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La Patagonia en un libro de ciencia-ficción | ||
Novela de ciencia-ficción publicada hace 129 años. Si bien Buenos Aires es el epicentro del escrito, el fantástico viaje en tren se inicia en la Patagonia. |
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Para su época puede haber sido un libro raro, una novela de ciencia-ficción de un autor desconocido popularmente salvo -como se deduce del prólogo- por muy pocos allegados a las letras y el periodismo de fines del siglo XIX. La portada: "Buenos Aires en el año 2080: historia verosímil. Por A. Sioen. Buenos Aires. Igon Hermanos Editores. Librería del Colegio - Calle Bolívar Nº 60. 1879". El autor dedicó el "librito" de 120 páginas "al señor don Antonino Cambaceres, presidente de la Administración del Ferro-Carril del Oeste", lo que fue contestado por éste por escrito del 9 de agosto de 1879 (primeras páginas del trabajo) diciendo: "Buenos Aires en el año 2080: hé ahí, sin duda, un vastísimo tema de estudio, el que, seguro estoy, ha de ser tratado por V. con el distinguido talento de escritor que le caracteriza" (sic.). Luego, el prólogo de Héctor F. Varela abrió muy poco la ventana sobre el autor: "es el señor A. Sioen, distinguido periodista francés, que hace algunos meses se halla entre nosotros. A pesar de haber venido recomendado á personajes altamente colocados de nuestro país, él, por su rasgo de modestia de los que no comprendemos, ha permanecido callado, sin hacerse conocer, consagrado al estudio del idioma español y del país que ha venido a visitar. Hombre de claro talento... no satisfecho con el espectáculo que hoy le presenta la bulliciosa y alegre Buenos Aires del 79, se ha ido hasta el año 2080, suponiendo, ideando, imaginando lo que será en aquella época remota". Si bien el epicentro del escrito corresponde a Buenos Aires, se inicia en la Patagonia: "El 15 de octubre del año de gracia 2080, á las nueve de la mañana, Dn. Pedro, Gobernador de la Provincia de Coluguape, en la Patagonia Central, recibió de Buenos Aires el despacho telegráfico siguiente: Ministro Obras Públicas espera esta noche á su hijo Enrique. Dn. Pedro llamó á este, le echó su bendición y le dijo: Tienes veinticinco años, has descubierto cerca de la Rioja una mina de cobre que asegura tu fortuna, te he asociado á mis trabajos administrativos desde que saliste del Ateneo Argentino; es preciso ahora que viajes para completar tu instrucción, y que te cases para que seas virtuoso" (sic.). Con Bonifacio, su sirviente, y carta de recomendación para el diputado Sebastián llegaron a la estación San Cristóbal, capital de Coluguape. Estaban vestidos según el figurín del diario de modas de Buenos Aires "La Familia". "La orquesta, colocada á la cabeza del convoy eléctrico, ejecutó una breve clarinada y el tren partió como una flecha". Imaginó el autor que la línea Sud-Americana atravesaba todo el país, desde el "Estrecho de Magallanes á Río-Janeiro, pasando por Buenos Aires y la Asunción, es una de las mejores del mundo". La velocidad media era de 360 kis por hora (antes se decía kilómetro). Podía transportar cinco mil pasajeros y era impulsado por electricidad ofreciendo "una sala para baños, una biblioteca, una capilla, un gabinete de lectura, un salón de juego, un teatro, una fonda, un café. Hay también dos bazares de toilette ó tocador en donde viajeros y viajeras hallan toda clase de trages y otros artículos necesarios, lo que dispensa de llevar, como sucedía antes, esos bagajes tan pesados..." (sic.). En uno de los "vestíbulos" Enrique "se fijó en una jóven de estremada hermosura" y "se enamoró de ella electricamente". Se llamaba Primavera y viajaba sola. El autor escribe algunas reflexiones sobre el estado civil: "El celibato era un azote más terrible que la antigua peste de que nos habla la historia. Impedir el nacer es un homicidio en masa cometido por la sociedad. En 1879... el celibato podía ser una profesión admitida, una especie de bajalicato cristiano; pero hoy... ya es otra cosa. Hemos tenido que poblar... este inmenso trabajo no podía confiarsele á solteros. No se les ha dejado ninguna escusa á esos zánganos de las antiguas civilizaciones..." (sic.). Enrique "arrancó una flor de Granado en el jardín del convoy y se la ofreció á la jóven", que la aceptó y fue suficiente para iniciar el matrimonio, porque "si el desposado voluntario no se casa dentro de ocho días, será condenado á tres años de trabajo en las minas profundas...". Llegaron "a la soberbia estación Linda... la ciudad de la Instrucción Pública donde en medio de jardines encantadores, los profesores dictan sus cátedras. Los niños, aquí, empiezan sus estudios a los ocho años, y su instrucción completa dura siete. A todos se les enseña, además de las letras y de las ciencias, Leyes, Medicina, Filosofía, Comercio, Agricultura y Bellas Artes". Sobre el casamiento enviaron telegramas a los padres desde la estación Nueva Rica. Contestación favorable: "El casamiento fue, por lo tanto, celebrado inmediatamente en la capilla del convoy y ambos esposos se juraron una fidelidad eterna". El autor aprovecha el escrito para exponer algunas ideas religiosas: "el progreso realizado por la moral, por las ciencias y por la civilización ha vuelto hacia Dios y a todos los espíritus superiores y rector que, en siglos anteriores, sea por carecer de luces o por orgullo, se habían dado aires de materialistas. En nuestros días (2080) un ateo se ha hecho tan escaso en el mundo como un animal feroz en la pampa". Hace decir al "prefecto del Río Santa Cruz, en la Patagonia Austral" que hay (en Santa Cruz) "más de un millón de toneladas de eflorescencias salinas, amontonadas por las aguas fluviales en las cavidades del suelo". Omitimos el relato sobre Buenos Aires, pero sí entraron en la narrativa impresoras de diarios, subterráneos (el Metropolitano) y el puerto porteño, "con más de veinte mil buques que están continuamente ocupados en cargar en nuestro puerto las riquezas agrícolas de nuestro suelo para transportar por el mundo entero la superabundancia de nuestra producción". También mencionó la campaña de Roca a la Norpatagonia, la producción agraria argentina y el reemplazo del carbón por petróleo. Finalmente viajaron al cabo de Buena Esperanza en un buque llamado "Río Negro", "cubriendo el trayecto de 16.000 leguas en solamente treinta y seis horas". Faltan 72 años... entonces, ¿será ficción o realidad? HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*) (*) Periodista. Investigador de historia patagónica |
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