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"La selección, un lamentable reflejo de la sociedad"

La selección nacional de fútbol, liderada por Diego Armando Maradona, brinda un lamentable -aunque a la vez inestimable- reflejo de nuestra sociedad, útil cuando menos para pensar nuestra realidad.

Así, esta carta no se trata de polémicas futbolísticas -deporte al que reconozco no ser aficionado- sino más bien de cuestiones filosófico-sociales. Por ello, en caso de cometer algún desliz en materia deportiva, ruego la tolerancia de los lectores versados en estos temas, los cuales en la Argentina abundan increíblemente: casi en cada esquina puede encontrarse, sin esfuerzo, el más hábil de los técnicos que precisa nuestra selección, desolado porque no se siguen sus consejos ni se respetan sus indicaciones.

Los individuos que componen nuestra máxima representación son, sin duda, los más destacados a nivel nacional -e incluso mundial- del deporte que practican y su director técnico, asimismo, un relevante -aunque anacrónico- ejemplo de habilidad futbolística, según coinciden los expertos y aficionados en la materia.

Pero es precisamente allí, en disonancia con la sentencia que reza que "el todo es más que la suma de sus partes constitutivas aisladamente consideradas", en un mero rejunte de personas sobresalientes donde, al igual que en nuestra esencia nacional, termina la virtud de este conjunto de argentinos. Veamos algunos ejemplos de lo dicho, analizando ciertas particularidades.

Nótese por ejemplo que la mera adición de jugadores, aun siendo éstos exquisitos como parece ser el caso de Lionel Messi, no sirve para conformar un verdadero equipo. En el equipo ibérico en el que se desempeña, este deportista resulta figura medular, su juego es reconocido por los dirigentes y simpatizantes de la entidad y es apoyado y estimulado por sus pares, en tanto él hace lo mismo por ellos. Configuran así una verdadera máquina deportiva donde cada unidad por separado relativiza su valor; por el contrario, el grupo deviene en poco menos que imparable.

Inversamente a los españoles, nosotros gustamos del individualismo más absoluto; claro ejemplo de ello resultan algunos anuncios que en su momento rezaban "Riquelme más diez" o, más recientemente, "Mascherano más diez".

No muchos mundiales atrás, el logo era Maradona más diez. Expulsado este jugador ahora devenido en director técnico sin credenciales para ello, el paupérrimo resultado está aún fresco en la memoria de todos los amantes de este deporte.

El alma de un conjunto se gesta, se solidifica y se agiganta en un trabajo continuo y mancomunado, a partir de un pasado común y con expectativas en un futuro compartido y, sobre todo, cimentada en convicciones firmes para recorrer un espinoso camino, señalado de antemano por un dirigente respetado y respetable.

El líder de nuestra selección, sin duda eximio jugador, carece de todo antecedente para dirigir el grupo; incluso sus incursiones en este aspecto en diversas instituciones deportivas vernáculas de menor envergadura que la selección nacional han sido un rotundo fracaso.

Asimismo, carga la mochila de (¿ex?) adicto a diversas sustancias tóxicas; pues, téngase bien presente: la tendencia a una conducta adictiva como tal no se supera jamás por completo, pues ella forma parte de la esencia misma de la persona. En tal sentido es plenamente certera la máxima que rige la conducta de AA: "Sólo por hoy".

Por si ello fuera poco, este dirigente, esta suerte de nefasto embajador deportivo del país, tiene pendiente sobre su cabeza restricciones judiciales que por diversos motivos le impiden ingresar en otros territorios o suponen su persecución en ellos; así perdió precisamente sus abalorios, por una deuda que lo deshonra tanto a él como a nuestra Patria que lo declara representante.

Dicho lo anterior, corresponde comparar este conjunto de argentinos, esta muestra a todas luces representativa de nuestra esencia, con la realidad cotidiana de nuestro país.

Alejandro A. Bevaqua, DNI 12.971.872 - Bahía Blanca



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