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La firma Ballada transita sus 90 aņos de vida

Fue la primera empresa metalúrgica que se fundó en Roca, en marzo de 1919. Creció con la fruticultura y tras nueve décadas centra su esfuerzo en fabricar líneas de empaque. La firma ya sumó a la quinta generación familiar, que hoy trabaja para reproducir el sueño de su fundador.

Jorge Sánchez y su hijo Jorge Luis abren cajas y cajas de fotos que guardan la historia de la empresa que Miguel Ángel Ballada fundó hace casi 90 años. En esas imágenes también se cuenta la historia de la fruticultura regional, porque la firma creció paralelamente a la actividad.

"Ballada era inmigrante italiano y la familia del abuelo Martínez Barba venía de la localidad de Nicolás Levalle -cuenta Jorge Sánchez, nieto de Martínez-. El abuelo y el bisabuelo llegaron juntos a Roca en 1917. Primero sondearon el lugar y luego se establecieron". Ballada y Jorge Martínez (casado con la hija del primero) iniciaron sus actividades en Roca en marzo de 1919.

"Eran muy buenos técnicos los dos; cuando llegaron se dedicaron a hacer cortinas de enrollar. Casi todos los viejos comercios de Roca que todavía existen, como La Iberoamericana, tienen esas cortinas. Por el año '23-'24 ya hacían rociadoras para curar. Siempre contaban que habían fabricado un avioncito e inventado un motor a explosión que tenemos guardado".

Las fotos, casi todas tomadas por Jorge Martínez, desencadenan recuerdos. Y a los recuerdos siguen las anécdotas: "Mi abuela fue la primera mujer de Roca en subirse a un avión. Esa anécdota la conoce todo el mundo. Hay dos versiones; yo guardo la que contaba mi abuela: resulta que tenían la casa y el taller en las calles Tucumán y Neuquén; después de la calle Neuquén era todo chacra. Un día vino un gringo loco en avión, un biplano sin cabina, y por un problema mecánico aterrizó delante del taller, en el descampado. Ballada lo vio y le arregló el avión. El gringo, desconfiado, le pidió una garantía y Ballada subió a la esposa al avión para que diera una vuelta con el piloto".

En el museo de Roca se conserva una radio a galena que armaron Ballada y Martínez para escuchar la pelea Firpo-Demsey. Historias como éstas tienen a montones; en cada rincón del edificio de Ballada hay una. Artefactos y documentos cuentan una época.

Durante toda su trayectoria, Ballada combinó muy bien saber e ingenio para ofrecer un servicio convencional (reparación de implementos agrícolas, taller mecánico de automotores y distintas fabricaciones metalúrgicas) y dedicar tiempo a la creación. En los comienzos hacían carruajes de todo tipo y primitivas rociadoras. Del taller pasaron a la carpintería metálica y a la tornería, actividades que dieron paso a una industria totalmente vinculada con la principal actividad económica de Río Negro: la fruticultura.

Desde 1929 hasta 1948 Jorge Martínez estuvo solo frente a la empresa, que en los papeles durante este período fue "Jorge Martínez y Cía.". En 1939 murió Ballada, precisamente cuando la firma comenzaba a orientar su actividad fuertemente al sector frutícola mediante la producción de máquinas e implementos destinados a la recolección y el embalaje de fruta.

"El empaque nace por el año '42 -recuerda Jorge-. Un gran amigo de mi abuelo, Vicente Cervera, de Cinco Saltos, le

contó que se había prendido fuego una máquina importada que tenía la Argentine Fruit Distributors (AFD) en un empaque, entonces Cervera convenció al abuelo para que comprara esa máquina y empezara a fabricar repuestos. Se entusiasmaron tanto que empezaron a fabricar máquinas y después de eso seguimos hasta hoy, que hacemos líneas completas de empaque".

Por el año '60 Ballada dejó de hacer rociadoras. El boom del empaque había estallado. Con la salida de los ingleses (AFD) del negocio la empresa se expandió. Entre 1945 y la década del '50 la demanda fue sostenida y colocó a la empresa entre las principales de la región patagónica. En 1944 se lanzó a fabricar máquinas en serie, cubriendo todas las partes que requería la actividad. Desde entonces y en forma continua ha estado presente en las distintas zonas frutihortícolas del país.

"Nuestro pico histórico de ventas fue por los años '52, '53. En ese entonces entregamos montones de líneas de empaque. Después tuvimos otro pico alto, en 1970", recuerda Jorge.

En estos años intensos se produjo, también, un relevo generacional en la firma. Una hija de Jorge, Fanny Esther, se casó con Leocadio Sánchez, quien se sumó a la empresa familiar. Luego les tocó a sus hijos Jorge y Eduardo continuarla. Con el tiempo Eduardo decidió vender su parte para dedicarse a la docencia en la Escuela Industrial de Roca y hoy los hijos de Jorge (Jorge Luis y Martín) lo suceden. Con ellos se suma la quinta generación de la familia.

Leocadio Sánchez -"un socialista que me hizo socio de River Plate", lo define su hijo- venía de otro oficio. Era viajante de fiambres cuando llegó a Roca, en 1937, desde Bahía Blanca. Y nunca más se fue de aquí. "La conoció a mamá. Se casaron en 1944 y se incorporó a la sociedad, que entonces era 'Jorge Martínez SCC'. En ese momento se incorporaron papá y otros socios. Pero en el año '70 la rebautizamos 'Ballada SA', cambio que se decidió porque nos conocían por esa marca.

"Mi padre, al venir de otra actividad, tuvo que aprender a lo loco. Le gustaba... y en esa época tampoco se preguntaban si les gustaba o no un trabajo: si funcionaba, lo hacían", relata Jorge.

En 1953 el taller se mudó al edificio definitivo, donde se encuentra en la actualidad. "Habíamos pedido un crédito al Banco Industrial para hacerlo pero, finalmente, cuando nos lo otorgaron ya habíamos levantado el edificio, de modo que no lo necesitamos. Eran buenos tiempos aquéllos...

"Durante muchos años la única metalúrgica que hubo en la zona era la nuestra. Venía trabajo de todo el sur; no le hacíamos asco a nada, hacíamos de todo: galpones para estancias de la Línea Sur, repuestos, de todo. Luego nos dedicamos casi exclusivamente a máquinas de fruta. Crecimos a la par del mercado frutícola. Tuvimos un crecimiento muy grande hasta el año '65; después fue algo más constante. La demanda se había cubierto y luego vino la renovación de las plantas de empaque, ahora con tecnología.

"Mi abuelo y mi viejo insistían en tener una alternativa de fabricación para aguantar los períodos de crisis de la fruticultura. El Valle -decían- se iba a saturar, así que fuimos desarrollando otros productos como calefactores para heladas y cerradoras de cajas, y fuimos compensando. Actualmente estamos en un punto en que tenemos que decidir comercialmente si nos expandimos o no, si sumamos infraestructura en otras partes del país. Trabajamos mucho cítricos y estamos reemplazando sistemas obsoletos por maquinaria nueva, que se ha automatizado. La parte mecánica de las máquinas la desarrollamos acá".

Ahora, cuenta, están dando algunos pasos para iniciar la fabricación de una tamañadora a cadena inteligente. "Ésa es la próxima etapa. Ya la tenemos depurada. Las empresas europeas ya la usan y en Argentina hay un solo fabricante. El desarrollo de esa maquinaria nos permitiría entrar en todos los mercados del mundo", explica.

"Estamos estudiando este sistema, pues hay estudios que dicen que no es recomendable para las peras -explica Jorge Luis-; es un sistema que usa transportadores muy cerca. Nosotros usamos transportadores a 150 mm y éstos usan 70 mm, es decir, a misma velocidad lineal procesan el doble de fruta. Y la forma de la pera hace que se toque una fruta con otra y se distorsione el peso".

Jorge Sánchez se sumó a la empresa familiar en 1969. Trabajaba en un banco regional y "los fierros" le tiraban. "Empecé haciendo cadenas. Mi abuelo venía poco pero pude aprender mucho con él, con él y con todos los que me enseñaron este oficio. Después de que hice un recorrido por toda la fábrica, pasé a la administración. Hoy la parte técnica la trabajan mis hijos. Martín hizo una tecnicatura en fruticultura y Jorge Luis es ingeniero mecánico. Yo me encargo del frente comercial. En el taller hay un equipo con los que nos reunimos semanalmente".

Jorge Luis se incorpora como su padre, casi naturalmente. "Me acuerdo de que venía acá a los 6, 7 años... la fábrica me atraía". Hoy es quien innova en la empresa, actividad que desarrolla en paralelo a su actividad docente en la Facultad de Ingeniaría (UNC) ".

Como toda pyme industrial argentina, la centenaria Ballada es casi una sobreviviente. "Cada crisis ha dejado algo -afirma su actual gerente-. Es el destino de la Argentina, los empresarios tenemos que aprender a mantenernos en pie mientras dure el temporal. El Rodrigazo fue el 31 de marzo del '75; lo tengo clavado en la memoria. Estábamos acostumbrados a una inflación de un 5 ó 6% y se vino un aumento del 225,3%. Imaginate lo que fue. Pero también nos repusimos rápido porque había trabajo, había una lucecita en el final del camino. Después vino Martínez de Hoz, otro mazazo a la industria; después Cavallo, con el 1 a 1, que fue la peor época, fue una crisis muy profunda y duró una década. El panorama se complicó con las crisis del 'Tequila' y demás. Todavía tenemos cosas que arreglar de esa década, fijate si no fue difícil...".

Pero Ballada pudo sobreponerse y hoy cuenta su historia, una historia que se construye también a futuro. "Yo tengo una ventaja -afirma Jorge-: mis hijos me acompañan, ellos son el relevo imprescindible para las empresas familiares como la nuestra".

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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