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¿Para quién escriben los que escriben?

"Nunca pienso en los lectores", le dijo el escritor inglés Hanif Kureishi a su amigo y colega galés Ken Follett, quien le respondió: "Por eso tú eres un gran escritor y yo soy un escritor millonario". Follett, autor de la novela "Un mundo sin fin", el mayor éxito de la historia del mercado editorial español, donde en dos semanas vendió más de un millón de ejemplares, confesó: "Me obsesiono con los lectores al escribir mis libros".

Según Cristina Iglesia, profesora de Literatura Argentina y titular de su cátedra en la UBA, "la ironía cínica" en la respuesta de Follett propone "una dicotomía falaz que en realidad lleva dos siglos y está llegando al siglo XXI con la misma fuerza". Y, dice, podría resumirse de este modo: el escritor que no piensa en los lectores es el escritor verdadero, que no se ata a las formas o gustos contemporáneos y no vive de lo que escribe, mientras que el escritor que piensa mucho en los lectores es el escritor mediocre, el eficaz, porque ha logrado una suerte de fórmula narrativa que le permite no sólo gustar a muchísimos lectores diferentes sino ganar mucho dinero con sus libros.

De esta manera, desde fines del siglo XVIII la figura del escritor solitario, que construye su obra a pesar del gusto del público, se enfrenta a la figura del escritor exitoso, aplaudido por un público cada vez más amplio.

En el panel "Escribir para lectores o escribir para escritores" que tuvo lugar en la 34ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el poeta Javier Adúriz sostuvo: "El escritor escribe para ser feliz, para cambiar su destino. Los escritores oyen su propia voz, leen su pensamiento. Escriben para sí mismos".

En concordancia con su afirmación, "¿En qué medida los escritores tienen en cuenta a los críticos literarios?", se le preguntó. Y el poeta respondió: "Mi primer libro fue celebrado ampliamente. En el segundo la misma persona que me había elogiado como el libro del año me hizo pelota. Había tardado seis años en escribirlo y le había metido mucha polenta -contó Adúriz y continuó-. Pero creo que ahí aprendí mucho, sufrí y me di cuenta de que (la del crítico) es una voz a la que uno tiene que prestar atención. Es lo que hay, es la ley del juego y te la tenés que bancar. Si te dan con un hacha, vos también podés dar con un hacha. Además, cambió mucho cómo se hace la crítica; más bien lo que ahora se hace es poner en una vidriera las novedades, porque el lector tampoco tolera las críticas densas en el diario".

Retomando el debate sobre para quién se escribe, Claudia Piñeiro, autora de "La viuda de los jueves" y de "Elena sabe", señaló: "Lo que uno tiene para seducir es el lenguaje. Cualquier otra especulación ya no tiene que ver con la literatura sino con el marketing o la venta de libros. Bertold Brecht decía que escribía para ver a Marx sentado en la tercera fila, y no porque pensara que Marx iba a estar sentado ahí; es una definición política: no es lo mismo escribir para Marx que para otro, sobre todo teniendo en cuenta lo que era el teatro de Brecht".

En una expresión más cercana al romanticismo, quizá ayude a desentrañar (o profundice) el debate el pensamiento de la escritora Brenda Ueland, quien se dedicó durante muchos años a enseñar a escribir: "El arte es generosidad. Es compartir nuestra obra con los demás, pero no para satisfacer nuestro ego sino por el placer de que otras personas lo disfruten. La escritura falla cuando no hay generosidad ni intercambio vivo con el lector".

 

JUAN IGNACIO PEREYRA



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