hasta que pongo el punto final de una novela me cuesta explicarla. Es como que termino de entender de qué se trata cuando en la editorial le hacen el resumen para la contratapa", explica. -¿En quién pensás cuando escribís? ¿Cómo es tu proceso? -A mí me pasa que se me aparece una imagen que luego se me va cargando de cosas. Empiezo a trabajar con el lenguaje para contar de la mejor manera posible la historia que quiero contar. En general, hay una situación de pensar en el lector en el sentido de que no escribo para mí, no es una producción para leerme yo misma. Es un acto de comunicación, no una cuestión personal; escribo con el deseo de que el otro pueda apreciarlo, disfrutarlo, entender, o que no entienda pero que reciba esa comunicación y la complete. Porque, en definitiva, lo que uno escribe se completa cuando entra en la cabeza de otra persona, que es la que le da un significado. Entonces uno siempre está pensando que lo escrito va a ir a parar a una cabeza. Ahora, ¿quién es ese otro? Eso es más difícil de determinar. -También es difícil determinar qué interpretación se va a hacer sobre lo escrito, ¿no? -Sí, eso es totalmente ajeno a uno. Mi intención es que haya varios planos de lectura. Me juego y me interesa eso. Después se dice "son novelas policiales" y se reduce de manera determinada. Pero si alguien tiene interés en encontrar otras cosas detrás de las historias que cuento, lo puede hacer. En "Las viudas de los jueves" hay un análisis sociológico más allá de lo policial. En "Tuya" hay una mirada en lo que es la familia, la hipocresía y la clase media. En "Elena sabe" también hay un montón de temas. En mis libros hay distintos planos de lectura. Así funciona su literatura
En "Las viudas de los jueves", subraya Piñeiro, una mucama desea fervientemente una remera que la dueña de casa ya no quiere. A medida que pasan los capítulos, cada vez está más cerca de adueñarse de ella hasta que, de pronto, la dueña deja la remera en una feria americana dentro del country y la mucama planea comprarla. Pero llega tarde: una chica del barrio se la lleva antes para disfrazarse en Halloween. La escena es graciosa y tremenda a la vez. "En la no vela está mostrada la situación pero no hay una bajada de línea. Eso da lugar a que reciba comentarios de todo tipo. Me impresiona cómo la gente saca conclusiones muy diferentes y, sobre todo, cómo se pueden hacer interpretaciones tan opuestas respecto de algo sobre lo que tengo claro qué es lo que pienso y cuál es mi opinión. -¿Por ejemplo? -Una persona me dijo: "Qué bien pintás eso de que las mucamas te están mirando siempre la ropa porque se la quieren quedar". O sea, más allá de lo que yo opine y quiera mostrar, la novela llega a describir una situación en la cual después le pide al lector que saque una conclusión. Justamente la literatura no debería bajar línea sino mostrar y que después el otro tenga derecho a pensar lo que quiera. Que me guste o no lo que piensa la gente es otro problema. -En tu literatura remarcás cómo, en ciertos lugares, están establecidos y arraigados la miseria, la desigualdad, el desprecio por el otro... -La verdad es que me interesa describir, mostrar situaciones y que el lector haga su interpretación. En teoría hay cosas que deberían preocuparnos pero cuando nos pasan por al lado ni siquiera las vemos. Intento algo así como decir "Paremos un minuto para ver esto que está ocurriendo". Hay cosas que podemos percibir cuando alguien te las cambia de lugar. Creo que la escritura puede funcionar de esa manera. -En general, tu foco apunta bastante a la clase media. -La clase media se critica sola. La describís y ya está (risas). Me gusta mucho mostrar lo que se exhibe para afuera y lo que hay adentro. Como se hace una fachada en los distintos planos, desde la familia hasta un country o lo que sea: se da una imagen pero puertas adentro pasa otra cosa. En "Elena sabe" hay dos personas que fueron atravesadas por el "deber ser". Esto hace que se sostengan determinadas cosas que uno no cree demasiado pero igual va con la bandera a sostenerlas. -¿Cómo llegaste a tanto nivel de detalle en "Elena sabe"? -Porque tenía una persona muy cercana, mi mamá, con esa enfermedad. Hay detalles de lo cotidiano de los que sólo te das cuenta si estás todo el tiempo mirando de cerca y, de alguna manera, padeciéndolos. Mi mamá tenía el peor Parkinson que había y ya falleció. -¿Sufriste con ese libro? -Sí. Igual produce las dos cosas; sufrimiento, porque te obliga a poner la mirada permanentemente en esa enfermedad cuando a veces uno mira para otro lado, pero también me provocó una sensación como de liberación. Pero sí, es el más sentido, el que más me afecta en lo personal aunque ni esa mujer es mi mamá ni yo soy esa hija, porque en el campanario no me colgué (risas). Creo que es el que tiene una búsqueda del lenguaje más profundo. -En tu escritura se percibe una recurrencia al humor y la ironía. -Creo que son dos elementos interesantes para contar determinadas cosas. Hay personas a las que no se llegaría si no fuera a través del humor, además de que a mí me gusta el humor en general. Luigi Pirandello diferencia lo cómico (un chiste del que te olvidás a los dos minutos) del humorismo, algo que te permite reflexionar; te reís y al rato pensás "Cómo me puedo reír de esta barbaridad". El humor es como que se mete por los resquicios y te permite entrar a lugares a los que, por ejemplo, el drama no llega. Me parece una buena manera de acercarme al pensamiento del otro para decirle cosas que, si se las decís de forma muy directa, no las va a escuchar. -Así como "Las viudas..." se centra un poco en el paradigma de los '90, los countries, el uno a uno, el encierro, ¿cuál sería la temática actual? -Lo pensé varias veces y todavía no termino de darme cuenta. Tal vez porque todavía estamos muy metidos en el momento. Quizá no lo tengo claro, ¿no? Siento una situación que tiene que ver con que en este tiempo uno tiene que estar de algún lado. Con el campo o con el gobierno. Con el gobierno o en contra. En determinadas cosas se te pide estar en algún lado. -No hay matices... -Claro. Y no estar absolutamente de acuerdo te descoloca con respecto a la posición. Te obliga a bajar un montón de cosas que creés porque si no te ponen en el lugar inadecuado. Es la imposibilidad de tomar una posición propia, de disentir o marcar diferencia. Parece como un retroceso. De nuevo la dicotomía. Blanco o negro. Unitarios y federales. -Todo ligado a la política... -Siempre la política derrama hacia lo social. Los '90, en definitiva, terminan siendo el reflejo de un discurso hegemónico del poder que llega a la sociedad. Me parece que respecto de los '90 tomamos conciencia de unas cuantas cosas, sobre todo a partir de poner el foco en los derechos humanos, algo de lo que antes no se hablaba. -En los últimos años hubo varios casos policiales atrapantes. ¿No te interesa llevarlos a la literatura? -Veo el caso del triple crimen de los empresarios farmacéuticos y me encantaría escribir. Es impresionante por las connotaciones que tiene, mucho más interesante que cualquiera de los que ocurrieron en los '90. Pero no lo haría porque tengo miedo de que después vengan y me maten a mí. -¿En serio te da miedo? -Sí, sí, me da miedo. Mataron a tantos... ¿por qué no van a matar al que escriba la novela? Si escribiera "A sangre fría" de este caso pediría inmunidad. -¿Te interesa escribir sobre casos reales? -No. Pasa que para eso tiene que haber una perspectiva histórica y una investigación muy importante, si no terminás haciendo una cosa banal. Cuando Truman Capote hizo "A sangre fría" entrevistó a los presos durante un montón de tiempo hasta que los condenaron, los mataron y demás. Me parece que agarrar un caso policial de los que hoy están en boga donde ni siquiera sabemos lo que pasó es entrar a guitarrear e inventar cosas. Es poco serio.
JUAN IGNACIO PEREYRA ipereyra@netkey.com.ar CLAUDIO RABINOVITCH crabinovitch@rionegro.com.ar |
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