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En las calles de París \'68 \"me di un baño de todo\"

Al escritor y ensayista argentino el Mayo Francés lo atrapó de paseo, experiencia que plasmó en "París 68", que integra su obra junto a -entre otros- "Itinerarios de la modernidad", "La comunicación, democracia difícil" y "Palabras a destiempo".

Bolso en mano usted llega a París y de golpe, el Mayo Francés, que no fue un mes cualquiera. ¿Qué hacía allá?

-Estaba paseando. Me había recibido, tenía 24 años y me había ido a Europa, que tuvo un '68 muy movido. Y todavía estaba en Europa cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron la entonces Checoslovaquia para terminar con el reformismo que Duckett le imprimía al régimen impuesto por los soviéticos.

-En general usted reflexiona con mucha cautela sobre Mayo del '68 en París, tanto en su libro como en sus declaraciones. Sostiene que hay mucha moda en el recordar aquellos hechos, alentada por distintos factores, la industria cultural, por caso, que recuerda, homenajea y luego espera otra década para volver a recordar. ¿Sigue convencido de que aquel movimiento fue más una expresión cultural que político-social?

-Sí. Estoy persuadido de eso. Por supuesto que esto no impide reconocer que había componentes ideológico-políticos que también gravitaron en el movimiento... hubo vanguardismo leninista, sectores anarquistas, pero primó el cuestionamiento a mucho de la cultura existente, vigente en aquella Francia. Desde esa perspectiva, el movimiento fue una manifestación del desacople existente entre, por un lado, el avance que definía desde lo técnico la producción y la vida material a escala y, por el otro, la lentitud con que se seguía cotidianamente viviendo en materia de valores y costumbres en el campo de las relaciones sociales, familiares... el mundo de los vínculos, toda una cultura que no se removía, se aceptaba de hecho, sin cuestionar. Todo un espacio que incluso hacía al ejercicio de jerarquías, del poder concreto.

-"La mayonesa no cuajaba", dice André Glucksmann en relación, precisamente, con el Mayo Francés...

-Así es. Yo hablo incluso de una expresión contracultural que apuntó a todo aquello que, desde la perspectiva de los estudiantes, estaba fracasando, incluso si se lo miraba desde el orden de la política: la izquierda no plasmaba la revolución y la derecha gestionaba un funcionamiento autoritario del sistema capitalista. De ese desencanto y otros desencantos surge la ironía con que los estudiantes franceses juzgan la sociedad que los rodea, la creatividad de las consignas que blanden y dejan estampadas en los muros, el discurso creativo con que se manejan. Es decir, no hay una revolución en marcha; hay un cuestionamiento al todo desde las formas con que ese todo está vigente tanto en lo político como en lo social. Porque mire, cuando se aborda este tema nunca hay que perder de vista que el Mayo Francés fue un movimiento de neto corte estudiantil.

-¿Qué enmarca esa característica?

-Que el movimiento tuvo como actor principal un sector de la vida francesa muy relacionado con valores, conductas y variables de vanguardia en cuanto a su capacidad de pensar y poner bajo debate lo que sienten que está mal, es decir, un plano de la vida de Francia, para el caso, que reacciona desde la disconformidad con lo existente pero sin proponer alternativas que hagan a la toma del poder.

-Al momento de aquel Mayo, Pierre Mendès-France, que había sido presidente en la Cuarta República, estaba fuera de la política pero era escuchado. Había expresado que Francia estaba cometiendo un error que cometía cada tanto: desesperanzar a los estudiantes. ¿Qué universidad cuestiona aquel Mayo?

-Una universidad arcaica, fijadora de mucha distancia entre el profesor y el alumno, anacrónica en relación con la mudanza que se estaba dando entre los estudiantes en lo concerniente a valores, percepciones, imaginarios. Era un estudiantado que se estaba politizando, acicateado por la aparición del Tercer Mundo en la escena política mundial, Vietnam y la lucha de los jóvenes norteamericanos por no ir a esa guerra, Biafra, la memoria de lo que le había pasado a Francia en Argelia... Yo recuerdo que llegué a París semanas antes de mayo y en esos días los estudiantes habían comenzado a cambiar los nombres de la calles del Barrio Latino: "Vietnam heroico" y etcétera, etcétera. Era una juventud que iba entrando en estado de emergencia. El Mayo Francés tiene mucho de eso.

-¿Emergencia como querer ser?

-Y como un punto que los une...

algo que los identifica. Y desde ahí son protagonistas. Es una identidad en plena construcción, en armado. Y me parece que éste es el dato esencial del Mayo Francés: le da un último toque, consuma la politización de esa nueva categoría que es la juventud, que hasta ese momento aparecía, desde lo político, desigualmente interesada a pesar de que había pensadores como Hebert Marcuse que planteaban que era una categoría de corte revolucionario.

-Raymond Aron sostiene que hacia fines de mayo la situación era tan crítica, que abría la posibilidad de que tambaleara el sistema político y se cargara al gobierno de Charles de Gaulle. ¿Usted, en las calles de París, tuvo esa impresión?

-Y, para ese fin de mayo había una realidad: Francia estaba paralizada. A los estudiantes se le habían unido los obreros y la CGT largó una huelga reclamando de todo. Entraron en huelga 10 millones de trabajadores, días en que los estudiantes salen de su trinchera, el Barrio Latino, y ocupan grandes zonas de París. Comienzan a hablar en términos diferentes de los que hablaban en el inicio del proceso, debaten variables de corte revolucionario. Ya no se habla de los problemas del sistema educativo francés: se habla de política, del poder. La prensa agiganta el tono dramático que para ciertos sectores tiene la situación, la gente se repliega hacia sus casas... y sí, sí: hay por lo menos una sensación de vacío de poder, una impresión de que el reinado de De Gaulle podía concluir.

-El silencio que él mantuvo durante casi tres semanas, ¿cómo juega? Se lo pregunto porque en una conversación con Richard Nixon, De Gaulle dijo que el silencio es un instrumento que hay que saber usar en política porque genera misterio. Sin embargo, para el Mayo Francés ese silencio lo debilitó.

-Francia se estaba cansando de De Gaulle. La V República ya era un proceso consolidado, Francia había recuperado poder internacional, pero el general ya no generaba tanto consenso como en el pasado. En aquel mayo, después de semanas en silencio, De Gaulle volvió a escena con una decisión: aceptar las demandas de los trabajadores, con lo cual ellos -menos en Renault y alguna otra empresa- vuelven a las fábricas. Los estudiantes se quedan solos.

-¿Cómo fueron sus vivencias, cómo vivió esas semanas desde su intimidad?

-Estaba muy conmovido. Me reunía con otros argentinos, entre ellos el artista plástico Julio Le Parc. Estábamos metidos en una página de la historia que sabíamos cómo se había iniciado pero no cómo terminaría. Pero a su vez debíamos tener cuidado, porque los servicios de seguridad de Francia ponían la lupa sobre los extranjeros. Fue mi primer baño masivo de política y cultura en acción, en la calle. Un baño muy fuerte, un baño de todo. Yo venía de la literatura, de la lectura de cuentos, novelas, poesías... pero cuando meses después de aquel mayo retorné a la Argentina me metí de lleno en el ensayo político, planteos teóricos.

-¿Lo vio a Jean Paul Sartre?

-Sí... no hablé con él, pero lo vi en el recorrido de los bares que frecuentaba.

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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