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Audacia y solidaridad ante el horror | ||
El desafío fue describir lo inabordable, poner palabras y gestos a la memoria del Holocausto -como tantas veces se hizo- pero emplear a la vez las técnicas de comunicación más atractivas para llegar a los jóvenes y al sistema educativo. Detrás de esa idea fue Graciela Jinich, directora del Museo del Holocausto de Buenos Aires, cuando decidió tender puentes con la Universidad de la Matanza para concebir el documental "Mujeres de la Shoa". El filme fue proyectado esta semana en Bariloche durante la jornada sobre antisemitismo y discriminación que organizaron el Museo del Holocausto, el Inadi, la DAIA y la Embajada de Alemania. Mediante relatos a cámara e imágenes de archivo, la película se propone "desesconder" los detalles de la vida cotidiana durante la tragedia del Holocausto a partir de la experiencia de seis mujeres sobrevivientes que residen actualmente en Buenos Aires. Graciela Jinich es docente "de toda la vida" y, además de su trabajo con el museo, es directora para Sudamérica de la Shoah Foundation, del cineasta Steven Spielberg, que años atrás realizó una monumental recopilación fílmica de testimonios del Holocausto alrededor de todo el mundo. -¿Cuál es la tarea del Museo del Holocausto? -El museo nació hace 15 años. Tiene una muestra permanente y otras itinerantes. El propósito es abordar el Holocausto para el recuerdo, la conmemoración y el homenaje, pero también otros temas que tienen que ver con la ética, los valores morales y la industria de la muerte, con el modo en que se puede organizar un gobierno y disponer un Estado para destruir seres humanos. -¿El Holocausto fue distinto a todo? -Fue distinto y fue también una situación particular dentro de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis se propusieron hacer desaparecer al pueblo judío pero también sus instituciones, su cultura y sus costumbres. Acabo de volver de un viaje a Polonia y estoy absolutamente movilizada con este tema. Pude ver en profundidad cómo funcionó el genocidio. En Treblinka la gente llegaba en tren y así como llegaba la mataban. Las mujeres de la Shoa dicen que cuando empezaba la guerra mucha gente decía: "Qué terrible es esto, pero las mujeres que no se preocupen. A las mujeres en las guerras nunca se las persigue". Aquí, en cambio, no hubo distinciones: mientras fuera judío todo valía, también mujeres o niños. De estas acciones de los nazis hubo también respecto de otras minorías como los gitanos, los homosexuales o los discapacitados. Pero los historiadores aseguran que con las víctimas judías había una obsesión especial y distinta. -¿Cómo actuaron las mujeres frente a semejante despliegue de terror? -Aquí, en la Argentina, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo mostraron hasta dónde pueden llegar las mujeres en la búsqueda de sus hijos. Lo que hoy cuentan las mujeres que sobrevivieron al Holocausto es lo que ellas vivieron y lo que vieron hacer a otros, porque eran muy chiquitas. Cuentan cómo la mamá tenía un pedazo de pan y lo dividía para que comieran todos en su familia y también en el departamento de al lado, dentro del gueto, porque sabían que los vecinos no recibían nada desde hacía días. El ser mujer y no tener la evidencia concreta de la circuncisión también era todo un tema. Hay relatos sobre mujeres que se teñían el pelo para tener un aspecto más ario. Así podían salir del gueto y volver a entrar con comida o lo que necesitara su familia. -Hubo muchos gestos anónimos de audacia extrema, de arriesgar la vida en aras de la supervivencia de los suyos. -Es así. La mujer sacó fuerzas para poder cuidar chicos, levantar la autoestima de su marido deprimido... y ni hablar de los campos de exterminio, donde la solidaridad también fue muy grande. -¿Qué ocurría en los campos? -Lo que a mí me conmueve especialmente son aquellas que se empeñaban en la búsqueda de su madre, porque muchas veces al llegar al campo las separaban en el mismo transporte. Después, al reencontrarse, no se reconocían, porque en el campo lo primero que hacían era raparlas. Cuando a una mujer le sacan el cabello le niegan una parte fundamental de su estima y de su identidad. Por supuesto que en esos lugares no había espejos. Si además perdían siete, ocho o diez kilos de peso, ya eran difíciles de reconocer. Hay historias increíbles. Cuenta una señora que pensaba: "Ojalá esté mi madre, ojalá venga...". Y estaba rodeada por un montón de mujeres. Miraba y miraba, hasta que una de ellas gritó "¡Esto no!" y allí reconoció a su madre, por el chillido de desesperación. Y estaba al lado suyo. -¿Por qué es importante seguir contando hoy estas historias? -Por más monstruoso que sea, el Holocausto puede ocurrir otra vez. Yo creo en esto de transmitir lo ocurrido, con detalles y testimonios. Usaría la palabra "alertar", para que el otro sepa que estas cosas pueden pasarle. -El trabajo de difusión está dirigido especialmente a los estudiantes, que seguramente tienen avidez por conocer lo ocurrido en la Alemania nazi pero también necesitan encontrar vínculos y relaciones con otras experiencias cercanas. ¿Aparece en los debates esa inquietud? -Yo creo que no es posible comparar un genocidio con otro ni una guerra con otra. Cada uno tuvo su momento histórico y no importa cuántos fueron asesinados en cada caso. Pero ¿qué nos pasó a nosotros hace 30 años aquí, en la Argentina? ¿No nos dimos cuenta? Cuando uno trabaja desde la docencia con temas así, la transmisión genera nuevos "socios" para fortalecer este legado. Incluso hay espacios de autorreflexión: ¿qué tipo de mundo quiero? Yo que tengo 15, 16 años y escucho esto; ¿cómo me involucro? Trabajamos mucho no sólo el relato de las víctimas para poder hablar de los victimarios, de los nazis; también es importante ver lo que ocurrió con aquellos que salvaron gente, que son llamados "justos entre las naciones". Así son reconocidos por el Museo del Holocausto de Jerusalén y el Parlamento Israelí. -¿Es una reconstrucción todavía en marcha? -Claro, es una historia en la que se avanza cada día, a partir de lo que cuentan los sobrevivientes del Holocausto. Muchos cuentan recién ahora "A mí me salvó fulano". Y se hace toda una investigación; por ejemplo, con las personas que consiguieron pasaportes falsos o los anónimos (que también los hubo) soldados que al momento de disparar el tiro, si nadie los miraba, decían "Andate, andate rápido de acá". Los hubo, aunque no fueron muchos, claro, de lo contrario no habrían asesinado a seis millones. También es necesario trabajar con los que miraron para otro lado y no se comprometieron. -¿Cómo nace la idea de la película? -Yo trabajé con la Fundación de Steven Spielberg, la Shoah Foundation; grabamos en esta región unos mil testimonios. Y colaboré como asistente de producción en la película de Luis Puenzo "Algunos que vivieron". Eso fue un antes y un después en mi vida. Yo creo mucho en lo audiovisual, porque es la forma de llegar a las nuevas generaciones. La Shoah Foundation tuvo la visión de tomar testimonios cuando los sobrevivientes ya podían hablar, porque hubo años en los que no quisieron hacerlo, era demasiado cercana y enorme la herida. Con ese antecedente, establecimos la relación con la gente de Medios de la Universidad de La Matanza y se interesaron en el proyecto. -¿Tiene una significación especial la presentación de la película en Bariloche, donde encontraron cobijo varios ex criminales nazis como Erich Priebke? -Para mí era muy importante en lo personal, porque cuando Priebke ya estaba detenido y bajo pedido de extradición (en 1994) yo fui parte del grupo que vino a Bariloche acompañando a los italianos cuyos familiares habían sido asesinados en las Fosas Ardeatinas. Claro que hoy venimos desde otro lugar, a hacer tarea educativa y a proponer a Bariloche como epicentro en temas de derechos humanos para todo el sur de la Argentina. Uno de los ejes de la jornada del Inadi en Bariloche fue el documental "Mujeres de la Shoa". Jinich destacó el rol de los testimonios como alerta social: "Por más monstruoso que sea, el Holocausto puede ocurrir otra vez", dice.
DANIEL MARZAL dmarzal@rionegro.com.ar |
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