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Bodegas Agrestis, con identidad rionegrina

Norberto Ghirardelli es agrónomo y hace 14 años fundó una de las bodegas emblemáticas del Valle. Su emprendimiento, en el que participa toda su familia, crece y suma productos. Su champán ganó un merecido espacio y ya es parte de la historia vinícola regional.

En uno de los estantes de su oficina hay una botella de champán Baronet, de Barón de Río Negro, la primera bodega que fabricó un espumante en el Alto Valle. Su madre lo compró el día de su nacimiento y lo conservó para abrirlo cuando él cumpliera 20 años. Poco después de esta celebración ese hijo, Norberto Ghirardelli, se recibió de ingeniero agrónomo y, casi jugando, incursionó en el mundo de Baco.

Norberto se siente parte de esta geografía. Habla de identidad. La siente. Su abuelo fue uno de los pioneros de Roca y su padre, un inmigrante que le transmitió el afecto por la tierra. "Mi madre -Amalia del Hierro- nació acá y mi padre, Gabriel Ghirardelli, llegó como inmigrante en 1949 a la Argentina. Mi abuelo materno, Amando del Hierro, tuvo un montón de actividades en esta localidad y mi padre vino de Italia con la Techint. Viajó con su hermano Gino; eran de la Dalmine (provincia de Bergamo), ciudad donde estaba la empresa que entonces buscaba hacer negocios en la Argentina. Vinieron contratados para hacer el oleoducto de Comodoro Rivadavia-Bahía Blanca y el gasoducto de Huincul-Bahía".

Durante ese tiempo, Gabriel Ghirardelli y su hermano se conectaron con el Valle. Vivieron un tiempo en Comodoro, luego en Madryn y después en Roca, donde Gabriel conoció a quien sería su esposa. "La obra fue avanzando y cuando llegó a Choele Choel se casaron. Prácticamente en el mismo momento mi tío Gino se casó con Adriana Boninsegna en Luis Beltrán". Cuando terminó esa obra todos ellos decidieron radicarse en General Roca.

"Mi padre tenía 19 años cuando llegó a este país. Gino había estado en la guerra pero mi padre no, porque entonces era menor. Posiblemente Gino no haya querido regresar a Italia por el recuerdo de la guerra; fue sólo una vez a ver a su mamá. En cambio mi papá vivió durante 30 años la mitad del año acá y la otra mitad, en Italia. Cuando nos recibimos decidió comprar un departamento en su pueblo; viajaba en mayo y volvía a la Argentina para el cumpleaños de una de mis hijas, el 20 de setiembre. En este sentido conservamos muy fuertemente la cultura italiana, pues mi padre tuvo dos patrias".

Al radicarse en el Valle en 1953 Gabriel Ghirardelli se incorporó muy rápidamente a la producción frutícola. Compró una chacra evidentemente entusiasmado con la actividad, porque no provenía de una familia de agricultores. Aquí nacieron los hijos de Amalia y Gabriel -Norberto y Susana- y aquí construyeron su vida. Vivieron en esa chacra hasta que los hijos comenzaron sus estudios universitarios. Ellos crecieron en este medio, el que marcó su destino.

Casi naturalmente Norberto siguió la carrera de Agronomía. Al recordarlo afirma: "Mi elección se debió a una influencia total del medio que, por suerte, salió bien. Mi hijo se está por recibir de ingeniero agrónomo en estos días. Cuando le tocó elegir a él, hasta me dio miedo haber influido en su decisión. Mi hijo desde chiquitito vivió la chacra, andaba a caballo, me acompañaba, y el día en que me dijo que iba a estudiar agronomía o veterinaria yo intenté advertirlo, pero llegado el momento resolvió que seguiría mis pasos".

Gabriel Ghirardelli tuvo viña, aunque estuvo claramente orientado a la producción de peras y manzanas. Fue productor durante muchos años pero nunca se mostró interesado en tener una bodega. Esta iniciativa fue exclusiva de su hijo, quien poco a poco incursionó en este mundo. Cuando se recibió volvió a Roca y junto a unos amigos con quienes disfrutaba de probar vinos comenzó a hablar de hacer "algún vinito de esos que no hagan doler la cabeza" ( risas). Uno de ellos, Luis Fassanella, era colega suyo y el otro, Reinaldo Palmieri, enólogo. "En ese momento Reinaldo era gerente en la cooperativa Valle Fértil y productor y Luis trabajaba en Maresba".

Norberto, por su parte, se había sumado a AgroRoca. Su padre había sido uno de los socios fundadores de ese comercio. "El origen de AgroRoca -recuerda Norberto- fue un negocio de mi abuelo materno. Estaba en la calle

Tucumán entre Italia y Sarmiento; allí había un surtidor de Shell, tenía la agencia Shell. Cuando mi abuelo puso en venta ese comercio mi papá se lo compró con un cuñado suyo. Al poco tiempo este último, de apellido Estuqui, vendió su parte y la compraron Jorge Boltshauser y Lustig; años después se sumaron otros socios más. Esa Shell debe ser una de las agencias más antiguas de la Argentina. Aún sigue siéndolo, ahora orientada a productos químicos. Mi papá veía, entonces, que empezaba a generarse el negocio de los agroquímicos. La Shell fue una de las precursoras de la venta de aceites minerales y fertilizantes y vio que ese comercio era la base de algo que iba a instalarse con fuerza en la región por la intensidad productiva del Valle".

Norberto regresó a Roca con su título a estrenar y, simultáneamente a su trabajo, comenzó a gestar otro emprendimiento.

"Un día Reinaldo (Palmieri) nos dice que había una bodega en Guerrico que se alquilaba. Su dueño era un enólogo de apellido Álvarez. La fuimos a ver; era una bodega chiquita y nos entusiasmamos. Ninguno de nosotros tenía viña, sólo teníamos ganas... y la alquilamos. Le comprábamos uva a García Crespo, que tenía Semillón. Fue en 1980, 1981. Estuvimos dos años haciendo vinos con mis amigos. Hicimos algunos arreglos mínimos en la bodega y nos largamos. Hacíamos una pequeña cantidad. No se trataba de un emprendimiento comercial, cada uno tenía una actividad de la cual vivía y hacer vino era un hobby. El fin de semana íbamos a Guerrico a divertirnos. En lugar de dedicarnos a la carpintería nos dedicábamos a hacer vino. Teníamos los vinos en las piletas y sacábamos en damajuanas para nosotros. Obviamente, después de dos años la bodega se llenó y fue entonces que el dueño nos ofreció comprarla. No habíamos analizado esa alternativa ni teníamos recursos para hacerlo. El hombre nos dijo que tenía la solución y llegamos a un acuerdo: nos pidió el vino que teníamos guardado como forma de pago y terminamos comprando la bodega por el vino y poca cosa más".

Cuando adquirieron la propiedad cambiaron la relación con la actividad. "Digamos que empezamos a tomarnos la cosa más en serio -explica-. Compramos un viñedo viejo en J. J. Gómez que comenzamos a reconvertir lentamente: plantamos Semillón, Cabernet y Chardonnay. Hicimos una marca y todo, se llamaba 'Viña Valtierra'. La idea era terminar armando un proyecto de vinos finos, porque ya se hablaba de que era la solución para la zona".

Desde entonces comenzaron a vender. En ese momento los socios estaban en mejor posición que el resto de las bodegas, que venían con una historia de vinos comunes atrás y atravesaban un momento crítico. Ellos empezaban de cero, pero reconvertidos.

A fines de la década del '80 llegó el momento de tomar la gran decisión: dar el gran salto o salir de la actividad. En 1988 había visto la luz el proyecto de vinos de las zonas frías (ver recuadro) y decidieron sumarse. Norberto y Luis hicieron un viaje a Italia con la idea de ver equipamiento para la bodega y de solicitar al gobierno italiano un crédito de los que entonces otorgaba ese país para este tipo de actividades. Presentaron un proyecto para reconvertir 25 hectáreas y equipar la bodega. "No estábamos en condiciones de hacer una inversión genuina y pedimos el crédito, pero finalmente no salió. Nuestro proyecto se derrumbó y vendimos la bodega".

Aunque el proyecto había abortado, Norberto seguía interesado en llevarlo a cabo. "Así fue que me compré esta chacra en 1992; la elegí porque tenía una bodega pequeña que había construido Roberto Medhi, quien había fabricado vino dos o tres temporadas por el año '78, pero después murió y su esposa vendió la chacra".

Lo primero que hizo allí fue arrancar los frutales y plantar viña. Este proyecto nació con la idea de elaborar champán y como el 1 a 1 se lo permitió compró las plantas en Francia: "Traje las variedades clásicas del champán, Chardonnay y Pinot Noir. En ese momento en la Argentina empezaba el boom de la vitivinicultura y todavía no era fácil conseguir plantas con garantía de pureza varietal. Además tuve suerte, porque el representante del vivero francés era un colega uruguayo que en ese momento estaba haciendo una operación grande con la Bodega Chandon y sumó mis plantas a ese pedido. Eran plantas injertadas que venían a raíz desnuda y en contraestación, así que tenían que viajar muy cuidadas, en contenedores refrigerados, con control de humedad, etcétera. Así que me metió en un rinconcito del contenedor de Chandon. De otro modo se me hubiese complicado mucho traerlas".

En la primavera de 1994 Ghirardelli plantó siete hectáreas de viña y comenzó a preparar la bodega para cuando empezara la producción de sus uvas. Tenía tres años por delante; en ese tiempo recicló las instalaciones y las adaptó para la fabricación de champán, tarea que continúa a medida que crece la producción del emprendimiento.

"Empezamos a elaborar el año en que comenzó a producir nuestro viñedo. En ese tiempo encontré la marca Agrestis, que quiere decir 'agreste' en latín. Me gustó porque es una palabra que define muy bien la geografía patagónica. Nos largamos con el Nature, que es el champán más seco, seco pero amable. Me preguntan por qué lo elegí. Porque me gusta. Así como no podría cocinar algo que no me gustara, no podría hacer un champán que me desagradara. Mis hijos, que ya opinan y vienen con nuevas ideas, seguramente ayudarán a ampliar la oferta con el tiempo; por ahora nos consolidamos como marca y logramos hacer un producto que nos identifica y que es muy aceptado por la gente. La bodega también fabrica unas 4.000 botellas de Pinot Noir por año. Cuando hacemos el corte año a año buscamos la uniformidad del producto. Aun así, vamos desarrollando otros productos. Este fin de año vamos a lanzar el Nature Rose, que es de Pinot Noir puro, Pinot 100%".

En tanto, la extensión de viña se multiplica. Hace poco tiempo Ghirardelli plantó una nueva variedad de origen alemán que aún no está en producción, la Gewürztraminer, para hacer un vino espumante aromático. "Es un producto diferente en la zona; lo vi en Italia. Es un espumante de aroma delicado pero marcado, muy intenso... imagino que en la próxima temporada ya tendremos algo".

Otra innovación que hicieron hace un año, siguiendo el consejo del especialista Alcides Llorente, fue lanzar a la venta damajuanas de cinco litros de cabernet sauvignon. "Es una costumbre muy afianzada en países que tienen producción vitícola como Italia, España y Francia. Las bodegas ofrecen un producto de calidad pero sin el costo del packaging".

Ghirardelli también elabora, conserva y fracciona vino para un tercero, un emprendimiento situado en Valle Azul. Bodegas Agrestis comercializa hoy el 70% de su producción en Río Negro y Neuquén y el 30% en el resto del país.

Sin dudas, otro cambio que vivió el emprendimiento fue la incorporación de los hijos de Norberto y de su esposa María Rosa a distintas actividades en la bodega. Florencia, licenciada en Turismo y Hotelería, sumó eventos y un local de ventas de libros y accesorios vinculados con la vitivinicultura: ofrece los productos de su bodega, cosméticos a base de uvas, aceites de oliva y nueces, entre otros. Hace un mes organizó con total éxito su primer curso de cata y ya está organizando un segundo y un tercero. Para setiembre planea realizar cenas temáticas con maridajes. En tanto, Alfredo Ghirardelli, a punto de obtener su título de agrónomo y de especialista en marketing de vinos, acaba de realizar su primera venta del producto familiar a Estados Unidos. La familia se completa con Lucila, que es arquitecta, y Julia, que está terminando su secundaria.

"Realmente fue una experiencia extraordinaria el haber podido compartir esta actividad con mi familia. El primer reconocimiento es hacia mi padre, quien sin querer me mostró el camino y me acompañó de modo incondicional en mis decisiones. Él amaba la chacra y disfrutaba muchísimo aquí. Por fortuna pudo ver todo el desarrollo de este emprendimiento. El año pasado, antes de morir, terminamos de plantar y él pudo estar en ese momento. Sintió entonces que podía estar tranquilo porque la obra estaba concluida. Y, simultáneamente a su partida, mis hijos regresaron para continuar la tarea. En ellos, la vida continúa".

 

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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