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La casa-museo que guarda la historia

El aniversario de los 100 años de la creación de la Colonia Rusa fue una instancia de recuperación de memoria formidable. Un grupo de personas se unió bajo ese objetivo: reconstruir lo vivido y en ese acto, resignificarlo. El recorrido por este tiempo breve, en términos históricos, es el tiempo de construcción del Valle. Y hay un dato fundamental: la Colonia Rusa, en sí misma, cuenta el devenir de las décadas que marcan el nacimiento de la fruticultura valletana.

El museo situado en la chacra de la familia Riskin nació como adhesión a los 100 años de la Colonia Rusa que se celebraron en el 2006. Un trabajo amoroso de recuperación de historias de las distintas familias que colonizaron este sitio. Hoy, esa casa-museo es el símbolo de un tiempo y la voz de la Colonia Rusa.

La puerta se abre y allí, en el hall de entrada, están los datos de la llegada de los habitantes de esa casa a la Argentina. Mapas que indican el derrotero de los inmigrantes rusos que terminaron en el Alto Valle, los últimos rublos que usaron, las estampillas de la correspondencia que recibían, las actas de ingreso al país.

En cada pared se relata un aspecto de la vida de esta familia y de su comunidad. En la sala central está narrada la historia de los Riskin-Locev en un enorme árbol genealógico que armó Eduardo Mutchinick. En esa misma sala aún se encuentra el samovar que trajeron en el viaje para infusionar su té.

"Laura Riskin de Mutchinick -afirma su sobrino Sergio- fue clave para poder reconstruir este árbol. Algunas fotos tenían inscripciones que ayudó a traducir un intérprete ruso que vino al Valle hace unos años a comprar fruta".

La Unión Soviética funcionó como una frontera. Casi la mayoría de los inmigrantes que salieron de Rusia perdió contacto con su familia por las dificultades propias de las distancias y luego, por obra de la censura de la correspondencia en tiempos de Stalin, ya como consecuencia de la Segunda Guerra y el avance del nazismo. En este sentido la reconstrucción hecha por los descendientes de Bernardo y María es muy valiosa. Los colonos fueron casi todos longevos. Eso fue importante, pues en una familia convivieron tres generaciones y pudo transmitirse la mística del sueño original que los había traído a esta región. "El museo -explica Sergio Riskin- sirve para reconstruir la vida cotidiana de una familia de inmigrantes que llegó al Valle a principios de siglo y la idea es abrirlo al público como parte del circuito de la colonia".

En la siguiente sala se exponen, junto a una estufa de estilo ruso, objetos, libros en hebreo y fotos vinculados con la cultura y religión.

Otro espacio que aún conserva objetos de la colectividad es la antigua sinagoga de la Colonia Rusa, construida en un lote cedido por Wulf Kaspin. En ese lugar todavía se encuentran el mueble que guardaba las escrituras sagradas, los bancos de la escuela hebrea y fotos de los grandes eventos que trascurrieron allí. La sinagoga guarda la historia de la intimidad de la colonia, la religiosidad puertas adentro, el cumplimiento y la transmisión de los rituales, la guarda del idioma común y de la cultura. Allí también se reunían a celebrar, a bailar y a ver obras de teatro idish.

En otra pared se exponen fotos que recuerdan la actividad que vincula a la familia con el cooperativismo. Las de las cooperativas son muy reveladoras. Las mismas caras se repiten en algunas de ellas y varias generaciones están presentes allí a través de las décadas del '30, del '50 y del'70. (Ver fotos de "Historia de vida")

Otra pared recuerda a todos los vecinos. La armó el ingeniero Riskin personalmente. "En estas fotos todos son chacareros, nuestros vecinos y amigos: está José Basail, que tenía su chacra pegada a la nuestra cuando dirigía 'El Tribuno' y era un vecino a quien se escuchaba con suma atención; se recuerda al general Alberto Guglielmone, gran amigo de la familia; se guarda con afecto a César Fernández, Antonio Díaz, Fidel Mendoza, José y Ricardo Cerutti, Joaquín Casanova, hijos de Aurelio Martín, Esteban Ordaz, Domingo Montanaro, Eduardo Otone, Eduardo Crespo, Desiderio Carriles, los Rubio y los tamberos Atilio Brandisi y Alfredo Izza, a quienes se los proveía del pasto. En esa época -afirma- no había diferencias entre chacareros grandes y chicos...".

En la sala comedor se conservan la radio, una mesa, el filtro de agua a pasos del gran aljibe, objetos varios y un rico anecdotario que acompaña las fotos. Una de esas anécdotas es la siguiente: Bernardo Riskin administraba una chacra de Grichener y un verano vino a cosechar uvas un grupo de hombres. Uno de ellos contó que tenía una novia maestra. Nadie le creyó. Años más tarde ese cosechador volvió a la colonia con su esposa y sus hijos. La maestra era su esposa Máxima Vapñarsky y él, el antiguo cosechador de uvas, Lázaro Milstein, el padre de quien sería Premio Nobel, César Milstein. (S. Y.)



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