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Del Líbano a Neuquén

"Sapag. Del Líbano a Neuquén. Genealogía de una pasión", escrito por Luis Felipe Sapag (Ed. Sudamericana), es un libro fundamental para introducirnos en las peculiaridades de la inmigración oriental hacia la Norpatagonia. Experiencias poco transitadas, en general, cuando se trata de hombres que han tenido destinos más privados que públicos pero riquísimas por la diversidad que alojan con respecto a las historias migratorias más conocidas, las provenientes de Europa que, por otra parte, constituían la inmigración deseada por el Estado argentino.

Habíamos contado en esta columna que la inmigración de origen semita hacia este territorio (Río Negro y Neuquén) se inició a fines del siglo XIX y se acentuó hacia principios del XX y que, en el caso de la de origen árabe, se motorizó por influencia de dos tipos: por cadenas (un familiar llama a otro o a vecinos de su pueblo originario) y por la propaganda que ejerció el cónsul del Imperio Otomano en Buenos Aires, Amín Arslán, quien tuvo tierras en la Colonia Agrícola General Roca.

El cónsul -contaba este diario-, de visita en la zona, aconsejaba en 1914 a los súbditos que se habían establecido en el Alto Valle que cultivaran alfalfa, pues era una "fuente de riqueza".

Casi todos los árabes que ingresaron a la Argentina en ese período tienen pasaporte del Imperio Otomano, razón por la cual se los denominó erróneamente "turcos", aun cuando provenían del Líbano, Siria, Palestina, Turquía, Grecia y Egipto, entre otros.

Tal imperio, creado por turcos otomanos, alcanzó su cenit en el siglo XVI, extendiéndose por Asia, África y Europa, y desapareció en el transcurso de los primeros años del siglo XX (en 1922 se destrona al último emperador otomano), crisis que expulsó a millones de habitantes de sus antiguos dominios hacia América.

Otro libro, compilado por Ignacio Klich, "Árabes y judíos en América Latina" (Ed. Siglo XXI), sirve como universo para situar estas historias locales.

El ingreso y la adaptación de inmigrantes orientales a esta región pasaron por situaciones semejantes a las que vivenciaron personas de igual origen en distintos puntos de Latinoamérica y Argentina. Los rasgos comunes: la gran mayoría se dedicó al comercio, era de religión cristiana maronita y provenía en gran medida del Líbano y Siria. Todos tuvieron un tiempo de aprendizaje del idioma y la cultura local que los llevó a reunirse en lazos familiares y en una colectividad.

Los que llegaron a esta región tuvieron una capacidad realmente asombrosa para adaptarse a las geografías más rigurosas que presenta esta zona (Línea Sur y centro norte de Neuquén); muchos de los que incursionaron en el comercio también lo hicieron en la ganadería, fundamentalmente ovina. En lo que respecta a la visión que de ellos se tenía también hay puntos en común con los que arribaron a este continente: eran exóticos y, por lo tanto, sospechosos.

Pero volvamos al libro de Luis Sapag. Cuenta que sus ancestros salieron de Mayrouba en 1908 y luego de un mes y una semana de viaje llegaron a Buenos Aires. "La llegada no era fácil para aquellos que no eran europeos. Éstos eran los más favorecidos, ya que participaban de programas apoyados y financiados por los gobiernos de la Argentina y los países de origen, con tierras aseguradas a bajos costos y créditos blandos.

"En cambio, árabes, judíos y emigrantes de los países europeos no centrales no eran bienvenidos; sufrían obstáculos en las oficinas de inmigración y muchos eran rechazados por enfermedades o por su aspecto.

"En la mayoría de los casos, el soborno era un requisito indispensable. Los que lograban entrar no eran aceptados en el Hotel de los Inmigrantes y debían arreglárselas solos con ayuda de compatriotas que los recibían en dársenas apartadas.

"Como estaba previsto, en el puerto los aguardaba Salomón Busader, cónsul virtual de los cristianos del Líbano en Buenos Aires, quien encaminó los trámites aduaneros. Salomón fue el responsable de que el apellido de los Sabbagh argentinos se convirtiera en Sapag... así nació el apellido de mi familia en Argentina", cuenta Luis, hijo de don Felipe.

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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