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Los efectos de un barril arriba de u$s 100
La suba del petróleo repercute, en el corto plazo, sobre los precios de los alimentos. Para muchos, la economía va hacia una fuerte desaceleración en el crecimiento mundial.

Hace 10 años el valor del barril de petróleo era de 12 dólares; esta semana cerró a 125 dólares. Este aumento extraordinario arrastra el precio de los alimentos y genera problemas distributivos en todo el planeta. Crea condiciones que incentivan el proteccionismo comercial y el intervencionismo estatal y puede abortar el crecimiento mundial. También tiene consecuencias geopolíticas, ya que la suba beneficia a países que pretenden desestabilizar el orden capitalista democrático (Irán, Venezuela). ¿Por qué el precio ha aumentado tanto? ¿Puede seguir subiendo? ¿Se trata de un problema transitorio o permanente? ¿Qué se puede hacer para solucionarlo?

LAS CAUSAS DE LA SUBA DE PRECIOS

¿Por qué los precios han aumentado de una manera tan extraordinaria? Porque la demanda de energía se ha incrementado como mínimo al ritmo del crecimiento mundial (4% anual), mientras la producción mundial sólo lo ha hecho al 1,1% promedio anual en la última década.

La única manera para que la demanda finalmente se ajustara a un crecimiento tan bajo de la oferta ha sido a través de un aumento extraordinario de precios. La demanda de energía se ha incrementado particularmente con el crecimiento acelerado de China, India y otros países en desarrollo. Pero al crecimiento económico se han sumado los subsidios al consumo en países como Argentina, en donde el valor de la energía se ha retrasado con respecto a los salarios.

El hecho es, entonces, que la intervención estatal en países en desarrollo ha impedido que la suba de precios frenaran la demanda.

Frente a una producción mundial casi estancada y al aumento de la demanda en los países en desarrollo, el ajuste lo han hecho solamente aquellos países industriales que permiten que los precios al consumidor reflejen los precios internacionales. 

Pero claro, se trata de países de alto ingreso per cápita y con pautas de consumo rígidas en el corto plazo, por lo que han sido necesarios aumentos de precios extraordinarios para motivar la necesaria declinación de su consumo.

¿AUMENTO TRANSITORIO O PERMANENTE?

Las condiciones actuales indican que no habrá a corto plazo ningún aumento importante de la oferta. A diferencia de los 70, no hay a la vista ninguna área petrolera significativa que pueda sumarse a la oferta y, al mismo tiempo, hay varias áreas en declinación (México, Mar del Norte, Rusia). El petróleo es un recurso escaso cada vez más costoso de hallar y explotar.

Los descubrimientos de Brasil pueden durar una década en madurar. Aumentos en la oferta de Arabia Saudita e Irak pueden compensar la declinación de otras áreas pero difícilmente impliquen aumentos netos significativos. Por el contrario, los riesgos de corto plazo se relacionan con la posibilidad de que la oferta se reduzca como consecuencia de un eventual conflicto armado con Irán.

En el mediano plazo, los precios actuales del petróleo han de incentivar el aumento de la producción de petróleo, gas y carbón; en EE.UU. se está proponiendo abrir las cuencas marinas a la explotación petrolera, retenidas hasta ahora por razones conservacionistas y ecológicas. Desdeuna explotación más intensiva del carbón hasta la explotación de las arenas petrolificadas de Canadá, hay alternativas hidrocarburíferas que podrían sustituir parcialmente una insuficiente producción de petróleo. Pero el desarrollo de estas alternativas requiere años de inversión y, mientras tanto, el mundo seguirá creciendo y con ello la demanda de energía.

Estos precios extraordinarios también han de incentivar ajustes adicionales de la demanda y una mayor oferta de fuentes alternativas de energía.

Parte del ajuste puede provenir de los países en desarrollo, que de a poco aumenten los precios internos y reduzcan su demanda de energía. También es posible que otros países liciten áreas reservadas, remuevan los impuestos a la producción e incentiven una mayor oferta. Aun en los países desarrollados en los que los precios internos ya reflejan los valores internacionales, la demanda irá cayendo como consecuencia de un cambio en los hábitos de consumo, por ejemplo: cambios en el stock automotor hacia autos de menor cilindrada.

¿Estos ajustes de la oferta y la demanda serán apenas suficientes para evitar nuevos aumentos? ¿Podrán incluso retrotraer los precios a niveles anteriores? Hoy existen opiniones calificadas que justifican desde un retorno del precio del petróleo a los 75 dólares el barril hasta quienespronostican una tendencia de crecimiento hasta valores de 250 dólares el barril.

La diversidad de pronósticos calificados se produce porque son muchas las variables en juego, incluyendo dudas sobre el nivel de crecimiento mundial, sobre el progreso tecnológico potencial en fuentes alternativas de energía y sobre la incierta aceptabilidad política de un nuevo impulso a la energía nuclear. Pero la opinión predominante es que la etapa de petróleo barato ya pasó y, como aún no existen fuentes alternativas baratas, esto significa que los precios altos están para quedarse.

EL FACTOR ECOLÓGICO

El G8 acaba de acordar la conveniencia de reducir a la mitad las emisiones de dióxido de carbono para el 2050, aunque todavía parece lejano un compromiso concreto. Pero el mundo está marchando hacia la imposición de impuestos o cupos transferibles a las emisiones contaminantes, que implicarán impuestos crecientes al consumo de energía proveniente de combustibles fósiles.

El precio del petróleo ha meramente anticipado un aumento del valor de la energía, que ya era considerado como necesario por razones ecológicas. Esta suba de precios tendrá las mismas consecuencias conservacionistas -reducción del consumo y desarrollo de fuentes no contaminantes de energía- que hubieran tenido los impuestos al consumo. Pero la gran diferencia es que la recaudación se la llevan los países productores en vez de los fiscos de los países consumidores.

La principal conclusión, entonces, es que el aumento del precio de la energía está para quedarse, ya sea porque se agrava la escasez de petróleo o porque los gobiernos aprovechan bajas futuras del hidrocarburo para imponer "impuestos verdes" al consumo.

LA POLÍTICA INTERNA FRENTE A LA CRISIS

El gobierno argentino decidió desde el inicio de esta crisis aislar los precios internos a través de su control y de impuestos a la exportación que subsidian el consumo de combustibles y energía y gravan la producción. El consumo ha aumentado espectacularmente, la producción de petróleo y gas continúa declinando y, como consecuencia, el saldo exportable de energía se está convirtiendo rápidamente en un déficit. Paralelamente los combustibles importados a precios internacionales deben compensarse con subsidios fiscales que aumentan el gasto y reducen el superávit fiscal.

El argumento para intervenir es fundamentalmente distributivo, esto es: evitar que los consumidores paguen el verdadero precio internacional y los productores se beneficien extraordinariamente. Es lo que estaría ocurriendo si el gobierno no interviniera en los mercados.

Las concesiones y privatizaciones de áreas hidrocarburíferas en los '90 dejaron los yacimientos en manos privadas, en su mayoría extranjeras, a cambio de pagos definitivos que descontaban un precio internacional de alrededor de u$s 20 por barril. Fueron concesiones y privatizaciones que no previeron la posibilidad de una suba extraordinaria de precios. Las concesiones de áreas debieron haberse hecho a condición de un régimen especial del impuesto a las Ganancias que permitiera al Estado quedarse con un porcentaje elevado de los beneficios, cualquiera fuera el precio internacional que rigiera. De esta manera se hubiera mantenido el incentivo de los concesionarios a aumentar la producción frente a los incrementos de los precios internacionales y el Estado se hubiera hecho de la mayor parte de la renta extraordinaria.

Esos recursos fiscales podrían haber retornado a la población a través de menores impuestos al salario o reducciones del IVA o en asistencias varias para atender la pobreza marginal.

El tratamiento fiscal que compatibiliza incentivos productivos con equidad distributiva es similar al caso agropecuario. Es necesario eliminar los controles de precios internos e impuestos a la exportación y reemplazarlos por impuestos a las Ganancias a tasas normales (sector agropecuario) o a tasas extraordinarias (petróleo y gas). Una renegociación de contratos con cambio de régimen impositivo estaría al alcance del gobierno. Pero difícilmente se produzca, pues la ideología y los intereses políticos oficiales se oponen a cualquier solución de mercado.

CONCLUSIÓN

El aumento de los precios de los commodities está reflejando la limitación de los recursos del planeta frente al excesivo consumo de los países desarrollados y la nueva (explosiva) demanda del tercio de la población mundial que se está incorporando al mercado globalizado. El costo de la incorporación de China, India y otros países se estaba pagando en términos de salarios estancados en los países industriales y ahora a través de mayores precios de la energía, alimentos y otros recursos naturales.

Los países desarrollados están sin respuesta frente a esta suba de precios. Sus industrias tienen que absorber los mayores costos y sus consumidores deben ajustarse el cinturón y cambiar sus hábitos. Este ajuste es inevitable para racionar recursos planetarios crecientemente escasos y es conveniente en la medida en que anticipa otro ajuste de todas maneras necesario por razones ecológicas. Pero en el corto plazo deben enfrentar el riesgo recesivo y los problemas geopolíticos derivados del aumento de precios.

A diferencia de los países que son consumidores netos de alimentos y energía, Argentina tiene el potencial de beneficiarse extraordinariamente como productor en este contexto mundial. Pero en lugar de aprovechar la oportunidad, el gobierno nos aísla del mundo para tener una economía dirigida a dedo, decidiendo cuánto tiene que ganar cada sector apoyado en los falsos argumentos de la distribución del ingreso y la reindustrialización. La discriminación contra el campo y los combustibles obedece a esa intención distributiva y de protección de la industria con bajos salarios y costos baratos de la energía.

Así continuaremos perdiendo las oportunidades que nos brinda la globalización y aumentando nuestra vulnerabilidad frente a épocas de vacas flacas.

MARIO TEIJEIRO (*)

(*) Presidente del Centro de Estudios Públicos

http://www.cep.org.ar



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