La historia comienza hace miles de años -”unos cuantos antes de Cristo”, grafica ella-, cuando en el desierto, al hacer una fogata y quemar arena, surgió el cuarzo y con él, el vidrio.
La apasionante vida del vidrio lo llevó a las manos de los antiguos egipcios que lo utilizaron entre el 3200 y el 3100 aC; a las de Calígula, quien descubrió que colocándolo en grandes ventanales en las habitaciones de su palacio permitía el paso de la luz a la vez que servía de protección para las inclemencias meteorológicas; y luego hasta las de los grades creadores de iglesias y palacios europeos.
“Todas las técnicas del vidrio son hermosas -se apasiona Wendy Domínguez, en Roca-, ya sea el vitroux o el grisalla que es una técnica de la edad media muy compleja que se ve en muchas cúpulas de iglesias que consiste en vidrios que, además de estar emplomados, están pintados en negativo. Estudié ambas”.
Esta intro permite comprender la pasión de esta artesana. “Trabajo con varias técnicas dentro de vidrio plano. Puedo hacer escultura pero por superposición. Se trabaja con esmaltes, que ahora estoy haciendo y vendiendo, son muy bonitos”.
Los objetos los agrupa en tres secciones. “Hago tres tipos de cosas, por lo menos lo tengo organizado así en mi cabeza. Hay objetos que son utilitarios en los que también entra el diseño. Platos, fuentes, ceniceros, todo lo que tenga termoformado”.
En una segunda sección, Wendy coloca artículos para arquitectura o decoración. “Transfiero planchas vitrofusionadas, que pueden tener un tema en particular o sólo un trabajo de color, a ventanas, guardas o puertas de muebles. En este aspecto también trabajo el tema del mosaiquismo con vidrios, es muy resistente para el exterior y se usa mucho para decoraciones de fachadas”.
Por último, están las piezas que tengan que ver con una mirada más artística del vidrio como las esculturas. “Para mí, en realidad, el diseño es arte. Yo me considero una diseñadora o una artesana, una trabajadora más que una artista aunque sé que cada pieza que hago no se repite con otra porque si bien uno maneja una técnica, siempre es una sorpresa abrir el horno. A veces se produce una alquimia que va más allá de lo que puede explicar, uno sabe que la energía que le ha puesto a ese objeto tiene que ver con lo que pasa”.
Aunque ella tiene actualmente otro trabajo, la pasión no le permite dejar de hacer sus objetos ni de intentar transmitir lo que sabe. “Siempre tuve talleres de varias cosas porque con la otra profesión me da un equilibrio, el más grande fue el que tuve cuando vivía en Chile. Tengo alumnas, estoy en desacuerdo ideológicamente con que las artes del fuego son herméticas. Y sigue habiendo un hermetismo atroz sobre el uso del horno, los esmaltes, armar mi propia fórmula fue un largo proceso de investigación y me gusta enseñar para abrir todo eso”.
Aunque hace sólo tres años que está en la ciudad, el trabajo de esta artesana tiene su reconocimiento. “En general están gustando las cosas -asegura con una enorme sonrisa-. Todavía tengo el privilegio de que si me encargan algo que no me agrada no lo hago. En general cuesta que la gente entienda un poco los múltiples usos del vidrio, pero entran al taller y se van entusiasmadas”, reconoce con un adorable combo de orgullo y sencillez.
DE MUESTRA
A fines del 2007 Wendy realizó su primera muestra individual en Roca en el Museo Municipal de Bellas Artes “Juan Sánchez”.
“Fue un desafío llenar el museo, tenía obras que pesaban 150 kilos, fue difícil poderlas colgar. Para mí fue una experiencia increíble. La exposición se llamó \'Diálogo con la transparencia\' y proponía mirar un objeto desde otro lugar, desde dialogar y la gente respondió increíblemente. Había papelitos para que expresen y dejaron una cantidad de cosas increíbles. Fue mucha gente, la devolución fue muy buena”.
“Esto se hizo con tres invitados, Noemí Ureta que es alumna, ya colega, Pablo Masulli que es un gran vitrofusionista y que está en Roca hace unos tres años y Lucas Severini que se acopló con el tema de metales”.
Pero la muestra trajo “cola”: “Se vendieron algunas piezas, pocas, pero pasó algo interesante. Una de las fotos llegó a uno de los dueños de Sothersby, la casa de mayor venta de arte. Se contactó conmigo y me hizo un encargo grande de piezas utilitarias, le hice una vajilla con mucho color, y ahora estoy haciéndole las fuentes”, cuenta sonriendo la artista.
COMO LAS RELACIONES
“Te da mucha felicidad el vidrio. Es casi como las relaciones humanas, que parece muy complejo y tiene una lógica molecular simple pero si no se lo trata como corresponde se estresa y se quiebra. Nada más simil”, analiza sonriendo Wendy Domínguez.
“Cuando empecé a trabajar el vidrio no pensaba comercializarlo sino sólo equilibrarme -admite-. Pero cuando fui a vivir a Chile había pocas experiencias y la demanda vino sola, me asocié con otra colega y se nos llenó de alumnos sin quererlo”.
Así nació esta pasión que siempre sigue creciendo y no deja de sorprenderla. “La combinación de la luz, el vidrio y el color, aparte de ser bonito, tiene efectos hasta sanadores -continúa-. En el taller de Chile una psicóloga nos mandó a una persona con esquizofrenia y nos pidió si la podíamos incorporar a trabajar con nosotras. Aceptamos y empezamos a ver qué pasaba sin conocer su situación. Finalmente atendimos a varios esquizofrénicos que hicieron un proceso increíble en el taller. De hecho Cecilia, mi socia de allá, sigue con algunos casos”.
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