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Kirchner y los dos peronismos

En su primer mandato el ex presidente concilió el peronismo clientelar-federal con el de base sindical, fortalecido con la recuperación económica, y sumó movimientos sociales e intelectuales y organismos de derechos humanos. ¿Se viene un cambio?

Antes de emprender la reorganización del PJ Néstor Kirchner empleó la gran autonomía estratégica que le brindó una Argentina en emergencia para emprender, desde la presidencia, un giro programático. Distanciaba al país de las políticas neoconservadoras.

Esa autonomía también fue útil para cobijar una de las vertientes de su propio mundo partidario, el peronismo "federal", principal protagonista de los años noventa. Un peronismo al que él había pertenecido y que intentó quedarse con el Ejecutivo nacional vacante después de la salida de Fernando de la Rúa.

Ni Ramón Puerta ni Alberto Rodríguez Saá tuvieron éxito.

Como tituló un analista frente a aquel convulsionado momento, el "Afganistán" político argentino tenía el peronismo federal como principal protagonista, aunque éste navegara, desde aquella reunión en la localidad de Merlo del 20 de diciembre de 2001 y la de Chapadmalal de diez días después entre una feroz competencia por quién se quedaría con el botín y la necesidad de encauzar la gobernabilidad del país.

Eduardo Duhalde resultó finalmente el piloto de la tormenta, que no sólo devastaba al país: también lo hacía con el peronismo. Su gobierno fue de "salvación nacional", pero también de resguardo para un peronismo que recién entonces advertía la profunda transformación a la que había sido sometido durante los años noventa.

Ciertamente, el peronismo que amanecía ante el nuevo milenio lo hacía con un rostro cambiado. Había dejado atrás su pasado de partido de base sindical para devenir en una experiencia mayormente clientelar. A pesar de ello la "identidad" y el principio de liderazgo mantenían su vigencia. Ese peronismo clientelista tuvo mayor éxito dentro de otro peronismo, el federal. Y este último no resultaba una

invención del presente sino que hundía sus raíces en la misma historia previa a los tiempos formativos del movimiento comandado por Juan Perón. Sus líderes pertenecían a esa vertiente del conservadurismo popular marcado por el parroquianismo político "natural" al mundo de provincias.

La historia de los Juárez, Saadi, Rodríguez Saá, Romero, Sapag y otras tantas familias arranca en ese tiempo y en algunos casos continúa hasta el presente.

Aquel peronismo de provincia compitió con el de base sindical.

La llegada de Carlos Menem prometía un compromiso entre ambos, pero terminó con la derrota del segundo y la entrega al primero de un modelo ejemplificador y con recursos para asegurar su conversión al nuevo formato clientelar.

La campaña presidencial de Duhalde en 1999 y su corta presidencia fueron una expresión de ese peronismo más clientelar que federal, aunque también un tibio intento por rescatar del naufragio el de base sindical al lanzar su proyecto productivista.

Néstor Kirchner, después de dejar atrás el primer transversalismo de amplio espectro para luego contentarse con el concertacionismo más estrecho, decidió terminar con la vacancia del partido peronista. Para ello hizo un inventario de su propia relación con los dos peronismos. Observó que el sindical está en rápida recuperación frente al proceso de fuerte restablecimiento de la industria. Tomó nota también de que el clientelar sigue vigente en gran parte del conurbano y del interior del país. Además, registró que en las provincias la cultura del parroquianismo ha relanzado un peronismo federal pero que sigue asociado al clientelismo. Sin embargo, en las provincias prósperas el peronismo federal tiene una base menos clientelar que en las más pobres.

Mientras fue presidente, Kirchner negoció y cobijó a este peronismo federal-clientelar en una suerte de partido de ejecutivos de distrito. Pero también impulsó el peronismo sindical.

La estabilidad de cinco años para su partido presidencialista fue posible por haber reunido a esos dos peronismos, a los cuales sumó movimientos sociales e intelectuales y organismos de derechos humanos. Con todo ello logró por momentos seducir a ciertas porciones de las clases medias.

La salida de la presidencia dejó atrás esa experiencia y comenzó una que avanzaba claramente en la conquista de uno de esos dos peronismos, el de base sindical, menos díscolo y más disciplinado que el de base federal-clientelar.

Seguramente el camino elegido después de su salida de la presidencia preveía algo más que apuntalar el poder de su esposa presidenta. ¿Tenía en vista el actual desbarrancadero ruralista y la rebelión de una parte de aquel peronismo federal?

 

GABRIEL RAFART

grafart@gmail.com



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