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El hombre que más sabe de gírgolas
Su producción requiere de poco espacio e inversión
y suma adeptos. 
El relato de Nivaldo Fernández, un verdadero experto en el tema.

Sabe lo que me decían al principio, cuando yo aparecía con las bandejitas de hongos para ofrecerlas en los comercios? “¿Y esto qué es, mondongo?” Es que hace 8 años, cuando empecé a producirlos, no había una cultura en Roca. En Neuquén sí, llevan años. Por eso es mi principal mercado: hice una degustación que me abrió muchas puertas. Pero acá no había, se sabía muy poco sobre su sabor, sus propiedades nutritivas. Ahora es distinto, ahora me vienen a comprar a casa, tengo un montón de clientes. Venga, pase, venga que le muestro el invernadero.
Acá tengo 900 troncos de álamos de 50 centímetros cada uno. La última temporada saqué 543 kilos frescos. ¿Cuánto vale? 16 pesos el kilo. Y 160 el kilo deshidratado. El nombre científico es pleurotus ostreatus, por el parecido con la forma de la ostra. Pero la gente los conoce como gírgolas. En Europa, a un promedio de un kilo mensual por persona, muchos ya la consumen como reemplazo de la carne.
Soy el primer productor de hongos de J.J. Gómez. Ahora somos varios en la zona: a todos los que me pidieron les enseñé lo que aprendí. Porque me tuve que capacitar: hice varios cursos en Neuquén y tengo los diplomas. Caminaba y caminaba, visitaba productores y aprendía. También me fui hasta El Chañar, donde tienen técnicas de secado con cámara de sustrato.
 Con mi señora, Aída, trabajamos toda la vida en fábricas de alimentos. O sea que del tema sabemos mucho, de normas de seguridad, de higiene, de todo. Los dos somos de Chile, de la provincia de Valdivia. Nos vinimos en 1965, cruzamos la Cordillera en colectivo. Entonces no sabíamos que nos íbamos a quedar para siempre. Éramos muy chicos. Ahora ya tengo 59 años; ella, 60. No tuvimos hijos, somos solos.
Le cuento: siembro en se- tiembre y cosecho desde el 15 de marzo hasta el 15 de mayo. Tengo un video donde explico cada paso. Pase, siéntese que se lo muestro. ¿Ve? ¿Ve qué lindo tamaño que tienen? Para deshidratarlos los llevo al secadero, con fuego a gas. El secreto: que entre y salga aire en el ambiente.
 Usted quiere saber por qué elegí los hongos... Me gusta inventar, como dice mi mujer. Acá, en el vivero, que tiene 14 metros de largo por 12 de ancho, tuvimos caracoles. Y después planté tomates con el sistema de arenoponia, sin tierra. Le puse una capa de piedras al piso y arriba arena. No sabe cómo crecían la plantas, unos 4 ó 5 metros, hasta el techo.
Después me entusiasmé con los hongos. Espero terminar con los trámites y tener mi marca a fines de año. Se va a llamar “Delicias patagónicas El gordo”. Claro, usted dirá que con mi pinta es lógico el nombre. Hace poco le contamos a una vecina y puso cara de que estaba bien puesto. Yo hago una dieta muy estricta, pero como un poquito y engordo. Es que hace tres años me operaron en el Juan XXIII y me sacaron el estómago. En total, tres kilos doscientos. Mi mujer lo llevó en una caja para los análisis. Es que soy un paciente oncológico... tuve un cáncer gástrico. Me habían dado 8 días de vida. Hice la quimioterapia, aguanté un mes, aguanté otro... y acá estoy. Lo superé. Dios me dejó vivo. Pero tuve que dejar mi trabajo en la fábrica y jubilarme en forma anticipada. Al principio cobraba 450 pesos y ahora estoy en 700. Con mi mujer nos pusimos a hacer conservas para vivir. El Ministerio de Familia de Río Negro nos ayudó mucho. Nos dio un subsidio para comprar los troncos del vivero. Sin eso hubiera sido imposible. Después del sacudón del cáncer, cuando nos estábamos empezando a acomodar, se enfermó mi mujer. Ella fumó mucho toda su vida. Y se quedó sin pulmones. Estuvo seis días en coma en el Juan XXIII. Los médicos me dijeron que ya no había posibilidades. Si hasta me mandaron a comprar el cajón... Pero una madrugada, de pronto, resucitó. Y acá está. Por eso la ve conectada a la máquina de oxígeno por la sonda. Así tiene que vivir el resto de su vida. Pero está. Dios es generoso.
Le voy a confesar algo: cuando Aída cayó enferma estábamos volviendo a Chile en colectivo, de visita. Llegó desvanecida. Los parientes de allá están en una buena situación económica y nos decían que nos quedáramos, que había médicos, hospitales y plata. Pero yo no quise saber nada. Les dije que la iba a salvar en la Argentina y enseguida la traje de vuelta. De la terminal nos fuimos directo a la clínica. Otra confesión: tengo decidido morir en la Argentina. Si esta es la tierra que elegimos para vivir, ¿por qué me voy a ir a morir a Chile? Pero ahora no pensamos en eso. Ahora nos concentramos en terminar los trámites para tener la marca, hacer una degustación y mostrar los productos de “Delicias patagónicas El Gordo” en este mismo salón. Calculo que será para enero o febrero. ¿Sabe lo que va a ser eso? Voy a invitar a todo el barrio, ya me lo imagino...”.

 



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