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La pluma virtual de Hernán Casciari | ||
Hernán Casciari se ha transformado en uno de los referentes de la nueva literatura argentina y latinoamericana. Pero además de internet, a través de sus sitios “Orsai.es” y “Diario de una mujer gorda”, que será llevado al teatro y al cine. El autor –que en estos días presenta en la Argentina “España, decí alpiste”– conversó sobre estos temas con el “Cultural”. | ||
Hasta donde sabemos, Hernán Casciari ha venido a este mundo para dejar su marca de al menos dos formas: la primera, más tradicional, como escritor de gran talento que publica en libros, revistas y diarios crónicas contemporáneas donde convergen un muy particular estilo cómico y el periodismo a secas. Esto, en el terreno analógico. Porque la segunda marca "Made in Casciari" es digital y tiene que ver con su patria adoptiva: internet, el territorio inmenso y dinámico que lo tiene como protagonista de una revolución tanto literaria como tecnológica. Aquí su labor no admite, por lo pronto, encasillamientos. Es cierto que Casciari podría ser simplemente un escritor de tinta y papel, pero ha nacido con éste llamémoslo "don" para entender el flujo y reflujo de mareas que componen la web. Porque, así como hubo artistas que debieron pensar desde la pluma de ganso y el papel, Casciari lo hace a partir de la pura virtualidad de un texto que va de su cabeza a la pantalla, con todos los links y bifurcaciones que esto implica. No es que sus obras se lean mejor sobre un LCD o que necesite de la web para validar su estilo de escritura. Casciari se muestra pleno en internet porque es uno de los primeros artistas capaces de vincularse con las nuevas plataformas de comunicación de un modo natural. El resultado está a la vista: una literatura nueva y entretenida. El "Cultural" conversó con Hernán Casciari, que por estos días visita la Argentina después de cinco años de retiro voluntario en Barcelona, desde donde escribió e hizo famosos sus blogs "Diario de una mujer gorda" y "Orsai", sitios que cuentan con miles de seguidores diarios y que ahora se consiguen en versión papel. En rigor, por estos días en el medio local se presenta su libro "España, decí alpiste". Casciari adelantó que Antonio Gasalla llevará al teatro su famoso "Diario de una mujer gorda" y que la versión cinematográfica será protagonizada por Carmen Maura. -Muchas veces al leerte se me ocurre pensar que este ejercicio tuyo de exorcizar tu nostalgia mediante una mirada filosa de la realidad española sería imposible en la Argentina. No puedo imaginarme a un español en tal posición de poder, desnudando la Argentina y a los argentinos desde su casa en Buenos Aires. -"¡Argentinos a las cosas, a las cosas! Déjense de suspicacias y de narcisismos", decía el filósofo Ortega a principios del siglo XX y después nos daba un hermoso palo en la cabeza que, históricamente, hemos aceptado. Y es que, si te ponés a pensarlo, nos gusta que ciertos españoles -los que admiramos, no todos- vengan a casa y nos muestren algunas miserias nuestras. Pienso también en Serrat, en Vázquez Montalbán, en Sabina... Camilo José Cela fue también muy crítico con nosotros. Y Jesús Quintero, a finales de los ochenta. Es una práctica común que aceptamos de buena gana en tanto esté mezclada con el amor. Claro que si viene Enrique Iglesias a decir que el Riachuelo tiene olor feo, yo creo que lo cagamos a trompadas entre todos. Pero si lo dice Arguiñano, qué sé yo, bajamos la cabeza y aceptamos. -Todo esto para preguntarte: ¿qué tal tomaron los españoles tu libros como "España, decí alpiste" y tus escritos en general? ¿Alguien te quiso agarrar a trompadas? -Acá ocurre algo particular. Por ejemplo, si un catalán hace una crítica a la España toda, lo masacran. Lo mismo si la hace un vasco. Aquí nadie parece poder reírse de España en general. Sí es posible que cada comunidad autónoma se ría de sí misma, pero no que venga alguien de la provincia de al lado a hacer el chiste. Lo matan. Pero, en cambio, aceptan mejor la crítica foránea, no porque la comprendan o la asimilen sino porque entienden que no se hace desde ninguna región interna conflictiva. A mí me perdonan, sospecho, porque no nací en ninguna de sus heridas abiertas. -Un lector escribió en un comentario: "Casciari nunca se repite", y es verdad, nunca lo haces. ¿Me puedes contar algo acerca de tu método de escritura, sobre todo el de estas columnas que tienes semanalmente en Orsai y que aparentemente mezclan realidad con ficción? -Creo que si algo funciona en una sobremesa trasnochada puede funcionar alegremente en el papel. Un enorme porcentaje de los textos de Orsai es un resumen de lo que le conté, medio borracho, a un grupo de gente que había venido a cenar a casa. En general, mi único aporte literario es intentar que el discurso escrito no pierda la espontaneidad de lo hablado, de lo compartido. Casi siempre, en mitad de una conversación nocturna, me levanto de la mesa y anoto cosas en una libreta que está imantada a la heladera. Son sólo ideas para no olvidarme. Me nutro muchísimo de las sobremesas. Los originales de Orsai son orales. Escribirlo ya forma parte de la corrección, entonces suelo elegir siempre temas que han sido testados por la risa de la gente que tengo cerca. -Ésta es una pregunta que se le puede hacer a una modelo de Pancho Dotto, pero en tu caso me interesa desde lo creativo: ¿te cambió el éxito, Hernán? (y abro los ojos desorbitados). Es decir, ¿cómo ha influido tu nivel de exposición creciente en tu trabajo como escritor o periodista, lo hizo más sencillo, más difícil, más aburrido? ¿Te sientes especial cuando vas a la máquina? -Mi exposición sigue siendo virtual, es decir, falsa. Escribo desde casa, los contratos me los mandan por mail y, una vez firmados, le digo a mi mujer que por favor me lleve el sobre al correo. A veces hablo por teléfono con alguien que no conozco, muy de vez en cuando, y no voy a ninguna parte donde me inviten, a no ser que sospeche que me voy a sentir cómodo (o en el caso de que se trate de una gira de promoción gestionada por la editorial; de ésa no zafo). Quiero decir: no soy muy de salir. Y creo que el éxito no existe si no lo ves. Yo desde acá, desde casa, soy un gordo en pijama escribiendo boludeces. El éxito y yo no tenemos nada en común, y eso me ayuda a escribir para la misma gente de toda la vida: mis viejos, mi amigo "Chiri", mi mujer y ahora, de a poco, a mi hija, que empieza a tener entendimiento. -Hace tiempo que, como tantos, me vengo diciendo al leer algunas de tus columnas o textos que aparecen en revistas locales o en el mismo blog que tienes en "El País": "Pero qué hijo de p..., cómo escribe este tipo". Bueno, mi pregunta es si tú mismo eres consciente de ese talento. -Te agradezco en nombre de mi mamá, antes que nada. Creo que sí, que reconozco cuáles son mis puntos fuertes y los utilizo para narrar. No importa si es ficción autorreferencial, crítica televisiva o columna periodística de opinión. Suelo tener una entonación idéntica cuando manejo una primera persona que me involucra. Y creo que el eje tiene que ver con el humor difuso o, quizá, la ubicación quirúrgica de ese humor: los sitios en que se ubican ciertos descansos frívolos en la escalera mecánica de la idea. Pero no lo llamaría talento; posiblemente sí oficio. Ya son muchos años y le puedo decir "oficio", con orgullo. -A todo esto, Truman Capote decía algo así como que con el genio de la escritura Dios también le había dado un látigo y el látigo era sólo para flagelarse. ¿Tienes algún látigo en casa? -No, no soy de esa clase de escritor. Me causa una inmensa felicidad comunicar ideas usando las palabras. No le encuentro el lado oscuro. Tengo la suerte enorme de estar haciendo exactamente lo que quería hacer cuando era un adolescente optimista y una suerte mayor que ésa: sigo siendo un adolescente optimista, encerrado en el cuerpo de un viejo gordo, lo sé. Pero cada vez que me siento a la mañana ante la máquina vuelvo a tener 17 años y no puedo creer que me paguen por ser feliz. No he visto nunca ni la empuñadora de un látigo. Ni siquiera un rebenque. -He leído distintas versiones acerca de todo lo que se hará con tu libro y primer blog, "Diario de una mujer gorda". A esta altura pienso que todo puede pasar, pero me gustaría que me dieras tu versión de los hechos. -Ese primer blog, cuyo capítulo inicial cumplirá cinco años en setiembre, le sigue dando de comer a la familia, y es increíble. En papel ya lleva cinco versiones diferentes. La próxima será la francesa, que se publicará en París en primavera. En enero del 2009 se estrenará la obra de teatro en el Metropolitan de Buenos Aires, con Antonio Gasalla en el papel de Mirta Bertotti (el resto de actores todavía no está confirmado). Es un lujo que uno de los más grandes cómicos nacionales se haya enamorado del libro. Me emociona realmente. Además de protagonizarla, es el encargado de la adaptación teatral y de la dirección. Y, con respecto a la versión cinematográfica, recibí las novedades hace muy pocos días y también me temblaron las patitas. La Mirta de celuloide estará a cargo de Carmen Maura, con la dirección de Juan José Campanella. La película, producida por Tornasol Films, comenzará a rodarse en el 2009. -¿Has vuelto a la Argentina desde que partiste hace unos años? -La última vez que estuve allí no sabía qué cosa era un blog. Fue hace cinco años, dos meses antes de comenzar a escribir "Los Bertotti". Mientras te cuento esto, estoy sacando pasajes para estar en Buenos Aires el mes próximo, donde seguramente haré un poco de prensa para la salida del nuevo libro de Sudamericana. -¿Te imaginas cómo habría sido tu carrera como escritor en la Argentina? -Estoy convencido de que mi carrera no es fruto inicial de España sino de otra tierra, más grande, que se llama internet. Supongo que habría accedido a las mismas herramientas de haberme quedado en Buenos Aires. El primer capítulo de "Los Bertotti" lo escribí en San Isidro, en un cuaderno Rivadavia, en 1998. Sospecho que los primeros pasos habrían sido idénticos: un día habría conocido el formato blog, habría copiado textualmente ese capítulo y le habría dado a la tecla de Enviar sin esperanza ni tragedia, porque sí. Yo confío en mi suerte más que en ninguna cosa de este mundo. Y sé que fui feliz en la Argentina, incluso en las peores épocas económicas. Fui feliz porque escribí, como lo soy ahora porque escribo. Mi suerte nunca tuvo que parapetarse tras la excusa de los malos gobiernos. Allá no había plata pero siempre había una parra con amigos debajo. Acá también los tengo, por suerte. CLAUDIO ANDRADE candrade@rionegro.com.ar |
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