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Fausto Agúndez: de San Luis a Río Negro | ||
Según su Libreta de Enrolamiento nació en "Las Islitas" de la puntana San Luis el 2 de enero de 1904 -aunque la versión familiar y un escrito citan el 26/5/1902- y por simple curiosidad buceadora en el mapa de la antigua "Punta del Venado" encontramos en San Luis su ubicación geográfica, Departamento General Pedernera, al sur de Villa Mercedes y en la línea del Ferrocarril General San Martín, lugar allí llamado "Las Isletas", lo que nos introduce en la duda de si es "i" o "e" la que define el lugar de nacimiento de Fausto Agúndez, nuestro docente de hoy, nacido de la unión de Rufina Orozco (argentina) y Basilio (español). Lo más notable del círculo familiar: ocho hermanos maestros; sin duda el prócer sanjuanino, muy contento por su alborada sucesora en San Luis, donde la Escuela Normal Regional de Maestros -consagrada nacionalmente- parecía una "fábrica" para hacedores de lápiz, papel y tiza. En ella se recibió Fausto Agúndez de maestro normal nacional a los 22 años. A los 18 había estrenado la Libreta de Enrolamiento, fotografía con rostro grave, cabello ondulado, saco, camisa y corbata pintona. Al año siguiente en Buenos Aires inició la aventura docente. El famoso inspector general de Escuelas de Territorios Nacionales Próspero G. Allemandri -con mucha actuación en la Patagonia- le facilitó el primer empleo: destino, San Carlos de Bariloche, donde dos hermanos ejercían la docencia en la Escuela Nº 16, la más antigua del lugar. Fue algo de suerte eslabón para la reunión familiar, pues el entonces pueblito del lago Nahuel Huapi recibiría también a una hermana y otro hermano, también maestros. Cinco Agúndez docentes en tierras rionegrinas, paradoja de fantasía pero ocurrió, y así se inició formalmente la historia patagónica de estos valientes para apuntalar guardapolvos blancos que por entonces sobresalían con la biblia del leer y escribir; geografía, historia, matemáticas y letras, por "añadidura". A los cuatro años (todos los Agúndez solteros) se lo nombró director como "personal único", es decir, también maestro y portero para el cercano paraje Ñirihuau: "La Escuela Nº 17 era chiquita... por lo que enseñaba simultáneamente a unos 30 ó 35 chicos lugareños de 6 a 14 años y aún más. Naturalmente que todos en la misma aula. Estrechamente cabían los 30 niños, no podía tampoco poner un escritorio porque no cabía. Los bancos y muebles que tenía eran hechos ahí, en el lugar, muy precariamente. El mismo edificio era uno de esos 'sillones' que les decían por la forma de su techo de ramas y adobe". "La escuela funcionaba en un local cedido por un vecino que tenía hacienda en la zona. Eran dos piezas. Una para aula y otra para vivienda del maestro. Muy precarias. En los alrededores no se veía ninguna casa. Los chicos venían a caballo, de a dos y hasta de a tres. No faltaban nunca, hijos de puesteros que cuidaban ovejas a medias... el maestro tenía que valerse de lo que disponía". Estuvo allí cuatro años, hasta 1931. La escuela se levantó por "despoblamiento del paraje" y fue trasladada a Bariloche. En la escuela de Ñirihuau fue visitado por el inspector Allemandri. Vendría otro destino rionegrino, esta vez a elección: disponibles escuelas en Río Colorado, Villa Regina y otra a inaugurar en la estación Ferri (FCS), establecimiento "La Alianza" de Antonio Lamolla, cerca de Cipolletti. Tuvo el Nº 36. "Me dieron una casa muy mala. Dos piecitas y un baño. Todo precario. La escuela funcionaba en un galponcito donde los chicos sufrían frío en invierno y calor en verano", diría en una entrevista. Sobre aquel inicio docente en el Alto Valle rionegrino recordaría los pormenores de una "malversación de fondos": le habían destinado "1.700 pesos para arreglar la casa" pero los usó para la construcción de "un regio salón de 12x5 m bien hecho con piso de madera, dos ventanales y hasta nos sobró plata para levantar un regio mástil...". Sacrificó su comodidad en bien de los alumnos. El otro destino de los fondos fue comprendido, perdonado y no pasó a mayores. El apostolado docente iba penetrando en la sangre del maestro puntano, como forma -en aquel caso- de mitigar la humildad y pobreza de "sus chicos". De su paso por la escuela cipoleña de Ferri dejó otros recuerdos escritos, como el logro de muebles enviados por el Consejo Nacional de Educación y ropa usada, para lo cual intervino eficazmente su cuñado Valentín Storni -primo de Alfonsina, a quien conoció en Buenos Aires- por intermedio de la cooperadora de la escuela porteña donde ejercía como director su cuñado: "Por intermedio de él, yo conseguía muchas cosas para los chicos, ropa usada pero lindísima que luego entregaba a esos chicos que venían del canal, que llegaban casi descalzos a la escuela. Gente muy pobre, peones". María Angélica Gómez era maestra especial de Manualidades en la Escuela Nº 23 de Allen y para que el verbo docente prosiguiera se casó (16/12/1933) con ella, unión de la que nació Elsa Angélica (Chicha), única hija y también maestra (vive en Cipolletti). Otro recuerdo de su vida en la escuela de Ferri apuntaba a que "Yo hacía de director, maestro y portero... llevaba varios grados simultáneamente: ahí no valían la técnica ni la pedagogía sino únicamente la habilidad que uno tenía para enseñar... la gente del lugar era muy buena; chacareros, encargados, gente muy pobre en general pero con gran espíritu de progreso...". El maestro puntano que toda la vida ejerció en Río Negro en Bariloche conoció a los bandidos Puchi y Román, que con Rojas Foster constituían los temibles cordilleranos asaltantes y homicidas y tuvo preferencia por el locro, el asado y las empanadas como comidas. También supo de las romerías en la Sociedad Española y cultivó la amistad del salesiano José María Brentana y de su coterráneo también docente Miguel Cadelago y señora (que tocaba la guitarra, lo mismo que el jovencito Chachiarini), más las familias Moreira Laje, Omill, los maestros hermanos Espinosa y las similares Guillermina Monteni, Palmira Bárbaro, Dora Panise, Dora Gotelli, Olimpia de Krause, Ida Bustíos, el matrimonio Basconet, su colega Miguel González Murúa, el Dr. Teodoro Planas, Argentina Flores y otros. Profesó la religión católica, fue un gran lector y con extraordinaria memoria, aun en la ancianidad, recitaba el "Martín Fierro" y "Fausto", de Estanislao del Campo. Tuvo en vida homenajes del Club de Leones, el Rotary Club y la Municipalidad de Cipolletti y se despidió para siempre a los 94 años, el 18 de julio de 1996 "con su inteligencia intacta y plena lucidez, rodeado de su hija, nietos y bisnietos". Y el recuerdo permanente de sus ex alumnos que por ahí andan... aunque todavía carezca de espacio público con su nombre.
HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*) (*) Periodista. Investigador de historia patagónica. Bibliografía y fuentes principales: diario "Río Negro", "Un maestro" (1991) y "Puntano" (1994). Centro de Escritores César Cipolletti y Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia. "Voces de mi ciudad" (2003). Isasi, J.: "Las calles" (2004). Aporte oral y escrito de familiares (2008). Archivo y biblioteca del diario "Río Negro". Biblioteca Patagónica (VECh) y otros. |
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