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El viaje que redondeó la Tierra

Desde el siglo VII, con la irrupción del islam en el Cercano y Medio Oriente, el comercio entre Europa y Asia quedó sujeto a la intervención de los árabes, que actuaban como intermediarios entre ambos mercados y por lo cual cobraban importantes sumas para permitir el paso de la seda, el azúcar y las especias. A partir del siglo XV, cuando el Imperio Otomano bloqueó estas relaciones mercantiles, la necesidad de encontrar nuevas rutas desató en Europa, en especial en Portugal, la búsqueda de una vía náutica. A finales de ese siglo ya los navegantes portugueses habían conseguido una nueva ruta siguiendo la costa de África para llegar a la India. La travesía era larga y peligrosa, y fue lo que decidió a Colón a proponer a la Corona de España el viaje hacia el oeste para llegar a Cipango. Cruzó el Atlántico en treinta y tres días; un tercio, como mínimo, de lo que demoraban los portugueses en llegar a Asia. Aunque durante varios años Colón mantuvo su convencimiento de haber llegado a las tierras de las especias, los españoles no tardaron en advertir que habían chocado con un continente que ni remotamente soñaban que existía.

Marco Polo, que en el siglo XIII había llegado por tierra a Asia, denominó con los nombres de "Catán" y "Cipango" a China y Japón respectivamente. Pensó que el Oriente era más extenso que lo que verdaderamente es y que China y Japón estaban enfrente de las costas europeas. Los cosmógrafos del siglo XV sostenían también que a partir de la esfericidad de la tierra postulada por Ptolomeo, siguiendo la ruta del sol era posible llegar a las Indias sin necesidad de bordear África. Lo que se ignoraba, y esto le tocó descubrir a Magallanes en una penosa travesía de tres meses desde el estrecho que lleva su nombre hasta Filipinas, era la vastedad del océano Pacífico que los europeos denominaban "Mar del Sur".

Nadie sabía, por supuesto, si existía un paso que conectara el Atlántico con el Pacífico y, si bien era unánime la opinión de que en algún lugar debía estar, debieron pasar varios años desde el primer viaje de Colón para que se hallara la vía de comunicación que presumían que serviría para acortar el viaje entre España y las islas de las especias, es decir, el archipiélago de las Molucas en Indonesia. Fue Solís, en 1515, quien hizo el primer intento y confundió el río de la Plata con el anhelado paso. Lo remontó con sus dos naves pero cayó en un enfrentamiento con los indios y el misterio quedó sin develar, pues sus hombres de inmediato regresaron a España.

 

Hacia lo desconocido

Apenas dos años después, luego de haberle presentado su proyecto al rey de Portugal -Manuel I "El afortunado"- y de haber recibido la negativa a su plan, Fernando de Magallanes se dirigió a Sevilla junto a Rui Faleiro, un afamado cosmógrafo de su época, y ofreció servir al joven rey Carlos V en el propósito de hallar una ruta más corta hacia Molucas. Magallanes pensaba, de acuerdo con la información de que disponía, que las islas de las especias estaban ubicadas dentro de la jurisdicción de España, sobre la base del Tratado de Tordesillas de 1494 por el que Portugal y España se habían repartido el mundo bajo el arbitrio de la Iglesia. Convencer a la Corte no le resultó en absoluto una tarea sencilla, pero finalmente el 22 de marzo de 1518 se firmó la capitulación de Valladolid y se lo nombró capitán general de la expedición y gobernador de todas las tierras que conquistara.

El 20 de setiembre de ese año abandonó el puerto de Sanlúcar de Barrameda y enfiló hacia el sur con sus cinco naves: la "Trinidad", nave capitana; la "Concepción", la "Victoria" -cuyo nombre resultaría premonitorio tres años después-, la "Santiago" y la "San Antonio". La tripulación contaba con doscientos sesenta y cinco hombres que, al cabo del derrotero en torno del globo, quedaron reducidos a poco menos de una veintena.

En las Islas Canarias completó el aprovisionamiento de su escuadra y desde allí cruzó el océano para llegar a Brasil. Luego de unos días en la paradisíaca región de Río de Janeiro su escuadra continuó viaje hacia el sur para explorar el río de la Plata. Descubrió que ese enorme curso de agua dulce era precisamente un río y que por lo tanto era imposible que uniera dos mares, como él estaba buscando.

Siguió su viaje hacia la Patagonia recorriendo exhaustivamente todo su litoral y el 31 de marzo de 1520 llegó a San Julián, donde decidió invernar. Desde allí ordenó a la "Santiago" avanzar unos grados más hacia el sur y descubrió el río Santa Cruz, donde el 22 de mayo de ese año la nave se estrelló en su accidentado viaje y tuvo lugar la primera gran baja de la expedición magallánica.

Entre tanto, como le había sucedido desde la partida de España, debió enfrentar la relación hostil con los oficiales españoles, que organizaron un amotinamiento en San Julián bajo el liderazgo del veedor de la Corte Juan de Cartagena. Apelando a toda su astucia el portugués logró reducir a los rebeldes y les aplicó severísimos castigos. Luis de Mendoza, comandante de una de las naves, fue ejecutado; la misma suerte corrió el otro capitán, Gaspar de Quesada. Juan de Cartagena y el capellán de la expedición fueron abandonados en la costa, desde donde clamaron por la vuelta de las naves cuando éstas abandonaron para siempre la bahía de San Julián.

El estrecho

El 21 de octubre de 1520 Magallanes encontró el paso que luego de su muerte llevó su nombre y el que denominó "De todos los Santos". A la extensión al sur del estrecho la nombró Tierra del Fuego, debido a las incesantes fogatas que los pueblos originarios mantenían encendidas día y noche para conservar las llamas en tanto no disponían de técnicas para encenderlas a su antojo. Durante esas horas previas al triunfo, Magallanes experimentó otro revés: la "San Antonio" puso proa hacia Sevilla porque sus oficiales desconfiaban del plan de su jefe.

Finalmente, el 28 de noviembre de 1520 la escuadra llegó al Mar del Sur, que Magallanes llamó "Mar de las Damas" hasta que se consolidó su nombre actual -Pacífico-, inspirado en la tranquilidad de las aguas que reinó durante el viaje de tres meses que demandó unir el extremo sur de la Patagonia con la primera isla que encontró la expedición.

Durante esa etapa, pese a que los vientos eran propicios y las aguas recibían con mansedumbre el paso de las naves, la tripulación comenzó a ser diezmada por el hambre, la sed y el escorbuto. Recién el 24 de enero de 1521 Magallanes tropezó con la primera isla, que llamó "De los ladrones" y que hoy lleva el nombre de "Marianas". En ese primer contacto con tierra firme logró aprovisionarse de agua y comida a cambio de espejos y cascabeles con los habitantes del lugar.

Dos meses después, el 16 de marzo, Magallanes desembarcó en las islas de San Lázaro, nombradas después "Visayas", en el centro de las Islas Filipinas. Allí, en un islote llamado Mactán, Magallanes perdió la vida el 27 de abril de 1521 luego de trabarse en una pelea con los hombres del cacique Lapu-Lapu.

Antes Magallanes ya había comprobado empíricamente la esfericidad de la tierra. Su sirviente Enrique, de origen malayo, que había conocido en sus viajes a Asia mientras servía al rey de Portugal, había logrado entablar una conversación con los originarios de las islas que estaban visitando.

El lenguaje común reveló que Enrique pertenecía a un mismo ámbito lingüístico que los nativos. Y, en consecuencia, es lógico deducir que el primer ser humano en dar una vuelta completa al globo fue precisamente este joven, a quien el destino también le deparó ser uno de los pocos que lograron regresar al puerto de partida.

La victoria

Juan Sebastián Elcano, que había formado parte de la rebelión de San Julián para abortar los planes de Magallanes, quedó a cargo de la expedición tras la muerte del capitán general, tal vez sin méritos para que la historia lo eligiera como el comandante que logró completar la primera circunnavegación al globo. Elcano, ungido ya con el grado de jefe de la escuadra, debió abandonar la "Concepción", que ya no estaba apta para continuar navegando, y en noviembre de 1521 logró dar con las Molucas, donde cargó el vientre de los dos barcos que le quedaban con toda clase de especias, cuyo valor en Europa era equiparable o mayor al del oro.

Finalmente, los pocos sobrevivientes de la travesía, que demandó setenta mil kilómetros de navegación por aguas ignotas, llegaron al puerto de Santa María de Cádiz el 6 de setiembre de 1522 con una sola nave, la "Victoria", la de menor tonelaje de toda la escuadra. Apenas dieciocho hombres desembarcaron en España de los doscientos sesenta y cinco que tres años antes habían partido de Sanlúcar. Sin embargo, la carga de especias -pimienta, clavo de olor, canela y nuez moscada, entre otras, de la "Victoria"- fue suficiente para saldar todos los costos de la expedición.

PEDRO PESATTI



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