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El club de los mil millones de dólares
Gastar cuando se tiene todo el dinero del mundo es un verdadero desafío. Cuáles son los pretextos de los nuevos millonarios para sacar la billetera.

La lo dijo Marilyn Monroe en uno de sus raptos de sabiduría: "El dinero no hace la felicidad, pero es mejor llorar dentro de un Rolls Royce".

La nueva aristocracia del dinero ha entendido el concepto y se muestra completamente distinta a la que en tiempos pasados gobernó el planeta por medio del ejercicio de la fuerza y la posesión de la tierra. No todos los ricos son dueños de un castillo ni todos cuentan con alucinadas fábricas de chocolate (¿recuerdan a Willy Wonka?). Tampoco les resulta necesario almacenar sus monedas de oro en gigantescas cajas fuertes al estilo de Rico Mac Pato. Es más, algunos de estos millonarios concentraron sus fortunas en recipientes virtuales que a su vez les permiten acceder a bancos de monedas virtuales aunque capaces de comprar objetos bien concretos: un avión 747 o una isla en el Caribe.

La figura del millonario ha quedado devaluada. Para ingresar al flamante Olimpo de la ganancia y el gasto se debe ser billonario. Rico a secas no alcanza.

Hasta hace un par de décadas el sueño de cualquier operador de bolsa de Wall Street era cosechar un millón de dólares antes de los 40 años y llamarse a retiro a la campiña francesa. Hoy, el club de los ricos del siglo XXI sólo admite clientes que arrancan con una cifra de "suscripción" de 1.000 millones de dólares. Parafraseando a Noami Campbell: por menos de eso nadie se levanta de la cama en este equipo.

En la era de los libros de autoayuda al estilo de "Padre rico, padre pobre" de Robert Kiyosaki, la sociedad contemporánea ha visto surgir al mayor número de millonarios de toda su historia.

Según la revista "Forbes", en la actualidad existen 1.062 personas que poseen una fortuna superior a los 1.000 millones de dólares -hace 10 años había 209 billonarios-, mientras que otros 10 millones de personas tienen más

de un millón de dólares. No es de extrañar que este selecto conjunto de personalidades adineradas busque signos de distinción: un objeto (un submarino reacondicionado) o una acción (volar alrededor del globo y perderse en el camino) que los ayude a diferenciarse de sus pares con billeteras tan abultadas como las suyas. Y esta gente sí que sabe ir de shopping.

"Hay cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás, existe MasterCard". Todo lo demás es de un rango muy amplio. ¿En qué gastaría usted si su fortuna fuera lo suficientemente enorme como para comprar cualquier cosa que se le venga a la mente?

Una lista de lo que algunos magnates hicieron ya con su dinero sirve de ayuda e incentivo: podría hacer como el magnate indio Lakshmi Mittal y comprarse una mansión en Londres por 165 millones de dólares, que tiene una pileta incrustada en piedras preciosas, una sala de fitness y un garaje para 20 vehículos.

O como Vijay Mallya, compatriota del primero, quien hizo su fortuna al frente de la cervecera United Breweries Group, y adquirir una colección de 260 automóviles, 14 yates, un Airbus A380 que él considera su casa y, por qué no, viñedos en Francia y California, además de una escudería en Fórmula 1: Force India.

O como el príncipe saudita Al-Walid bin Talal bin Abdul Aziz Al Saud, que posee dos ejemplares idénticos de cada modelo de Rolls Royce, uno para él y otro para sus guardaespaldas.

Se puede seguir la huella de Richard Branson, propietario del imperio Virgin, y adquirir una isla privada de 30 hectáreas en el Caribe.

Cuando el dinero no es problema hay que enfrentar verdaderos desafíos para gastarlo. Uno de los más nuevos son las propiedades de alto, altísimo perfil. El paradigma es una sofisticada serie de edificios pensados para personas a las que el planeta les queda chico. El jeque Hamad bin Jassem bin Jabor al-Thani, viceprimer ministro de Qatar, pagó u$s 230 millones por un departamento de 1.800 m2 con terraza frente al Hyde Park, en Londres. Se trata de un hogar dulce hogar que forma parte del One Hyde Park, un suntuoso complejo para ultramillonarios. Entre sus beneficios incluye un sistema de ventilación que difunde aire purificado, un spa en cada depar- tamento, un equipo de seguridad integrado por ex comandos y panic rooms. El edificio está comunicado por un túnel con un hotel de cinco estrellas que proporciona el room service.

Últimamente se han puesto al tope de las elecciones los medios de transportes. Un Airbus A380, con diseño interior de Hermès, cuesta 300 millones de dólares (al menos eso es lo que pagó el príncipe saudita Walid bin Talal por el que guarda en el garaje). Por unos 30 millones se puede adquirir un helicóptero también con diseño de Hermès. Y si se pretende ir más lejos, un submarino de lujo Phoenix 1000 se cotiza en 56 millones de dólares. Incluye 454 m2 de superficie habitable en cuatro niveles, con varias suites para los invitados.

Hay más, siempre hay más. Porque, si el millonario de turno desea sobresalir del resto pero con cierta humildad, una petaca de Vuitton de 368.000 dólares o el reloj One Million Dollar BB totalmente recubierto de 493 diamantes -fabricado por Hublot- que, como su nombre lo indica, cuesta un millón de dólares son opciones accesibles. Una verdadera ganga.

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar



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