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Cuando se muestra que es posible un mundo más justo
El libro "Primero la gente", en que unen conocimientos el Premio Nobel de la Paz Amartya Sen y el economista argentino Bernardo Kliksberg, está destinado a convertirse en punto de referencia a la hora de pensar los desafíos que enfrenta el planeta en materia social, que los autores formulan desde el convencimiento de que sólo se podrá encararlos asumiendo la relación entre ética y economía.

Primero la gente" es un libro que desde el diagnóstico y la propuesta se enrola en la mejor tradición humanística, esa que llevó a Bertrand Russell a señalar que "por mal que veamos al mundo, siempre habrá espacio para pensarlo y hacerlo mejor".

Ése es el inmenso valor que se rescata de la convergencia de miras y contenidos plasmados por Sen y Kliksberg, una conjunción de experiencias intelectuales que página por página evidencia el rasgo definidamente merituado que tiene cada una de las líneas.

Con ese marco interpretativo a modo de escenario general de contenidos del trabajo, lo primero que salta a la vista cuando se siguen sus reflexiones es la ausencia terminante de voluntarismo a la hora de estructurar diagnósticos y argumentaciones. En ese andar no se fuerzan ejemplos, fundamentaciones. Los autores no incurren jamás en despliegues mecanicistas de sus puntos de vista.

Tampoco se trata de un libro ausente de ideología, en tanto conceptuar a ésta como visión del mundo y los determinantes que rigen las relaciones humanas. Desde esa perspectiva, los dos autores se ubican en críticos del sesgo que tomó el sistema capitalista de mano de la globalización, pero se preservan de militar políticamente de cara a ese proceso. Denuncian la singularidad que suele alcanzar ese fenómeno en el campo social, pero lo integran como realidad a partir de la cual también se puede trabajar a favor de mejorar la condición de millones de seres.

EL PROPÓSITO DE LA DEMOCRACIA

Se presentan -por caso- como muy sugestivas las reflexiones que Amartya Sen formula a partir de una pregunta: en el marco de los acuciantes interrogantes que se plantean en cuanto al destino del mundo, ¿cuál es el propósito de la democracia?

Decidido a ayudar a comprometerse con el tema, Sen despliega argumentos a favor de rescatar la democracia como sistema reducido sólo al ejercicio de la libertad, derechos y obligaciones, todo un espacio definidamente protegido.

Sen reflexiona entonces desde computar lo normativo que es propio de la democracia, pero avanza en procura de vinculaciones de naturaleza más amplia para explicar el potencial que tiene el sistema. "Es evidente -escribe- que la democracia no está basada en un solo aspecto específico sino que abarca numerosos elementos vinculados entre sí. Cabe, sin embargo, preguntarse: ¿Cuál es el eje central de la democracia? ¿Cuál (para tomar prestada una frase de T. S. Eliot) es "el punto fijo del mundo que gira"?

Ante el interrogante, con un estilo limpio, directo, el Premio Nobel de la Paz se acerca a ese "punto fijo" de la mano de quien define como el filósofo político "más destacado de nuestro tiempo": John Rawls.

Sen recuerda entonces que para Rawls la democracia "debe visualizarse no solamente a la luz de elecciones y votos -por importantes que sean- sino fundamentalmente en términos de "razonamiento" sobre todo lo que concierne a lo público.

Así, apela a la necesidad de debate y participación interactiva por parte de la sociedad, todo es un espacio que califica de "encuentro razonado". O sea, el sistema gobernador por el debate que hace al destino del conjunto.

"En el ámbito de la política, Rawls -recuerda Sen- ha sostenido que la objetividad exige un 'marco público de pensamiento' que brinda 'un recuento de acuerdos tomados en materia de criterios entre agentes razonables'".

POR SOBRE LOS INTERESES

Pivoteando en esta propuesta, Sen advierte: "Para lograr esa característica democrática lo razonable (por parte de la democracia) es necesaria la voluntad de individuos dispuestos a superar los límites de sus propios intereses específicos. Pero plantea igualmente exigencias sociales para ayudar a un discernimiento justo que incorpore el acceso a la información pertinente, la oportunidad de escuchar diversos puntos de vista y la posibilidad de estar expuesto a discusiones y debates públicos y abiertos".

O sea, y volviendo a Bertrand Russell: "Nada perturba tanto a un espíritu libre como la idea de restringir el debate".

A su tiempo, y ya en la segunda parte de "Primero la gente", el argentino Bernardo Kliksberg se dedica a desmenuzar la situación social de América Latina desde un convencimiento: si no se atienden los problemas, el destino del conjunto estará día a día más amenazado.

Son conocidos los puntos de vista de Kliksberg sobre las razones por las cuales la miseria y el delito, en íntima relación de causa-efecto, se están expandiendo en términos hasta ahora desconocidos.

Crítico duro desde argumentos rigurosamente fundados de toda política de "mano dura" para combatir la inseguridad (ver página 4), Kliksberg reflexiona la situación social del continente desde un convencimiento que expresa de distinta manera: sólo desde un esfuerzo del conjunto, desde un compromiso vertebrado en la solidaridad y calidad de gestión de políticas, se podrá salir adelante.

En ese trayecto no se queda en lo enunciativo, formula propuestas siempre estructuradas alrededor de lo que considera, al menos hoy, perdido: la ética como valor del desarrollo económico.

Kliksberg trabaja sus reflexiones, o el grueso de ellas, desde la idea de "capital social". Recuerda entonces, a modo de ejemplo, que los "latinoamericanos se han acostumbrado a razonar en términos de que, si la tasa de inflación es baja, serán prósperos y sí, además, el producto bruto per cápita fuera alto, se hallarían en pleno bienestar. Han aprendido muy duramente que eso difiere de la realidad. Así, durante el período de Menem en Argentina en los noventa la tasa de inflación fue ínfima y el producto per cápita de 9.000 dólares y, sin embargo, las cifras de pobreza se triplicaron durante el mismo período".

Acota entonces Kliksberg que el "desarrollo no está asociado exclusivamente con esos indicadores. Actualmente está abriéndose paso una perspectiva mucho más amplia en la discusión de cómo se alcanza el desarrollo y ahí es donde surge la idea de capital social".

Pero ¿qué es el capital social? Para Kliksberg, son factores extraeconómicos que pesan "fuertemente en el desempeño de los países en términos de progreso económico y tecnológico y en la sustentabilidad del desarrollo".

El economista define el capital social a partir de la vinculación que tienen con la cultura y la relación que los entrelaza. Y desgrana luego las dimensiones -cuatro en su criterio- que tiene el capital social. Una de ellas -por ejemplo- es el "clima de confianza en las relaciones interpersonales", en qué medida las personas confían unas en otras en una sociedad.

Otra dimensión: la capacidad de asociatividad. O sea, "la capacidad de una sociedad para construir formas de cooperación desde las más elementales, como cooperar con el vecindario para hacer cosas juntos, cuidar niños, ayudarse, hasta las más elaboradas, como ser capaces de hacer una gran concertación nacional sobre el modelo de desarrollo".

Solamente dos de las cuatro dimensiones marcadas en "Primero la gente" para definir el capital social, un libro enriquecedor para cualquier espíritu inquieto.

 

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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