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UN ESCRITOR RUMIANTE QUE RETRATA EL MUNDO LITERARIO DE LOS \'50 | ||
En su última novela, "La casa de Dostoievski", Jorge Edwards eligió repasar la generación de poetas chilenos de los años '50, en la que están presentes Neruda y Huidobro. El protagonista principal es el Poeta -así, con mayúscula, como si fuera un nombre propio-, a cuyo personaje se lo identifica con tres o más poetas reales, principalmente con su amigo Enrique Lihn, gracias a quien surgió esta historia. Resulta que Lihn alquilaba una habitación en una vieja mansión -conocida como la casa de Dostoievski- que era frecuentada por escritores, poetas, pintores y filósofos. "Enrique acumulaba todo tipo de cosas, desde libros y revistas hasta elementos insólitos. Un día estaba tan llena que debió irse por la ventana. Arrojó las llaves y no regresó. Esta imagen la medité y rumié durante mucho tiempo. Porque -como decía Machado de Asís- soy un escritor con cabeza de rumiante", señala Edwards, quien en un principio tenía la intención de escribir sólo un cuento breve con un final abierto pero finalizó en esta premiada novela, donde la idea de evasión siempre acompaña al Poeta. El protagonista escapa y vuelve constantemente. En un primer momento hasta elude a Teresa, quien comienza como musa, sigue como amante y termina como madre, protegiéndolo. Aunque ningún personaje lleva el nombre del autor, Edwards está muy presente en toda la novela en diferentes personajes; en el Poeta, que viaja a París, regresa al Chile de Salvador Allende -con esperanza y desesperanza- y se va a La Habana, donde el autor recrea el famoso caso Padilla, que fue el que ocasionó su salida de Cuba, donde era embajador. También se puede reconocer a Edwards en Eduardito Villaseca, un muchacho que pretende ser poeta y, para eso, debe rebelarse ante las presiones de una familia burguesa y un padre autoritario que ya tienen resuelto su futuro y consideran que escribir debe ser una tarea de fines de semana, ya que el resto de los días debe dedicarlos a cosas importantes. Entre sus particularidades, esta novela de Edwards tiene la incertidumbre del narrador. "Es algo que uso mucho. El narrador incierto, inseguro, conjetural, que supone cómo pudo haber sido algo pero no lo sabe. Eso es contrario al narrador clásico, omnisciente, que lo sabe todo, como Dios, que conoce lo que pasó antes y lo que va a pasar después. En mi narrador hay cosas que nunca sabe, que imagina pero no termina de saberlas. Posiblemente sean las que hacen sufrir", dice Edwards. ¿De dónde proviene esto? "Quizá fue el existencialismo el que me dejó esa incertidumbre del narrador -piensa el chileno-. Eso de que la definición final de la vida se da en el transcurso de la vida, ni antes ni después. No es una esencia que esté dando vueltas por ahí sino algo que va cambiando en la circunstancia y que finalmente sólo queda fijado por la muerte. Como dice Sartre, ser para la muerte".
JUAN IGNACIO PEREYRA |
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