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“Las cosas antiguas tienen de bueno que transmiten un respeto basado en su nobleza, en su duración. Pero hay cosas que ameritan la restauración y otras que no, que nacieron siendo malas o que están en muy mal estado– explica el arquitecto–. Si se pone en buen estado y conserva cierto aspecto de abandono me parece que está bien”.
En este caso, los propietarios tenían bien claro desde un principio que querían aberturas recicladas que consiguieron en Santa Fe y trajeron desde allí antes de concluir el diseño para adecuarlo a ellas. Fuera de eso los pedidos eran una casa con ladrillo a la vista, cómoda, funcional, práctica.
“La casa es versátil –cuenta su propietario–. El comedor y estar integrados permiten que corriendo las cosas se logre un espacio grande para grandes reuniones”. El matrimonio, que vive con una de sus hijas, asegura que además les es muy práctico para la vida diaria la posibilidad de separar el sector público del íntimo.
Con unos 200 metros cuadrados cubiertos, esta vivienda de una sola planta se compone de estar-comedor integrados, la cocina con acceso a una galería que continúa en la cochera, tres dormitorios y dos baños. En el patio se construyó un horno de barro, un lavadero y una pileta.
La galería fue construida por el roquense Carmelo Scala. “Fue hecha con un diseño nuestro. Por las medidas no la íbamos a encontrar de demolición, entonces la hicimos hacer de metal porque creíamos que era lo más compatible con el estilo de la casa”, explica el propietario.
En todos los ambientes de la casa se colocaron las aberturas que se adquirieron en Santa Fe, provincia de donde son originarios los propietarios. Tanto las importantes puertas y ventanas como los marcos y los herrajes son antiguos.
Pero además se consiguió recuperar de demoliciones piso de pinotea que se colocó en el living y al que se le agregó un dibujo de piedra frente al hogar.
El constructor fue Luis Mariángel y el carpintero, Richard Erize.