>
La Colonia Rusa y su aporte a la fruticultura regional

Con los inmigrantes llegaron ideas que revolucionaban a parte del mundo. Entre ellas, el cooperativismo y el asociativismo, que marcaron una etapa crucial del Valle.

Los inmigrantes que poblaron la Colonia Agrícola General Roca llegaron con las ideas que entonces conmovían al mundo. Gran parte de quienes hicieron la Colonia Rusa abrazó el cooperativismo, un sistema que fue reflejo de su experiencia migratoria y de su acervo cultural.

Contaba en la nota anterior Sergio Riskin que su abuelo Bernardo Riskin, pionero de la Colonia Rusa, fue precursor del cooperativismo agrario y encarnó un ideario que aún está vigente en la Primera Cooperativa Frutícola General Roca, que 70 años después de su fundación preside su nieto Sergio, ingeniero agrónomo y productor.

 

ETAPAS DE LA COLONIZACIÓN

 

Las dificultades que afrontaron y zanjaron con espíritu colonizador y el celo por sus tradiciones hicieron de la Colonia Rusa una experiencia singular; en primer término porque ella, en sí misma, cuenta un tiempo crucial del Alto Valle, el que transitó desde los primeros cultivos con alfalfa hacia el gradual paso a la fruticultura. Esta situación, que se dio a lo largo de varias décadas, registra -a igual tiempo- los avatares de una etnia a lo largo de un siglo tumultuoso que abarcó desde la Rusia pre-revolucionaria hasta la Segunda Guerra y la creación del Estado de Israel. Justamente en ese período es posible visualizar el nacimiento de la Colonia Rusa, su apogeo y su disolución.

Con la creación del Estado de Israel, el movimiento juvenil sionista llegó a la colonia y varios de sus habitantes resolvieron migrar a Israel, algunos para enrolarse en el Ejército y otros, para vivir cerca de sus hijos o cumplir el sueño de habitar en ese país.

Este tiempo coincidió con el despojo del nombre original que, en honor al esfuerzo, debería restaurarse. La Colonia Rusa fue rebautizada como "Colonia Fátima" en 1963, pero aún se la conoce por el nombre de sus fundadores.

La Colonia Rusa, transcribe Pablo A. O'Dwyer (en "Tierra Prometida" Edt. Educo), nace con la llegada del "Sr. Manuel Zilvenstein, israelita y primer poblador de la Colonia Rusa, quien ayudó al establecimiento del líder del grupo colonizador, Isaac Locev, y a Fischel Liberman. El primer grupo de inmigrantes tomó posesión de 50 hectáreas cada uno y desde entonces data el nombre de Colonia Rusa".

Los primeros colonos debían cavar pozos para regar sus parcelas y al hacerlo descubrieron que las aguas eran salobres. El Canal de los Milicos llegaba hasta cerca del inicio de la colonia y los pioneros debieron extenderlo más de cuatro kilómetros para poder regar. Este riego era deficiente y los grandes terratenientes hacían valer sus influencias para usar lo poco que corría por el estrecho canal existente, de modo que hubo que esperar unos años más (hasta que habilitaron el canal grande) para que la Colonia Rusa pudiera extender los cultivos.

Según una inspección de Tierras y Colonias en 1909 Abraham Hoffman ya tenía desmontadas 25 hectáreas, Bernardo Grichener, 15 y Carlos Rocalski, otras 15. Poco después el manto del verde intenso de los alfalfares transformaría para siempre el paisaje estepario.

A medida que los colonos atravesaban los desafíos que le planteaba la burocracia local, resuelto el tema del agua, con los títulos de propiedad en mano (otorgados durante la década del '20) la tierra comenzó a dar sus frutos.

Al grupo inicial de cuatro familias de inmigrantes provenientes de Rusia se sumaron otras, como la de Bernardo Riskin y su esposa María Locev. Con todos ellos llegaron a esta región nuevas ideas, ideas que el nacionalismo más rancio comenzó a calificar en el mejor de los casos de "exóticas" y en el peor, de "rojas".

María Locev, al igual que los miembros de su familia, era una hija de su tiempo. Cuenta su nieto Sergio: "Mi abuela trajo los ideales de la Revolución Rusa. En ellos estaba el germen del cooperativismo por esa vía. Entre los italianos también eran muy fuertes estas ideas, pero ellos las traían de los socialistas y anarquistas de Europa. Creían en esas nuevas ideas".

En el museo que hicieron los descendientes de Bernardo Riskin y María Locev (ver página 6) hay una foto que guarda una anécdota de los tiempos pre-revolucionarios: obreros de una fábrica en Rusia (entre ellos el hermano de María Locev) realizan un mitin político en la casa del escritor Tolstoi.

Las ideas que llegaron con los nuevos pobladores tuvieron una importancia fundamental en el período del Valle que se inició alrededor de la década del '30.

Por otra parte -es interesante este análisis-, para comprender este proceso hay que incluir el componente cultural de algunas prácticas de trabajo que trajeron estos inmigrantes.

Cuenta O'Dwyer en su libro "Tierra prometida": "Una característica diferenciadora con el resto de los colonos de la región fue la religión. La religión judía influyó en las técnicas de producción de los colonos, quienes utilizaban un sistema que se asemeja al moshad -usado posteriormente en Israel-, que funciona con la propiedad privada individual y que sólo hace uso colectivo de los elementos de producción (maquinarias, herramientas o colaboración en las cosechas). Aunque el sentido que los colonos le daban a su propia colonia era el de un kibutz...".

Una década después de tomar posesión de sus tierras y por impulso de los buenos precios a los que comercializaban la semilla de alfalfa la situación económica de los habitantes de la Colonia Rusa empezó a cambiar. Eso favoreció, entre otras cosas, que diversificaran sus cultivos. Y, tal como sucedió en el resto del Valle, se dio paso a una nueva etapa de la historia regional: la fruticultura. Por lo general se pasaba gradualmente a la viña y luego a los frutales, que de 10 a 15 años más tarde y con ayuda de los técnicos de la AFD estaban en plena producción.

Estamos ya en la década del '30. Kaspin, Locev y Resnik ya producían vino en su propia bodega, especializada en vino kosher que vendían en Buenos Aires. En tanto, Hamburg y Barón hacían miel y Locev ya contaba con una moderna lechería con equipo de pasteurización. La producción de frutas cargaba las plantas. Se vendía en fresco y lo que no, se industrializaba: bodegas, orejones de fruta, envasados...

La crisis del '29 tuvo sus coletazos en el país y, como muchos inmigrantes recuerdan, también fueron dramáticas las consecuencias de la pedrea de febrero del '33, que destrozó las plantaciones. Pasaron largos años antes de que la colonia se recuperara.

El crecimiento de la producción planteó el siguiente desafío en el plano comercial. Cuando se pasó a la etapa de la viña, el sentido comunitario que habían vivido estos inmigrantes desde que habían salido de su tierra se replicó en otras prácticas; sobre todo se apoyó la idea de fundar cooperativas de viñateros para poder comercializar con más justicia la producción. Bernardo Riskin estuvo al frente de la iniciativa. Entusiasmó a otros colonos de distintas nacionalidades y en 1933 nació la Cooperativa Vitivinícola Fuerte General Roca, que presidió durante 22 años.

Contaba el gerente de esta cooperativa, Víctor Gómez, a 40 años de su creación: "Una forma de defender la producción fue agruparnos en forma de cooperativa. Y debido a las franquicias a este tipo de entidad, podemos decir que hoy mantenemos inalterable el respeto por el público consumidor. Con nuestros vinos comunes, finos y reservas (comercializados bajo la marca 'El Poderoso'), a los que agregaron luego los cuatro tipos comunes con la marca 'El Valletano', abastecimos durante mucho tiempo" el mercado de todo el sur argentino.

Poco después del nacimiento de la Cooperativa Vitivinícola surgieron otras con igual espíritu, integradas por un grupo de activos cooperativistas que participaban en todas las existentes.

Contaba Rufino Riskin, hijo mayor de Bernardo: "Las cooperativas fueron un factor de ayuda, fui (con mi padre) uno de los fundadores de cuatro cooperativas: la vitivinícola, la frutícola, la forrajera y la tomatera. La razón fue muy simple: se fundó la vitivinícola, que fue la primera, porque los que compraban las uvas, que eran de Roca, pagaban muy poco. Ellos ganaban muy bien y no querían pagar mejores precios; eso fue más o menos en el '30".

Rufino Riskin, si bien pasó sus últimos años en Israel, representó a la primera generación de hijos de inmigrantes que crecieron en este país totalmente consustanciados con los problemas de su comunidad. Rufino trabajó con su padre en la chacra y en las cooperativas y además formó parte del grupo que dio vida a la UCR local, partido por el que fue varias veces concejal.

"El modo en que la producción se canalizaba era a través de las cooperativas. Allí había un intercambio en el que se decidía qué se plantaba, qué variedad, qué cantidad y con qué sistema de conducción -explica Sergio Riskin-.

"Se recuerdan con nostalgia las colas de espera para descargar los cosecheros con fruta en la Primera Cooperativa. Primero había algunos carruajes con rueda de llanta, después vino el acoplado de rueda de goma, primero a tracción a sangre y después tirado por los primeros tractores, algún Zetor 25, Steir, David Brown y otros. Se entremezclaban con algún que otro camión, algún Ford A, Ford 37 o Alberto Barda con el Dodge transportándole la fruta a su padre, don Ángel, el que tenía un Chevrolet 46 característico por su motor silencioso, que para la época era mirado como productor exitoso.

"La cooperativa era un lugar de reunión de productores y personal, que pasaban muchas horas al día durante la cosecha. Los productores eran muy solidarios entre sí y prevalecían las buenas relaciones entre productores de distintas corrientes inmigratorias".

La deliberada destrucción del cooperativismo por gobiernos autoritarios y el creciente culto al individualismo interrumpieron un proceso que es posible que se retome de la pequeña llama de las pocas cooperativas que subsistieron. Aún no se ha investigado ni reconocido cabalmente la importancia del cooperativismo en la historia del Alto Valle. Las cooperativas fueron la base del crecimiento del pequeño y mediano productor y también espacios de socialización y aprendizaje.

"El modelo cooperativo todavía es una alternativa válida para el pequeño y mediano productor del Valle, en la medida en que el productor se integre a la misma sin ningún tipo de especulaciones y apoye en las épocas buenas y malas. Es interesante recuperar esos valores y difundirlos. Aún es posible. Recuperando la historia tenemos parte del camino allanado", resume Sergio Riskin, presidente de la Primera Cooperativa.

 

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí