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"Juan Luis Becerra, maestro"

Hay seres humanos que pasan por la vida y se van sin dejar huellas.

Hay seres humanos que pasan sembrando con una postura de servicio, de entrega a los ideales, sin pregones, sin gritos. Pasan desapercibidos y, en esa reverencia por la profesión y la vida, se van en silencio... y cuando lo hacen, el mundo percibe lo grande de su labor.

Don Juan Luis Becerra, maestro, director de escuelas, formador de hombres y mujeres de la comarca andina, trabajó desde el silencio. Tal vez por eso, cuando decidió partir, recién se destapó el caudal de su renunciamiento, la profundidad de sus convicciones profesionales y políticas.

Yo lo conocí hace muchos años, cuando fui profesor de sus hijos, y siempre sentí por él una secreta admiración por su contracción al aislamiento del ruido. Creo que siempre llevó consigo esa devoción por Atahualpa Yupanqui que sostenía: "El que habla a los gritos no escucha su propio canto". Becerra tuvo un diálogo íntimo y sincero consigo mismo y eso le permitió ahorrar palabras y sostener hechos y realidades.

Solía verlo navegar en su canoa, solo y silencioso, con una escasa mochila a los hombros por el amado Lago Puelo. Cuando descendía sonriente, feliz y cansado, desembarcaba con él la sonrisa buena, la palabra jolgoriosa, su perfil del hombre bueno.

Se fue como vivió, sin producir turbulencias, hasta con la satisfacción del bien cumplido: con los hijos enaltecidos por las enseñanzas de un maestro de la vida, tan buenas personas como él, seres humanos queribles en todas las circunstancias?

Se nos ha ido un maestro con la conciencia intacta y el alma ennoblecida por el trabajo realizado.

Maestro Becerra que estás en el cielo, ruega por nosotros los que aún pretendemos enseñar lo bueno en un mundo cada vez más enrarecido de violencia y pobreza.

No nos dejes caer en la tentación de pasar la vida sin dejar huella y líbranos del camino fácil que no lleva a ninguna parte, y ojalá podamos proseguir tu camino de humildad y entrega por el resto de los años que nos quedan por vivir.

Cuando un amigo, cuando un maestro se va, queda un espacio muy pleno, si el sembrador fue bueno como usted, señor Becerra.

En el pizarrón del cielo escribiremos entre todos: ¡muchas gracias por tu entrega!

Juan Domingo Matamala, DNI 10.204.970

El Bolsón



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