Hace un tiempo se publicó una carta de un lector alarmado por la enorme difusión de los cientos de charlatanerías llamadas "terapias alternativas" y por la lenidad de las autoridades sanitarias (especialmente la dirección del Hospital de Área de El Bolsón) que, lejos de frenar estas prácticas ridículas, las apoyan otorgándoles eficacia terapéutica y recomendando su uso.

Esto me consta personalmente y es algo que suscita penosas reflexiones. Primero, acerca del nivel científico de los profesionales que se eligen para ocupar puestos de tanta responsabilidad. Segundo, respecto a la dejadez de tantos funcionarios que están cobrando suculentos salarios para actuar en defensa de la población y omiten hacerlo. Y finalmente, que ni siquiera es percibido como una cuestión de salud pública de primer orden que afecta a gran cantidad de personas.

La otra cara del esperpento es que todas las farmacias (con una digna y única excepción) ofrecen una sarta de remedios homeopáticos, flores de Bach, medicamentos antroposóficos, imanes bioenergéticos, cristales sanadores para reiki, etcétera, con un sentido de la ética profesional que indignaría al policía Torrente.

¿Quién controla esto? Nadie. ¿Quién lo debería hacer? Me gustaría saberlo.

Siempre existieron quienes se dedican a extraer el máximo beneficio de las ansiedades, angustias y miedos de los demás. Se ceban en aquellos que la credulidad o la desesperación tornan más vulnerables.

Son una jauría que ciertamente afronta a la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero nunca fueron ayudados (sea por complicidad criminal o por la más crasa ignorancia) por aquellos que obligada y naturalmente deberían combatirlos; esto, que no se tolera ni en los países centroafricanos, ahora y aquí ocurre. Así estamos, viendo aumentar día a día la cantidad de afectados por el indigesto morcillón místico-esotérico-chamánico.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!

Salvador J. Gerardi

LE 8.435.045

El Bolsón