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LOS CERCOS VERDES BIEN BAJOS
Son formados por arbustos semi leÑosos de no más de 50 centímetros de alto. Los conocemos como “borduras”.

Dicen que “lo prometido es deuda”, de modo que este domingo y algunos subsiguientes me voy a ocupar del tema de los cerramientos verdes o cercos verdes en el jardín. El principal objetivo de estas notas va a ser darle elementos para que usted pueda elegir el que más le conviene tanto a su jardín como a usted, por el mantenimiento futuro… “a los palos no hay cariño” y si usted va a tener que vivir esclavizado con podas periódicas durante toda la primavera y verano, a la larga o a la corta el romance terminará mal.

Vamos a comenzar entonces por los más bajos.

BIEN BAJITOS

Seguramente usted no los va a identificar como un cerco propiamente dicho sino como una bordura. Pero, cualquiera sea la definición que más le agrade, recuerde que un cerco verde no es solamente defensa visual y contra los vientos, sino además hospedero de insectos útiles y pájaros.

Un cerco muy bajito, digamos máximo 50 centímetros, indudablemente no va a proteger ni de la vista ni de los vientos a nadie, salvo a las hormigas o a los caracoles. Su principal función estética o de adorno va a ser delimitar canteros o hacer pequeños cerramientos de una quinta… y ser refugio de importantes predadores como vaquitas de San Antonio, crisopas, “mamboretás” (o “tata Dios”), microavispitas y tantos otros.

También puede actuar como repelente de insectos. Un caso paradigmático son las distintas versiones de lavanda que, a pesar de ser arbustos semileñosos muy bajos son de gran utilidad para acompañar a otras especies como las rosas, pues sus aceites esenciales que despiden un perfume muy agradable y característico, no lo son para los pulgones, por ejemplo, que se mantienen alejados de otras plantas susceptibles, por lo que no sólo combinan muy bien con rosas sino con la gran mayoría de las hortícolas. Las podas se limitan a un rebaje intenso al fin del verano (febrero) o fin del invierno (agosto), para evitar que se vuelvan muy leñosas.

En la misma categoría podemos incluir a la  “santolina (” Santonina chamaecyparissus), que a pesar de su nombre técnico que parece un trabalenguas es muy útil también por sus aceites esenciales, que tienen un característico olor a tomillo. En nuestras bardas hay tomillos silvestres con el mismo aroma.

Esa virtud la acompañan con un follaje gris verdoso, un crecimiento por debajo de los 30 centímetros, bien globoso y compacto, que se cubre de flores intensamente amarillas al comienzo del verano. No necesita poda (fotos inferiores).

Vive con bajo régimen de riegos y resiste bastante bien nuestros inviernos, siempre y cuando se lo plante a pleno sol.

La semana que viene hablaremos de cercos verdes un poco más altos, que ya pueden cumplir una función de cortavientos, aunque sea modesta.



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