Un un plazo de veinticinco días, que ocupó gran parte de marzo, Juan Carlos Kovak, artífice y creador de este proyecto, llevó a cabo la reforma de este tradicional lugar de comidas de la ciudad. Dueño de una personalidad y un bajo perfil sorprendentes, el diseñador tomó el desafió de cambiarle la cara y el cuerpo al local. “La idea era una renovación total. Tuve carta libre para realizar los cambios que considerara necesarios. Así fue surgiendo esto que se puede apreciar”, relató Kovak. “Yo quería que esto no fuera parecido a lo que ya hay acá. De todos modos, en cuanto al diseño y construcción, utilicé todos los materiales que se usan hoy, como madera y metal”, agregó. El resultado, tal y como se lo ve en pleno funcionamiento, deja abierta la elección al cliente para disfrutar a su gusto de una noche de amigos o una cena íntima, a la que no le faltará una barra para tomar algún trago o café. “Le sugerí a mi hermana que empleáramos un solo color, porque hace muchos años que se venía combinando dos o tres colores. El color elegido está en el límite del rojo y el naranja, lo que contribuye a llenar mucho espacio y poder prescindir de otros decorados en las paredes”, explica Juan Carlos. El lugar tenía antes unas columnas y vigas que se encontraban distribuidas por todo el local, que además de quitar espacio, generaban la impresión de encierro. Al eliminarlas y bajar el techo se logró una sensación de amplitud y acrecentamiento de las proporciones de profundidad, ya que la vista desde la entrada permite abarcar todo el plano, inclusive hasta la barra del fondo, que también fue modificada. A la barra se le añadieron tres metros y medio de longitud, mejorando su capacidad para tener más heladeras al tiempo que se puso a tono con las líneas de perspectiva de las paredes y la ilusión de amplitud. Esto permitió por primera vez integrar la barra como ámbito al local y darle, por otro lado, un protagonismo aparte. Con bordes de madera, cuerpo de cemento e incrustaciones de tubos de acero inoxidable, la iluminación sobre el mostrador la brindan una serie de dicroicas que siguen el contorno de la barra hasta su fin, en el extremo último del local. Hacia la derecha del lugar, ingresando por el frente, se tiene un sector de cubículos con sillones integrados que cumplen la función de los reservados. “La idea es que la gente tenga distintas opciones para elegir. Si quiere una cosa más privada, más íntima, puede elegir el sector derecho. A los que les guste la exposición, hay mesas a nivel del piso o la plataforma elevada, desde donde se tiene una panorámica completa del lugar”, relató Kovak. La iluminación del salón emplea lo que se denomina Halo Spot. Esta es una iluminación de mejor calidad que requiere de menos cantidad de luces que las que se requería antes. Incluso se puede regular cada sector del salón a gusto, gracias a los atenuadores de intensidad que gobiernan todo. Frente a la barra, en el fondo pero bien visible, se encuentra la bodega del local. “Con el diseño de la bodega lo que buscamos fue darle importancia y una mayor capacidad”. Esto quiebra con el problema que representa tener un depósito aparte, que además de ser un espacio inútil y de difícil acceso, mantiene todo lo que se guarda allí lejos de la vista y sin posibilidad de venderse. Esta bodega tiene una capacidad para exhibir y albergar doscientas botellas. Está construida íntegramente en madera. Situada en una costado izquierdo del local, desde el ingreso se aprecia una plataforma elevada de madera que alberga algunas mesas y que está rodeada por una fina y baja baranda de metal con una discreta y útil franja de vidrio en su centro. En una de las diagonales de la elevación se tiene unas láminas onduladas de color plateado, que cortan el espacio y suben desde el piso superior de la plataforma hasta el techo. En la esquina contigua, tres maceteros de madera con plantas no muy frondosas terminan de completar y delinear junto con las planchas onduladas, un límite medio e imaginario, en donde termina la elevación y comienza, sesenta centímetros más abajo, el piso del lugar. Si el techo poroso del lugar atenúa la contaminación auditiva, estas plantas, presentes en el diseño y distribuidas cuidadosamente en ciertos lugares, ayudan a descansar la vista y brindar una sensación de estaticidad gratificante, entre tanto movimiento, brillo y luces de la pizzería en pleno funcionamiento. La música y su distribución fue resuelta de una manera simple y con un empleo de baja potencia. Dos pequeños parlantes fueron ubicados diagonalmente opuestos, justo en las esquinas del local y con una leve inclinación. Esto permite que el sonido sea bien distribuido en cada sector, con la ayuda de una diagramación que no cuenta con obstrucciones que impidan lograr una buena acústica.
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