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"La deuda de la ciencia"

Sin profundizar, permítasenos tomar a Einstein como pie para plantear el conflicto ciencia-tecnología y el efecto de esta última contribuyendo al "desarrollo irrestricto" que, a través del hiperconsumismo, es importante factor del desastre ambiental que nos afecta.

Sin desconocer los procesos logrados por la ciencia (medicina, comunicaciones, biotecnología, etcétera) nos ocuparemos de señalar una de las consecuencias sumamente negativas de las aplicaciones prácticas de ésta, o sea la tecnología. Necesitando, dado su enorme desarrollo, expandir permanentemente los mercados, hace que cada vez más numerosas masas humanas quieran arribar al festín, inspirados en la cultura yanqui. Este desmadre que el sistema capitalista promueve para su supervivencia causa el "abuso no sustentable" de los recursos naturales. Éstos, ya hay síntomas indudables, se agotarán a nivel del planeta aceleradamente dado los miles de millones que aspiran al "american good life", v.g. China, India, etcétera.

Con Einstein se vio, con la bomba atómica, cómo la ciencia explora y revela, básicamente, conocimientos teóricos, sin tener poder de decisión y menos de control, cuando éstos, vía la tecnología, son llevados a la práctica. Este poder está en manos de las dirigencias político-empresariales cuya directriz central es el lucro y/o el poder.

Varios fueron los intentos de Einstein por impedir la fabricación de la bomba atómica y luego los genocidios de Hiroshima y Nagasaki.

Parecidas situaciones se dan permanentemente. Hoy en EE.UU. prefieren conservar su nivel hiperconsumista a firmar el tratado de Kyoto para frenar el evidente calentamiento global.

La gran deuda de la ciencia es que provee de herramientas cada vez más multiplicadoras a las dirigencias, creándose así una enorme deuda con la humanidad: la de contribuir a su autodestrucción.

Esta deuda sólo podrá saldarse si los científicos, incluyendo a los filósofos y pensadores, primero toman conciencia y, segundo, modifican sus fines y asignación de recursos. Hoy se necesita que éstos se dediquen a buscar para la humanidad, en exponencial crecimiento poblacional, nuevas bases éticas y teóricas a sus formas de vida. Debe cambiarse radicalmente desde lo ético, desde lo filosófico, desde lo político y desde lo práctico-tecnológico.

Este "cambio global" en lugar de la perjudicial "globalización a beneficio de los menos" es lo único que podrá hacer que todos satisfagan sus necesidades básicas con cierta igualdad y básicamente equidad, sacando de la pobreza a millones de habitantes. Y lo fundamental, que pueda hacerse sustentablemente, o sea sin agotar los recursos que necesitarán nuestros descendientes.

Éste debería ser el desafío del siglo XXI para el intelecto y la ciencia: cómo reemplazar el sistema neoliberal que, engañosamente exitoso, no tiene en cuenta dentro de sus "debes" el letal, a largo plazo, costo ambiental. De acción más lenta, es la atómica que amenaza este siglo. La diferencia es que, de no modificarse el rumbo, alcanzará a todo el planeta, con una científicamente demostrada posible (vaya el aporte) "sexta extinción": de la especie humana. Los científicos mismos son los que afirman que queda poco tiempo.

Carlos Héctor López

Ecologista - Roca



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