Hugo Tocalli pegó el portazo y con ese desplante hacia Julio Grondona, que bajó de su pedestal a pedirle que lo (re) pensara, se terminó la generación Pekerman en los seleccionados nacionales, marcada por los éxitos juveniles y opacada por la temprana eliminación, en cuartos de final, ante el anfitrión Alemania, entre los mayores. Algunas horas después de ese anochecer del 23 de octubre, tras la determinante decisión del ahora técnico de Vélez, comenzó a sonar el nombre de Sergio Batista para hacerse cargo del sub 20. Pero en realidad, la vuelta al predio de Ezeiza para el “Checho” comenzó a gestarse antes, el mismo día de la eliminación mundialista ante los germanos. Cuentan que aquel que dijo ser el “vicepresidente del mundo” (en realidad es de la FIFA) se cansó de las “rebeldías” de sus entrenadores y pensó en reeditar la era de los héroes del pasado. De los campeones, de “los que ganaron algo”. Dos hechos se le atragantaron en la tráquea a Grondona: la renuncia de Marcelo Bielsa después de ganar nada menos que el oro olímpico en Atenas 2004 y el adiós de Pekerman tras Alemania ’06. Lo de Tocalli ya era demasiado, como vivir otra vez lo del “Loco”, porque el respetado Hugo también se fue campeón, después de ganar el Mundial sub 20 en Canadá, el tercero de la gloriosa era junto a José. El Boca múltiple campeón de Alfio Basile le abrió otra oportunidad al “Coco” en el seleccionado mayor, una decisión que de entrada Diego Maradona aplaudió, pero que meses después fustigó. El “10” es siempre un fusible cuando se trata del seleccionado. En la elección de Batista tuvo que ver, primero porque habría rechazado el cargo de entrenador de juveniles, segundo porque dio el visto bueno para que el “Checho” se mueva otra vez por Ezeiza, un lugar que tantas veces pisó como jugador. Grondona quería a los viejos “héroes” allí, a los incondicionales. Apenas asumió en el cargo, y en un rapto de sinceridad pura, el entrenador reconoció que lo habían elegido “como premio” por sus hazañas en los Mundiales de México e Italia. Era un reconocimiento que no podía rechazar. Batista llegó a un arreglo casi inmediato con Grondona, dejó Godoy Cruz (donde tenía contrato) y se convirtió en coordinador de los menores albicelestes. Un mes después el mandamás del fútbol lo ungió como el entrenador del sub 23 que viajaría largas horas hacia Pekín. Y el “Checho” comenzó a garabatear una lista de convocados donde, para él, había tres nombres que no podían faltar: Javier Mascherano, Juan Román Riquelme y Lionel Messi. Como Basile, Batista es un acérrimo defensor del enganche, del “10” que sobrepone la sapiencia a la explosión física. Para él, juntar al “Torero” y “La Pulga” es tener siempre una alternativa más para llegar al arco rival. No importa si se tarda un par de minutos o apenas unas décimas de segundo. Quizá uno de los mayores aciertos haya sido encontrar la fórmula (junto al “Tata” Brown) para que las dos estrellas convivan sin colisionar. El otro mérito de Batista fue que probó y probó durante la competencia. Demagogia y dramatismo aparte, aquellos de que “con estos jugadores me animo a ir a Irak” tiene justificativo, pero también podía ser un arma de doble filo. Porque Argentina estaba un escalón arriba de todos los equipos, pero eso había que demostrarlo en la cancha. El fantasma de la Copa América estaba muy fresco. Y el “Checho” sabía que se jugaba una carta enorme al ir a Pekín con una suerte de “Dream Team”. El “Checho” ensayó, modificó, no se quedó con los esquemas tradicionales. Dispuso alineaciones con cuatro y tres hombres en el fondo, probó con Mascherano de líbero, insistió con el “Kun” Agüero cuando parecía que estaba mejor Ezequiel Lavezzi, hizo de Ángel Di María a la revelación del equipo. Pero, por sobre todas las cosas, supo manejar a un grupo plagado de figuras. Una apuesta que lo podía haber marcado negativamente, pero que le salió a la perfección. El peso del “Coco” Apenas se conoció su designación y dado el sí, Sergio Batista disparó: “Voy a trabajar para el técnico de la mayor”. Alfio Basile le respondió con un gesto indubitable: lo acompañó en el primer partido que dirigió el “Checho” al frente de la sub 23, en los Estados Unidos, inicio del camino a defender el oro en Pekín. Aquella vez la frase del “Coco” fue : “voy a ver a mis jugadores. A apoyar a Batista con todo lo que necesite en el arranque”. Y allí estuvo el conductor de la mayor. Hasta aquí el proyecto de los técnicos parece construido en común, sin competencias estériles. Sin divismos. A Basile, con los años, le quedan cada vez menos pulgas y por eso no es fácil de llevar, al menos para los que no lo conocen o no gozan de su confianza. Batista es un tipo inteligente, sabe que recién está en el comienzo de su carrera como DT y ponerse el buzo albiceleste es un premio que no lo puede marear. Más allá de que los gustos futbolísticos son similares -buen fútbol y mentalidad ganadora-, no siempre hay acuerdo en los intérpretes, pero en esto el “Checho” dio señales del peso del “Coco” con algunas designaciones. JR Riquelme, Fernando Gago y hasta el después “sin permiso” Martín Demichelis, son algunas de las debilidades del técnico de la mayor que fueron citados para Pekín. Proyectos comunes, acompañados por logros, una fórmula por ahora perfecta.
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