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El dominio de lo incontrolable

Históricamente la respuesta a los problemas de inundación en los valles ha consistido en obras de canalización y rectificación del río mediante tareas de diversa índole como la limpieza de cauces, la estabilización de las orillas con estructuras de gaviones, obras longitudinales en el cauce con estructuras laterales que aumentan la altura del mismo y del ensanchamiento y la profundización y rectificación del cauce, lo que significa en este último caso el diseño de un río completamente diferente del inicial.

En todas estas actuaciones se trata de aumentar la capacidad hidráulica del cauce para facilitar el desagüe de las avenidas y ésta es quizá la intervención humana más delicada que se ha puesto en evidencia reiteradamente en la historia de la ingeniería fluvial, como lo documentan las recopilaciones de revistas especializadas en el tema.

 

DÉJALO CORRER

 

Tal como señala Hey (1994), la aplicación de los métodos ingenieriles clásicos ya no es aceptada por gran parte de la sociedad, no sólo por razones ecológicas o medioambientales sino también económicas, teniendo en cuenta las necesidades de sobredimensionar las obras por el riesgo que generan y el costo y el mantenimiento adicional que suponen al ir en contra, en la mayoría de los casos, de los procesos naturales de la dinámica fluvial. Ello obliga a considerar en todos los proyectos de ingeniería hidráulica fluvial un cierto grado de incertidumbre sobre la respuesta del río a lo proyectado y a diseñar proyectos flexibles dejando el cauce en libertad para su propio reajuste. Actuar a favor de la naturaleza y con sus propios medios resulta más económico y eficaz que hacerlo en su contra.

IMPOSIBILIDADES CIERTAS

Algo avalado por experiencias históricas es la imposibilidad de controlar ciertos ríos de forma indefinida, debido a su potencia hidráulica para destruir las obras dispuestas en su cauce cuando éstas no responden a su dinámica natural en momentos de avenida.

El caso del río Mississippi es quizá el ejemplo más clásico: muestra una multitud de errores cometidos en las obras de ingeniería hidráulica clásica diseñadas para la estabilización de cauces (Winkley, 1982).

Por lo tanto, volver a restaurar en el régimen regulado una cierta periodicidad de las avenidas es indudablemente más barato y efectivo en muchos casos que efectuar dragados periódicos o limpiezas de cauce. De forma análoga, permitir el desarrollo de una vegetación riparia adecuada cuesta menos que construir estructuras de refuerzo de las orillas para evitar su erosión.

En Estados Unidos, cada vez con mayor frecuencia se contempla en la restauración de los ríos el Método Palmiter, que ha diseñado y puesto en la práctica técnicas para estabilizar las orillas bajo el lema "let the river do the work" (deja que el río haga el trabajo). Éste ha recibido el reconocimiento oficial y ha tenido una gran difusión pública en aras de su aplicación en numerosos estados de ese país.

Aunque la incorporación de elementos naturales al proyecto puede encarecer su realización, siempre habrá que tener en cuenta el beneficio añadido sobre el funcionamiento ecológico del río y su mejora estética, ambos difíciles de evaluar monetariamente, además de la ausencia de costos adicionales de mantenimiento, que en obras de ingeniería hidráulica tradicional pueden superar el costo del proyecto inicial. Una promesa de restauración del río rápida, extensiva y visible pero sin la inversión previa correspondiente para estudios y proyectos, con personal especializado y apoyo de las poblaciones ribereñas, es considerado hoy en España como una "cosmética fluvial" mediática.



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