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Bernardo Riskin sembró en Colonia Rusa el asociativismo | ||
Sergio cuenta la historia de su familia, pionera de la colonización hebrea del Alto Valle. Su abuelo fue un impulsor del cooperativismo agrario y además líder espiritual. Él sigue trabajando la tierra de sus ancestros y es el único descendiente de precursores que lo hace. |
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Sergio Riskin asumió este año la presidencia de la Primera Cooperativa Frutícola de General Roca. Hace exactamente 70 años lo hacía su abuelo Bernardo Riskin, impulsor del cooperativismo agrario y pionero de la Colonia Rusa. Sergio es hoy el único descendiente de aquella colonización que se inició en 1906 que aún trabaja la tierra que desmontaron y cultivaron sus ancestros. Es ingeniero agrónomo. Un apasionado de la producción y de la historia. Su chacra, situada en un extremo de la Colonia Rusa, es la síntesis de esas pasiones. Desde la tranquera se ve la casa que construyeron sus abuelos, rodeada de imponentes eucaliptus y hoy convertida en museo y hacia el sur, las hileras de frutales. Sus abuelos fueron Bernardo Riskin y María Locev. Ellos, como gran parte de los primeros colonos que llegaron al Alto Valle del Río Negro escapando de los pogroms que se sucedían en la Rusia zarista, vinieron desde la provincia de Smolensk, del pueblito de Shumiatich. Los jóvenes de origen judío de ese pueblo, ante los sangrientos ataques a su etnia, se reunieron en pos de resguardar sus vidas y sus bienes y resolvieron abandonar Rusia. Para ello recuperaron el sueño mítico de ir en busca de una tierra salvadora. Querían convertirse en agricultores. Nombraron a un adelantado para que buscara un país que los acogiera. Éste fue Itzak Moshe Locev -Isaac Locev-, líder espiritual del grupo y hermano político de Bernardo Riskin. Locev -cuenta Iaacov Kaspin en su libro "Mi Colonia Rusa" (Ed. Mila)- aceptó el desafío con la condición de no regresar a su aldea y tener que despedirse dos veces de los suyos. Armó sus valijas para siempre y partió. Cien personas de su aldea le otorgaron poder para adquirir tierras en el extranjero. Locev viajó a Vilna y a Varsovia, donde se entrevistó con dos líderes sionistas. Tras los encuentros, resolvió que el mejor lugar para emigrar era la Argentina, pues el Estado promovía la llegada de inmigrantes a este país. Locev cruzó el mar Báltico con destino a Londres, donde se embarcó para Buenos Aires. En el barco se encuentra con un hombre que tenía su mismo propósito: Note Kaspin. Desde entonces compartieron el mismo sueño y una amistad incondicional. En abril de 1906 llegaron a la Argentina. Pernoctaron en el Hotel de Inmigrantes y buscaron dónde celebrar el Pesaj. Ya en contacto con gente de la colectividad, aguardaron su consejo. En la Argentina ya existían colonias de origen hebreo, organizadas por la Jewish Colonitation Association, sobre todo en Santa Fe y Entre Ríos. Pero Locev prefirió crear una colonia de modo independiente. Visitó varias provincias del país y finalmente optó por solicitar tierras en la Colonia Agrícola General Roca. Mientras Locev buscaba una geografía para colonizar, convenció a 40 familias -ya establecidas en este país- de seguirlo. Ellas se sumaron a otras 100 que esperaban en Rusia su llamada. El 25 de julio de 1906, un decreto les otorgó lotes de 100 hectáreas a 200 familias rusas. Y el 16 de setiembre de ese año llegaron las primeras 40 a las tierras que en adelante se conocieron como "Colonia Rusa". Los recién llegados se pusieron inmediatamente en contacto con inmigrantes de igual origen que ya vivían en esta zona, como los Zilbestein y los Ulman, pues debían familiarizarse con el idioma y se aproximaban las fiestas de Rosh Hasaná. Los pioneros se ubicaron y buscaron trabajo, mientras se ponían al corriente de la empresa que les deparaba, un agrimensor mensuraba y subdividía sus parcelas y levantaban su primitiva sinagoga. Las dificultades no tardaron en aparecer. La región, después de todos, nacía y los primeros pobladores compartían los desvelos del tiempo fundacional. Las demoras en hacer producir el suelo, el riego deficiente y el inesperado cambio en el valor de la tierra provocaron la primeras deserciones. Pero Isaac Locev, Note Kaspin, Samuel Resnik y Fishel Liberman persistieron en sus ideales y esperaron la llegada de sus familias. Cuenta Sergio Riskin que su abuelo Bernardo llegó con el segundo contingente de colonos. Fue en 1913 y unos meses después de su arribo llegó su esposa María Locev (hermana de Isaac) con sus dos hijos, Rufino y Jacobo. "Mi abuelo Bernardo no pudo venir antes porque tuvo que cumplir con el servicio militar obligatorio, que en la época del Imperio del Zar era de 5 años". Riskin llegó al Valle con otros hombres: Sour, Torwisky, Gorchacor, un hermano suyo, Hamburg y Barón. El hermano de Bernardo -cuentan- vio el desierto patagónico e inmediatamente decidió regresar a Rusia. "Cuando llegó mi abuela al Valle vino con Rufino, mi padre, que tenía dos años y mi tío Jacobo, de 1. Aquí nació la primera argentina de la familia, mi tía Laura Riskin (de Mutchinik)." Al pasar la aduana, como solía ocurrir, castellanizaron los nombres de estos colonos. Muchos de los inmigrantes de origen judío que vivían en Cipolletti, Neuquén y algunos de Buenos Aires adhirieron a esta colonia y se integraron al grupo, relata Sergio. El idish era el idioma común, hasta que aprendían el castellano. Su abuelo se adaptó muy rápidamente y aprendió el español sin dificultad. Al llegar a Colonia Rusa, Bernardo Riskin comenzó a trabajar 4 hectáreas. Subsistieron trabajando en chacras de otros colonos y desmontando lo propio. La primera chacra que trabajó la cuadrilla a la que pertenecía Bernardo fueron las 200 hectáreas de Revosio, a la que siguieron otros predios. Una de las actividades que inició Riskin por esos años fue amansar caballos para trabajo. Cuenta Sergio que su abuelo iba para la zona de El Cuy o para el norte, cerca del río Colorado, a comprar caballos que luego vendía en la Colonia. A lo largo de 60 años la familia se dedicó a criar y amansar caballos. Este recuerdo trae otro, el del sulky que manejó don Bernardo mientras pudo. "Salía de saco y corbata en el sulky. Lo hizo durante décadas, hasta que sus hijos tuvieron auto y lo llevaban de aquí para allá, pues él nunca manejó". La propiedad de los Riskin podría contar a través de sus plantas y objetos de labranza la historia de la fruticultura valletana. "La chacra de mi familia siguió los cultivos que se hicieron en el Valle. Empezaron con alfalfa, siguieron con vid y terminamos con frutales. Pocos años después de trabajar la fracción de 4 hectáreas con alfalfa, adquirieron una chacra de 17 hectáreas, donde mi abuelo hizo su casa. Esto fue en 1917. Esa casa aún está en pie. Impecable". Allí Sergio y su primo Eduardo Mutchinik, en el marco de la celebración de los 100 años de la Colonia Rusa, hicieron un museo, al que nos referiremos en la próxima nota. "De 1917 a 1920 construyeron la casa. En tanto, vivían en una pequeña contigua a la construcción de la casa principal. En 1944 construyeron la casa para mi padre, el hijo mayor, situada al lado de la de mis abuelos. Allí nací yo y la habité 45 años. Mi abuelo y sus hijos llegaron a tener 88 hectáreas". Sergio vivió allí con sus padres y sus abuelos y recuerda que su casa era para él el centro de una pe queña comunidad, en la que participaban quienes compartían el idioma de sus abuelos y quienes no, vecinos de otras colectividades "y personal de la chacra con quienes se compartía el mate cocido o la cascarilla con galleta". A la distancia, no es extraño que su abuelo fuera uno de los principales impulsores del cooperativismo agrario. Pues su experiencia de vida creció en la savia de la solidaridad. Colonizar fue una empresa común. Con ese espíritu, en 1911 comenzó a funcionar la escuela 31 en una habitación del patriarca de estos colonos, don Isaac Locev. En 1917, la escuela pasó a un local cedido por el colono Federico Sporle y en 1957 se inauguró el establecimiento actual. Paralelamente a la existencia de esta estatal, en 1911 abrió una particular de la colectividad, la escuela hebrea, situada en el mismo predio donde funcionó junto a la sinagoga hasta 1960. "Ese espacio -agrega Sergio- cumplió una función social, cultural y religiosa. Allí asistían miembros de la colectividad que venían de Valle Medio a Zapala". En 1924, Bernardo Riskin ya se había asimilado a esta nueva sociedad de la que nunca dejó de formar parte. En esa fecha integró la primera Comisión de Fomento de Cervantes, junto con Juan Capurro, Locev Podlesch, Adelqui Novillo, Sporle, entre otros. Pero los desafíos no cesaron con la puesta en producción de la tierra y la llegada de los maestros. La comercialización de los productos y la crisis del '30 pusieron en marcha, de la mano de pioneros como Bernardo Riskin, cooperativas de producción que fueron la clave para entender un largo período del Alto Valle. Las cooperativas aquí, como en otros lugares del mundo, se convirtieron en piezas fundamentales del desarrollo y afianzamiento de la fruticultura. A la cooperativa vitivinícola siguió la frutícola (ver Historia de acá). La Primera Cooperativa Frutícola de General Roca Ltda. se fundó en 1938, como consecuencia de la promoción realizada dentro de la Asociación Gremial de Fruticultores de Fuerte General Roca. "Aquella entidad propició en sus estatutos la creación de sociedades cooperativas. La primera comisión directiva la formaron Bernardo Riskin como presidente; Julio Armada, vice; Anacleto Del Hierro, secretario; José Melani, prosecretario; Walter Kaufmann, tesorero, Casimiro Pecini, protesorero y consejeros: Wulf Kaspin, Rafael Biazzo, Fernando García, Eugenio Pérez, Constantino Nervi, Nazareno Genari y sus revisores de cuenta: José Elosegui y Sergio Gil. No olvidar su siembra es el mejor modo de homenajearlos. (Continúa el 20/9)
SUSANA YAPPERT sy@fruticulturasur.com |
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