El dicho es muy común, casi vulgar, para referirme a esto. Pero viene a cuento pues desde el tratamiento de una cuestión como es el fútbol (en que cabe lo de los "tantos") nada menos que la presidenta de la Nación se ha expresado utilizándolo como punto de referencia, mezclando precisamente un tema que por su significado merece el mayor respeto y consideración con algo que, si bien debe ser tratado desde niveles importantes, no podrá jamás equipararse en trascendencia con la memoria y la historia contemporánea de Argentina.

Hablar de la situación a la que ha llegado el fútbol en nuestro país aludiendo a "desapariciones" (por otra parte, ficticias) en comparación con el crimen de lesa humanidad que significa la desaparición de 30.000 compañeras y compañeros a manos del terrorismo de Estado implantado a partir del 24 de marzo de 1976 en nuestro país es, cuando menos, una demostración absoluta de insensibilidad y desprecio hacia hechos tan trascendentales que aún hoy, a más de 30 años de sucedidos, no han tenido las respuestas ni solución adecuadas. No encuentro atenuantes para justificar los dichos de la señora presidenta (decididamente creo que nadie los encontrará) y sólo puedo deducir que no ha escatimado recursos verborrágicos pretendiendo justificar las medidas tomadas para solucionar un conflicto ajeno al Estado, demostrando cómo y desde dónde se ejerce el poder absoluto sin tener en cuenta las formas.

A partir de esta experiencia, me permito sugerir a la señora presidenta que en lo sucesivo, aún reconociendo su capacidad discursiva, sus conocimientos y su demostrada inteligencia, las referencias a hechos y situaciones que tengan relación con nuestro reciente pasado de crímenes, secuestros, torturas, desapariciones y todos los demás delitos cometidos durante el terrorismo de Estado los trate con el debido respeto hacia quienes no podrán responderle y también a quienes, aunque podemos responderle, no podemos aún dar vuelta esa página tan terrible de nuestra historia.

Antonio Oscar Ragni

LE 7.385.689

Neuquén