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Una industria que la región necesita

En el Valle, mientras no hubo frío suficiente para guardar fruta, industrializarla fue una alternativa que varias familias desarrollaron con éxito. Con el tiempo esta industria se instaló con peso propio y salió a buscar mercados, aunque muy pocas empresas pudieron mantenerse en pie pese a que se trata de productos demandados y necesarios para hacer de la fruticultura una actividad más sustentable.

"El proceso de desecado de fruta lleva por lo menos 90 días, siempre que sea desecada al sol -explica Dino Catini-. Pero desde que mi padre puso en funcionamiento el secadero hubo algunos cambios. Cuando pudimos nos compramos el horno, un horno hecho en Alemania que aceleró todo el proceso; sobre todo lo usamos para el deshidratado de manzanas. Se lo compramos a la Cooperativa de Cervantes. Tenía diez bandejas de dos metros de ancho por tres de largo y un sistema de ascensor en el que se iban intercambiando las bandejas a medida que se secaba la fruta; cada media hora salía una bandeja. Después viene el proceso de lavado, tamañado y planchado (hacerla en medallones), como en el caso de duraznos y ciruelas Presidente descarozados.

"También hacíamos frutas en conserva. Teníamos la máquina de pelar duraznos. Esa peladora la vendí el otro día a una firma mendocina. Esa máquina, a su vez, se la habíamos comprado a establecimientos Cóndor, de Mendoza. Funcionaba así: se lavaba la fruta, con una volcadora pasábamos el durazno por soda cáustica en la escaldadora, la fruta estaba un minuto sumergida mientras daba vueltas el cilindro donde el durazno se iba pelando y salía limpio por uno de los extremos. Teníamos una sección para hacer el envasado al natural. Envasábamos un vagón de frascos por temporada, 30, 32.000 frascos de fruta al natural.

"Comprábamos una pera grande y linda que caía con el viento. Así colaborábamos con el productor. Se usa lo que no se puede vender ni exportar. En este sentido los secaderos son un eslabón importante de la cadena productiva. Le comprábamos al productor y le pagábamos en dos o tres cuotas. El proceso de desecado es prácticamente todo manual, por lo cual es una industria que también da mucho empleo".

Trabajaban duro de diciembre a abril pero mantenían la actividad durante todo el año. "Había una actividad muy importante, recuerda Dino. Con Teresita, mi señora, salimos mucho por las ferias; nos encantaba salir a ofrecer nuestros productos". (S. Y.)



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