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Apuntes sobre gigantes
El autor chileno, recientemente galardonado con el Premio Planeta Iberoamericano de Novela por “La casa de Dostoievski”, habló con el “Cultural” sobre Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y su propia obra.

Borges.

-Original. Astuto, no se metió con la novela, con lo cual no quiso ser un Proust ni un Thomas Mann. Apeló a relatos breves. Escribió con mucha gracia. Gran lector.

-El escritor polaco Witold Gombrowicz dijo que si los argentinos querían escribir debían matar a Borges.

-¡Muy bueno, muy bueno: matar al padre! En Chile lo decían los poetas de mi tiempo en relación con Neruda.

-¿Sombras que pesan?

-Sombras... en Chile los poetas le decían Nerón a Neruda.

-¿Usted mató a Neruda?

-No. Bueno, en cierto modo, sí.

-Fue su amigo; usted fue su compinche en la Embajada de Chile en París.

-Fui amigo de él por lo siguiente: yo era el único de mi generación de escritores que prácticamente no escribía poesía. Eso me permitió ser amigo sin tener el complejo de que me estuviera aplastando como poeta. Tuve una buena relación con él, pero con Neruda la cosa era pesada. Sí, sí, tuve que matarlo.

-¿Cómo?

-Desde el vamos hubo algo de ambiguo en la relación. Lo que me fascinaba de Neruda era "Residencia en la Tierra", y llegué a él cuando él había escrito las odas a Stalin; le dedicó dos odas. Yo lo conocí en el '52 y Stalin murió en el '53. Esas odas son el disparate poético más grande que se pueda leer hoy en día.

-Usted señala en "Adiós, poeta" que Neruda definió la muerte de Stalin como "un golpe de océano" y que el Partido Comunista Chileno calificó a Stalin de "sabio maestro desaparecido".

-Así es.

-¿Y entonces? ¿Como siguió la historia de aquellos días entre usted y Neruda?

-Me alejé de Neruda durante un tiempo porque él organizó un congreso de la cultura claramente comunista. Era un tiempo en que yo me veía, me vinculaba mucho con grupos de escritores chilenos que abrazaban el surrealismo. Y claro, entre la generación de él y la mía había, en términos de escritores, una generación intermedia: estaban Teófilo Salinas, Nicanor Parra y otros. Un día llegué a un café y me encontré con ellos. Me dijeron que iban a ir al congreso "siempre que se nos permita hablar de la cultura bajo Stalin". Me pareció una idea fenomenal porque no se iba a poder hablar de ese tema. Pero fuimos y divulgamos un manifiesto a favor de la libertad. Por supuesto: nos echaron del congreso inmediatamente. Neruda me dijo que yo era un ingenuo... "Todavía te falta experiencia política".

-¿Cómo siguió la relación con Neruda?

-Bueno, congelada por un tiempo. Pero él comenzó a llamarme... era una sirena que atraía. En privado, en pequeños grupos, era muy divertido, simpático. Un enorme conversador.

-¿En público la impostura?

-No tanto, sino solemne, inmenso.

-Y pensar que no sabía atarse los cordones de los zapatos...

-Así es. Tenía mucho mundo, había viajado, había conocido a Gandhi cuando éste era un joven líder, había conocido a André Malraux...

-En los días de la Guerra Civil Española...

-Sí, sí; era un conversador fantástico.

-Neruda dijo que usted escribía con una "tranquilidad pasmosa". ¿Qué quiso decir con eso?

-No lo sé, pero me lo dijo en una de las primeras conversaciones que mantuvimos: "Me gusta mucho la tranquilidad con que escribes". Me parece que con esa reflexión quizá quiso destacar la distancia un poco burlona e irónica con que suelo escribir, algo que es poco frecuente en la literatura chilena, cuya tradición es ser más frontal, golpear fuerte, directo. Cuando me conoció él había leído "El patio", mi primer libro. Le había gustado, pero fue ahí cuando me advirtió...

-...que sería muy difícil ser escritor en Chile llevando el apellido "Edwards", por ser un apellido con mucho abolengo y poder.

-Sí, sí, pero los Edwards con poder son los Edwards dueños de "El Mercurio", parientes míos, sí, pero no tenemos la misma situación, así que he tenido que trabajar... y de escritor, de escritor.

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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