Ubicada en Villa La Angostura, frente al lago Nahuel Huapi en la mágica Patagonia argentina, esta casa supo combinar modernidad y rusticidad. Integrada a un profuso paisaje, la construcción tiene los elementos necesarios para ser aclamada por los más vanguardistas expertos. Una obra simple y espléndida del estudio Grinberg-Dwek-Iglesias. Esta residencia de vacaciones fue pensada para compartir y vivirla intensamente. Curiosamente, un hogar tan radiante comienza con la crisis argentina del 2001, a la cual un matrimonio con hijos adolescentes respondieron apostando por el país y decidiendo reinvertir el dinero que tenían aprisionado en el banco en un proyecto de vivienda. Tras esta positiva determinación contrataron al estudio Grinberg- Dwek- Iglesias (ganadores de varios premios de arquitectura y con obras en su haber como el Museo porteño del Holocausto) y después de nueve meses de obra, al ver su maravillosa casa, la pareja no se arrepentiría de haber puesto sus ahorros en el sur argentino. La inspiración en la arquitectura y la naturaleza locales eran evidentes para los arquitectos pero representaban un desafío: utilizar los materiales típicos de la zona, piedra, madera y vidrio, sin hacer la tradicional “casita de chocolate de Heidi”. El team integrado por Jaime Grinberg, Adriana Dwek y Julio Iglesias debía plantear una propuesta contemporánea que a la vez se posara sobre el terreno sin irrumpirlo abruptamente. Tras este concepto se disparó su creatividad. “Conseguimos con esta obra utilizar los mismos materiales autóctonos, pero variando la proporción y la manera de conjugarlos”. Allí encontraron la diferencia y la clave del equilibrio entre naturalidad y vanguardismo, creando grandes transparencias, enfrentadas con un muro ciego de piedra y haciendo juego con la calidez de la madera en un tono más claro. Una cara de la vivienda mira hacia el acceso y el movimiento externo, trazando un muro de piedra lineal de 24 metros de largo, de 4,5 metros de altura y un metro de espesor, definiendo un límite entre la calle y el hogar. Con esta decisión tan contundente se resolvió la privacidad, otorgándole intimidad a los ambientes interiores sin chocar con su entorno. El gran paredón de piedra, que busca rememorar los muros indígenas de las pircas, hacia el interior contiene funciones transformándose en una pared de servicios. En el lado exterior, en este muro se apoya la parrilla armando el lugar del asador, e ingresando lateralmente a la casa contiene la cocina continuándose con un ventanal sobre el vajillero. Luego en toda el área de dormitorios este muro delimita el área de guardado que es abierto, muy funcional. Este muro termina con una doble puerta metálica que es el ingreso a una pequeña sala de máquinas donde está la caldera de calefacción, el termotanque para el agua caliente y los sistemas de riego. etrás del muro de piedra asoma la vedette de este espacio: un gran ambiente que funciona como estar-comedor-cocina continuado por dos dormitorios en tira que también gozan de la vista al Nahuel Huapi. Sobre el área de dormir proyectaron un entrepiso que balconea sobre el estar y se usa como dormitorio que permite alojar hasta cinco huéspedes. La otra cara del gran ambiente social, que alcanza los seis metros de altura, es una superficie vidriada, absolutamente transparente, que da hacia el lago, fundiendo los límites entre interior y exterior. La Patagonia plena se disfruta desde el confort del hogar y el paisaje forma parte de las áreas al abrigo inundándolas de sus hechizantes colores. Gran parte del éxito de esta obra consiste en que fue proyectada para ser utilizada al ciento por ciento. “La vivienda, que suma 200 mts2 cubiertos y 100 mts2 del deck, prácticamente no tiene circulaciones dando pie a que el espacio sea vívido permanentemente. Por otro lado, la obra va dejando que uno participe del recorrido del sol y de los humores del día: si está nublado, si llueve o no. A la mañana el sol entra por el vidrio superior que da al este, durante el día entra el sol lateral y de tarde entra el atardecer por la fachada que da al lago. Uno va viviendo las transformaciones del paisaje sobre el interior de la casa”, explican los arquitectos. Como remate a la sorprendente arquitectura, el trabajo de paisajismo a cargo de Bunga Pok es una exquisita combinación de plantas que enmarca y realza el entorno. “Elegimos pocas especies para que estén en armonía. Queríamos generar sensaciones, por esta razón elegimos árboles muy queridos como los abedules, luego pusimos lavandas, que en un punto del año tienen un olor muy rico y se pueden guardar adentro de la casa, sirviendo además como antipolilla. En otros sectores están los sorghus, unos árboles que en otoño tienen un color divino; frutillas y frambuesas, porque es muy lindo cosecharlas en su propio jardín. Más arbolitos de cerezas y por último plantamos especies nativas, los saucos que también son muy bellos. La bajada hacia al lago quisimos dejarla con vegetación virgen”, explica la conocida paisajista. Para la familia es un placer pasar largas temporadas en su casa e invitar amigos y familiares a dejarse contagiar por la paz del paisaje y el relax de la vivienda. Para el estudio de arquitectos, la obra es un orgullo al haber sido bien recibida por los lugareños, con su propuesta ultra audaz. “Es importante que haya tenido aceptación dentro de una clase social trabajadora del lugar y también dentro de la gente de turismo. En ese sentido, haber mostrado que hemos sido pioneros y que la casa gusta es un honor”, dicen más que contentos con la tarea cumplida.
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