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"Estado de ingratitud e irrespetuosidad"

Con desagrado vengo observando el modo en que paulatinamente se va afianzando un estado de ingratitud e irrespetuosidad hacia aquellos hombres que por su acción pública, por su heroísmo en el pasado, se han constituido en la esencia de nuestro ser como argentinos y que por lo tanto deben ser objeto de una permanente distinción y gratitud por parte de quienes amamos este bendito suelo. También veo con fastidio en nuestra universidad estatal la forma en que se exalta la figura de un adalid de la violencia y la muerte como el faccioso Che Guevara, cuyo ícono aparece en varias paredes de la "casa de altos estudios" a modo de imagen referencial para aleccionar la actitud futura o el curso de vida que tomarán los jóvenes que allí acuden. Pero de los otros, de aquellos patriotas que luchando en nuestra tierra, con ejemplo y sacrificio nos dieron identidad, independencia, sentando las bases de un país promisorio que supo destacarse en el concierto mundial, ni noticia: pasaron al olvido, se esfumaron.

Como parte de esa apatía e ingratitud también se está generalizado la costumbre de sustituir la imagen del prócer o prohombre reconocido históricamente por su sacrificio o aporte personal en beneficio de la patria, al que habitualmente se lo honraba con un lugar preferencial en cualquier recinto administrativo o público. Ahora en los despachos oficiales el espacio que generalmente y con justicia era ocupado por el retrato de un ilustre protagonista de nuestra historia ha sido reemplazado por la fotografía finamente enmarcada del máximo funcionario gubernamental de turno o en ejercicio, clara demostración de que la vanidad o la arrogancia -junto con una enfermiza supremacía que deviene del poder- prevalece imperativamente sobre el ejemplo de humildad o modestia que debiera caracterizar a toda persona elegida por el pueblo para brindarle un servicio o confiarle un gobierno. En vez de adelantarse a los acontecimientos pretendiendo una actitud pública de lisonja o devoción a semejanza de una monarquía, estos "modestos" políticos deberían esperar el fin de la gestión y aguardar el juicio o concepto que la sociedad se formará de ellos de acuerdo con su desempeño y servicios prestados.

Por lo que uno ha podido experimentar o ver en el transcurso de más de medio siglo de historia argentina, sobran los dedos de una mano para contar la cantidad de elevados funcionarios públicos rescatables o que por su honestidad, patriotismo y compromiso con el juramento empeñado merecen un reconocimiento tal como para que su figura sea contenida en un cuadro a modo de homenaje y recuerdo. ¿Acaso no se imaginan estos vanidosos funcionarios que, no bien culmine el mandado o la gestión, sus finos retratos son los primeros objetos descartables que irán a parar al basurero?

Tomás H. Wagner, DNI 7.687.223 - Neuquén



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