En una sociedad con evidente aumento de la delincuencia, violencia y agresión, los "eruditos" de discurso trillado repiten de manera mecánica que la solución se encuentra en la educación y la contención de la familia.

Como sistemáticamente desde las conveniencias políticas se fue destruyendo la "cultura del trabajo" y precarizando la educación pública haciéndola elemental y expulsiva, también desde las instituciones públicas como la Justicia ciertos funcionarios públicos llevan a cabo una destrucción paulatina pero contundente de la "filiación y los vínculos familiares tan necesarios para la formación de los futuros adultos".

Familia, célula básica de la sociedad, educación y trabajo (dignidad de la persona) equivalen a una sociedad sana. Carencia de calidad educativa, destrucción de la filiación, identidad y vínculos familiares, no cultura laboral, igual a violencia, agresión, resentimiento.

Toda falta de calidad de atención de las necesidades básicas del menor es violencia, violencia del desamparo. Falta de calidad de atención, de amor, de abrazos, paciencia, tolerancia, alimentos, miradas, sostén, generosidad, es no maternaje.

Esta falta convertirá al menor en un ser humano sin confianza y sin arraigo emocional y perpetuará la dinámica violenta.

Todas las formas de violencia que nos preocupan hoy tienen un denominador común: "las necesidades básicas no satisfechas".

Desde la Justicia se desconoce la filiación, la formación de la identidad del menor, los vínculos parentales, sosteniendo que el menor pertenece a un solo género: el femenino, la madre, y desconociendo el rol paterno (en los casos de padres nutritivos no nocivos).

Eva Giberti habla del concepto social de "la muerte del padre" de la siguiente manera: "El acento colocado sobre el padre ausente y sobre el padre pasivo inevitablemente influirá de modo negativo... La cultura está diciendo que ya no existen ocupaciones tajantemente divididas entre varones y mujeres y entre padres y madres".

Se están propiciando vínculos monoparentales, se demuestra una cierta aversión de los funcionarios hacia el rol padre-masculino, propiciando la desfragmentación y el desequilibrio por la carencia de este vínculo en la vida de los menores; se los considera sólo para la cuota alimentaria. Estos funcionarios están viciados de parcialidad y toma de posición sin importarles la salud psico-física-social de los niños. Parten de la premisa errónea de que todas las madres tienen instinto materno y los hijos son su posesión.

Otro tema es la evidente aversión hacia los "abuelos", desconociendo el vínculo parental tan importante en la formación de los menores, tildándolos de "locos o agresivos". Son la historia, la memoria, el refuerzo del modelaje masculino y femenino de arraigo e identificación. ¿Qué pensarán de esto las Abuelas de Plaza de Mayo? Los abuelos no tienen, en su mayoría, recursos económicos para tramitar visitas a sus nietos.

En conclusión, este tema de la filiación, el vínculo, el reconocerse en una trama familiar, permite al niño en desarrollo hacerlo en un marco de contención emocional que le permitirá en un gran porcentaje devenir en un adulto emocionalmente sano sin violencias.

Señores "funcionarios públicos" representantes de una institución judicial, que "deberían ser objetivos, imparciales y racionales además de con una adecuada formación que garantice la calidad académica y como persona, su deber es leer los expedientes, con calidad microscópica, ser conscientes de que esas letras impresas implican personas, familias, niños y que de sus profundas o livianas decisiones dependen la formación o deformación de menores y la construcción o destrucción de la célula base de la sociedad: la familia.

Los menores no tienen quién los defienda en el planteamiento actual de los juzgados de Familia, los derechos constitucionales e internacionales del niño están siendo violados diariamente.

Dios y la patria se lo demanden; será justicia (es sólo una expresión de deseo, no una convicción).

Soledad Eugenia Rizzo

DNI 13.116.369

Neuquén