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90 aņos iluminando a Choele Choel

"Las bibliotecas públicas dependen de las contribuciones voluntarias. Creo que la salud de nuestra civilización, nuestro reconocimiento real de la base que sostiene nuestra cultura y nuestra preocupación por el futuro se pueden poner a prueba por el apoyo que prestemos a nuestras bibliotecas".

Carl Sagan, "Cosmos", 1982

 

Hace 90 años, vecinos del pueblo de Choele Choel, conscientes del valor que tiene una biblioteca para el sano desarrollo de una comunidad, se reunían para dar vida a una institución que hoy -tras salvar no pocos momentos difíciles- celebra un nuevo aniversario: la Biblioteca Popular y Centro Cultural Nicolás Avellaneda.

Actualmente sabemos que en realidad la institución tiene algún tiempo más de existencia, pues ya en el Acta Nº 1, de 1918, se hace referencia a una "biblioteca existente". Para mayor certeza aún, según confirmaba en 1943 la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares, en sus registros existían datos por los cuales se aseguraba que el 25 de mayo de 1917 se había dispuesto "dar por inaugurada la biblioteca con su denominación actual", siendo sus fundadores los vecinos Francisco Vespa, Nicolás A. Palacios y Paridi Guidi. De todos modos, la costumbre ha perdurado y el 1 de octubre se ha mantenido como fecha de celebración para la institución.

Así, aquel recordado 1 de octubre de 1918 se reunieron en la casa del Dr. Adolfo Bergman -entonces médico del pueblo- algunos vecinos que, entre otros muy variados propósitos, acordaron la "fundación de una biblioteca popular" tomando como base, como aclaran más adelante, una "ya existente".

Según recordaría Bergman años más tarde, la misma fue instalada en su domicilio particular, "contando con unos 100 volúmenes, adquiridos y donados por un reducido número de simpatizantes y usados por más reducido número de lectores".

Sin embargo -como habría de hacerse una costumbre en la azarosa vida institucional- esta refundación no prosperó, a tal punto que después de una prolongada decadencia de más de una década fue necesaria una nueva reorganización, esta vez a iniciativa del nuevo médico de la localidad, el Dr. Juan C. Gadano, quien logró conformar una nueva comisión en 1935.

Si bien el doctor Gadano también se alejó de la localidad al poco tiempo, esta vez la biblioteca quedó en buenas manos pues ya formaba parte de la comisión el maestro Juan Bautista Heredia y poco más tarde habría de incorporarse también la señorita Cruz Engracia Palacio, periodista y escritora de la localidad, quienes en adelante pasaron a ser por más de cuatro décadas los pilares fundamentales de la institución.

Durante el segundo período de vida institucional, que habría de prolongarse hasta 1980, no dejaron de pasar momentos difíciles. Sin embargo, la biblioteca se mantuvo en pie brindando un importante apoyo a las instituciones escolares y al público de la localidad en general. Fueron años difíciles en los que el estancamiento económico de la zona se vio reflejado en el mismo sector urbano: sin sede propia ni mayores recursos fue, en general, una etapa de muy lento crecimiento para la biblioteca. La principal preocupación a lo largo de todo este tiempo consistió en conseguir el alquiler mensual para poder seguir funcionando y, en un segundo momento, contar con el apoyo necesario para edificar el local propio.

Después de dilatados trámites, hacia 1964 y sobre un terreno facilitado por la municipalidad, se dio inicio a una pequeña sede que tampoco llegó a feliz término dada la escasa colaboración conseguida. Años más tarde las mismas autoridades municipales terminaron por arrasar lo que con no pocos esfuerzos se había logrado construir hasta ese momento: una gran desilusión que siempre se sintió en el seno de la institución y que quedó reflejada en muchas actas y reclamos que figuran en el archivo de la biblioteca.

Sin el espacio ni la comodidad necesarios, la biblioteca siguió funcionando en locales alquilados o facilitados hasta 1979, año del centenario de la localidad -de cuyos actos participó con distintas actividades-. Ese año se cerró con una última acta en la que los únicos firmantes, la señorita Palacio y el señor Heredia, personas ya mayores, planteaban la difícil situación que atravesaba la biblioteca y recordaban una vez más los compromisos pendientes con esa institución. Al año siguiente ya no se registró actividad.

Recién en 1983 un nuevo grupo de ciudadanos presidido por el profesor Aníbal Aman tomó la iniciativa de recuperar la biblioteca para la comunidad y se dio así inicio a lo que podríamos denominar el tercer período institucional, que se ha prolongado hasta el presente.

Desde entonces ha pasado otro cuarto de siglo y el saldo puede considerarse satisfactorio: los objetivos iniciales planteados en 1983 fueron concretándose rápidamente. Hacia 1987, durante la presidencia del señor Américo Guidi se consiguió dar inicio a las obras de la sede propia y, con el invalorable apoyo de la municipalidad local, de la Conabip y de empresas regionales, durante la presidencia del señor Humberto Castro pudo concretarse la anhelada sede propia que se habilitó, en una primera etapa, en 1995. Casi de inmediato aquellos 130 metros cuadrados iniciales fueron duplicados con una primera ampliación que quedó inaugurada en el 2001.

Con ello la biblioteca dejó de deambular por distintos locales de Choele Choel y pudo ampliar su oferta cultural con variados talleres artísticos, cursos de idiomas extranjeros, conferencias y conciertos que desde entonces han tenido muy buena recepción en la comunidad local.

Al presente unos 16.000 volúmenes y más de 600 socios ponen en evidencia el crecimiento experimentado pero, casi una década después de inaugurada su última ampliación, una vez más la biblioteca vuelve a resultar pequeña, dato interesante porque, si bien este crecimiento pone de manifiesto el uso que de ella hace la comunidad, por otro lado resulta difícil de sostener ante las limitaciones que impone el espacio actual. Por ello nuevamente se está trabajando en una nueva ampliación. Para nuestras jóvenes poblaciones 90 años es mucho tiempo, mucho más cuando buena parte de ellos no ha sido sencilla. Gracias a vecinos que en ningún momento dudaron de la importancia de una biblioteca popular, la débil llama pudo mantenerse y hoy está en nosotros velar para que esta institución tan necesaria siga iluminando nuestra comunidad.

Más que nunca vale recordar las palabras del maestro local Juan B. Heredia pronunciadas en 1943: "Que cada uno de vosotros tenga el convencimiento de que esta institución le pertenece, que sea capaz de vanagloriarse toda vez que aprecie su progreso y que además tenga también la preocupación y oportuna reacción cuando adversas circunstancias pretendan detenerla en su marcha ascendente".

OMAR N. CRICCO



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