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Filosofía y guión de una crisis anunciada | ||
La ansiedad, la ignorancia y la falta de confianza son elementos tanto de la actual realidad económica como de un buen thriller guionado en Hollywood. | ||
Ansiedad a punto de convertirse en pánico. Ignorancia acerca de lo que sucede y lo que vendrá. Falta de confianza en cualquier solución o rescate aparente. Con estos tres elementos, que un americano no dudaría en bautizar a estas alturas como el síndrome CIA, se han edificado la estructuras narrativas de algunas de las mejores -también algunas de las peores- películas de Hollywood. Y, de un modo u otro, esto es justamente lo que ocurre con la economía global en estos días. Por supuesto, apenas un detalle separa la producción cinematográfica de la crisis financiera, y es que esta última no "está basada en hechos reales", como reza la leyenda, sino que se trata de la más pura realidad. En términos psicológicos, el pánico se nutre, más que de los hechos concretos, de la amenaza imperante. Lo sabe tanto un operador de la Bolsa de Valores como un director de cine: la tensión marca el pulso del argumento. No es el cuchillo clavado en el corazón de uno de los personajes sino la posibilidad de la herida, la mano alzada en la penumbra, lo que desnuda el rostro eficiente del terror. En los llamados ataques de pánico, o de ansiedad, el paciente termina soportando, más que fobias a sucesos y objetos puntuales, la paradoja del "tener miedo a tener miedo". Meses antes del muy anunciado crack tecnológico del 2000 en el que las computadoras, por cuestiones de su reloj interno, iban a hacer desaparecer los archivos del planeta entero, se especuló con un Armaggedon tecnológico. No fue tal. Otro tanto se dijo de la aparición del mal de la "vaca loca" y, más aún, de la gripe aviaria y el descubrimiento de virus letales como el Ébola. Inexorablemente, cada cierto tiempo, la humanidad ha suscripto los fundamentos de su propio apocalipsis. En términos filosóficos, no hay una puerta de salida para la angustia de existir. Agravada aun por la ignorancia de lo que nos tiene deparado el destino. Edipo quiso confabular, sin conseguirlo, el suyo, cuando la Pitonisa le advirtió que cometería el peor de los crímenes: matar a su padre y poseer a su madre. Las crisis globales son una materia en el campo de la filosofía pero también en el de la economía y hasta en los deportes. El ascenso siempre implica una caída y un lugar anterior desde el cual se partió. "Entre la revolución industrial y la década de los '30, el pánico financiero apareció regularmente en los Estados Unidos. Fueron las burbujas especulativas las que por lo general lo causaron", escribió esta semana Steve Coll en la prestigiosa revista "The New Yorker". En el imaginario de la sociedad global, pero en especial en el de la norteamericana, la idea de una amenaza inexplicable pero destructiva como jamás se ha visto forma parte del aire. Incluso antes del atentado a las Torres Gemelas se especuló largamente con teorías conspirativas y atentados que revolucionarían las bases de la civilización. La profecía se cumplió en parte y desde entonces las proyecciones de una próxima catástrofe no han dejado de crecer. El cine y la literatura supieron capitalizar el sentimiento. El filme "Cloverfield", dirigido por Matt Reeves, y producido por J.J. Abrams, el creador de "Lost", remite a una amenaza que permanece oculta por los edificios de Nueva York y la noche y a la cual sólo tenemos acceso mediante cámaras de mano. ¿Qué es? ¿Qué quiere? ¿Hasta dónde va a llegar?, ninguna respuesta es completamente respondida en esta película. Algo similar observamos en "La niebla", un filme basado en una novela del maestro del terror Stephen King, en el que una niebla anticipa el infierno y la destrucción total. En "The Bank", un genio de la informática asegura haber descubierto el día y la hora en que se producirá el próximo desplome bursátil mundial. ¿Llegó ese día finalmente? La banalidad del mal de la cual hablaba Susan Sontag, aunque refiriéndose a la conducta de los mandos nazis, aparece fragmentariamente representada décadas después, en la frivolidad de Patrick Bateman, el yuppie asesino de "American Psico", escrita por Breat Easton Ellis. Bateman es un psicópata que viste trajes de 3.000 dólares, que se paseaba por los más lujosos restaurantes de Nueva York con cientos de dólares en el bolsillo, sin pensar nunca en la importancia de su trabajo (incluso ni cuando "está" en su trabajo) ¿Qué era...? Ah, cierto, hacer negocios en Wall Street. Existe un correlato entre la crisis tal cual se ha planteado y la indolencia propia de la escena social financiera. La de los "amos del universo" como los llamó Tom Wolfe en su libro "La hoguera de las vanidades". Un prototipo que también retrató en forma sobresaliente Oliver Stone, en "Wall Street". Las palabras de Gordon Gekko, quien se dedicaba a comprar acciones en baja de distintas empresas para luego desmenusarlas y venderlas en partes sin importarle el capital humano de las compañías, atravesaron el tiempo: "La codicia es buena, mueve al mundo". Aunque, claro, la codicia y la indiferencia desmedidas parecen ser dos de los elementos fundacionales del colapso de los mercados. Por algo Barack Obama aseguró hace unas horas: "Esta filosofía -la que Estados Unidos viene sosteniendo los últimos 8 años- dice que incluso las regulaciones con sentido común son innecesarias y poco sensatas y otra que dice que deberíamos de enterrar la cabeza en la arena e ignorar los problemas económicos hasta que se conviertan en crisis", añadió. En otro de los fragmentos del artículo publicado por "The New Yorker" se lee: "Por lo general la gente no entra en pánico a la luz del sol. El pánico se desata en la oscuridad". Nada más apropiado. Hace unos días Nick Leeson, el ejecutivo que le dio el golpe de gracia a la Banca de Baring, dejó otra frase para la posterioridad en el marco de una conferencia que lo tuvo como protagonista: "El gobierno no lo vio venir. El Banco Central no lo vio venir. Y ahora son ustedes los tienen que preguntarse ¿por qué?". Si Nick ha empezado a dar lecciones financieras, después de ayudar a hundir a uno de los bancos más prestigiosos del mundo, y de pasar cuatro años y medio de prisión en Saigón, es porque las cosas se han vuelto muy extrañas. CLAUDIO ANDRADE candrade@rionegro.com.ar |
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