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La industria del empaque

En 1985 funcionaban en el Alto Valle unas 300 plantas de empaque de distinto tamaño. El 80% eran pequeñas instalaciones, muchas de ellas fabricadas por el establecimiento Ballada.

Actualmente la firma fabrica moderna maquinaria, entre la que se destacan líneas completas de empaque, tamañadoras de pesado electrónico, pegadoras y armadoras de cajas, tolvas de acumulación de fruta de descarte y calefactores contra heladas.

Las etapas de la empresa pueden establecerse por los distintos productos que fue haciendo. En un ejemplar de "La Nueva Provincia" de 1953 se describen los primeros años en que la firma se orientó a la industria del empaque: "En la actualidad se fabrican en sus talleres máquinas clasificadoras de frutas por peso, de 32 a 40 tambores y cuya calidad ha respondido ampliamente a las necesidades y uso, compitiendo ventajosamente con las similares de importación, y se las emplea en las zonas de Río Negro, Neuquén y Mendoza. De estas máquinas funcionan unas ciento cincuenta unidades para manzanas y peras, existiendo algunas del tipo destinadas a la clasificación de ciruelas. En estos momentos se preparan clasificadoras para frutas cítricas. (...) Complementando la fabricación de máquinas empacadoras de frutas se han construido prensas tapadoras de cajones, carretillas automáticas, rieles transportadores de cajones, mesas de embalar, etc. (...) La construcción de rociadoras sulfatadoras para la cura de frutales con capacidad de 400, 800 y 1.000 litros de dos y tres pistones con motores de nafta y para funcionar con tractor constituye otro renglón importante de esta planta".

En los últimos veinte años el empaque y el frío han vivido profundas transformaciones y la empresa ha buscado adaptarse a la transición impuesta por la tecnología.

El Valle ha intentado adaptar infraestructura de empaque que había quedado obsoleta asistiendo a una creciente automatización del proceso, un trabajo complejo puesto que cada máquina requiere de una readecuación diferente. "A este problema se suma otro -explica Jorge Luis-: la diversidad de máquinas, que no permite hacer stock como hacíamos antes. Hace unos 10 años compramos una inyectora de plástico. Los platillos, las bandejas que llevan la fruta, los comprábamos en el exterior. Había cinco modelos distintos y no sabíamos qué stockear. Decidimos comprar la máquina para hacerlas; de otra manera teníamos que hacer pedidos en octubre y a riesgo".

Ballada hoy presta el servicio de mantenimiento e instalación de máquinas nuevas. "Trabajamos intensamente desde El Chañar hasta Valle Medio y hace un tiempo trabajamos fuerte en citricultura; de hecho, ahora tenemos todo un equipo montando una máquina en Catamarca".

El sueño de Ballada excedió sus fronteras y hoy sus descendientes aspiran no sólo a permanecer en el tiempo sino a crecer en sintonía con los cambios que impone el sector.



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