|
||
"Los grandes partidos populares, ¿están en el ocaso?" | ||
El presente análisis surge a propósito de la discutida reforma política y está referenciado a los tres partidos políticos que influyen decididamente en la vida de Neuquén, pero puede ser inclusivo para el país. Cada uno de ellos nació en tiempos históricos diferentes, con realidades sociales y políticas muy disímiles. Pero a pesar de esos tiempos, sus fundadores tenían como objetivos similares la libertad, la igualdad de oportunidades, la justicia social y la dignidad humana. El sistema democrático les aseguraba esos objetivos, por ello la causa de los desposeídos, que manifestaba Alem, era darles el derecho al voto a todos, ya que en la época votaban sólo los propietarios y si este derecho alcanzaba a todos, eran los obreros, campesinos, los ciudadanos, los que edificarían no sólo el destino, también el bien común. Ese solo derecho crearía las ilusiones, expectativas, progresividad económica, condiciones necesarias para una movilidad social ascendente. Leandro Alem, Yrigoyen, Palacios, Perón, Lebenshon, Illia, Sapag y muchos otros que con sus diferencias y pasiones buscaron el bien común. Proponían, con energía y fuerza, los principios de la construcción permanente de esa movilidad social. Tenían como premisa una política arquitectónica de poder, diseñar el futuro, superar conflictos y asociar el partido con la comunidad. Por ello, cada quien era peronista, radical, socialista, emepenista, etc. Una credencial de identidad casi cultural y de pertenencia. Pero cuando la política se convierte en agonal, la de reuniones entre pocos, la decisión de pocos, con campañas y elecciones, alejados de sus afiliados, entramos en la crisis de los grandes partidos populares. Proceso que se inició en la década del ´90. Tomó vida el partido de los funcionarios, derrumbándose el sistema histórico de conectividad entre los delegados sociales, simpatizantes, afiliados y diferentes asociaciones. Hoy, esa conexión es mediática, ya sea a través de medios electrónicos o gráficos, sin actividad partidaria alguna; ésa, la que acercaba al representante del representado. Es el partido instalado en la función pública. Perdió "su" condición de movimientos históricos y se abandonó la expresión de partido político. Esos políticos-funcionarios son la expresión cabal de la "profesionalización de la política", los que atornillados a sus diferentes cargos no consideran que la comunicación personal con los afiliados sea una ventaja electoral. En pleno apogeo del neoliberalismo, los comunicadores y asesores de imagen fueron especialistas en ganar elecciones. Hoy, esos mismos comunicadores tienen enormes dificultades para diseñar una estrategia que asegure el voto cautivo, el del afiliado, aquél, el de la credencial. La indiferencia del afiliado es la constante en las campañas: se apela a "temas viscerales", se intenta despertar emociones, pasiones, incluso movilizando prejuicios, aun de los más bajos. Pero desde el punto tecnocrático, el de las propuestas serias y creíbles, parece el más común y corriente listado de compras que se hace en el supermercado. Esa indiferencia, desazón y frustración es producto de la burocratización del partido, que instalado en la función pública responde al "caudillo" de turno, quién maneja el aparato, con la prebenda, el empleo público (creando capas geológicas interminables) y el apoderamiento del partido como herramienta de sostén; ocupando todas sus instituciones con miembros que son parte de la función pública, condiciones necesarias para coartar cualquier posibilidad de oposición interna, y proponiendo internas tramposas y desiguales en la competencia política. Estas prácticas políticas fragmentaron y centrifugaron a estos partidos, produciendo divisiones casi irreconciliables, en algunos casos y rupturas en otros; dando como resultado la enorme cantidad de organizaciones políticas que surgieron especialmente después del 2001. Con un "pomposo" título de ley de democratización de la representación política, transparencia y equidad electoral, el gobierno nos propone -a través de una reforma- evitar el ocaso y desaparición de estos partidos intentando reducir la cantidad de expresiones políticas distintas y diferentes y quitarle aire fresco a la política. Propone obstáculos para la simple inscripción, como el largo proceso de adhesiones y luego afiliaciones, como si la democracia fuera afiliativa y no representativa, a contramano de las democracias más modernas y avanzadas que les aseguran a sus ciudadanos la participación y representación. Carlos R. Galante DNI 11.055.915 Partido GEN Neuquén |
||
Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí | ||