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"Electoralmente aturdidos, democráticamente inmóviles"

Será por los tiempos electorales, será por el costo de los espacios comunicacionales, será por las estrategias "de impacto"? lo cierto es que cada vez más, en la política electoral predominan los símbolos e imágenes por sobre las propuestas e ideas.

Los candidatos pelean por ser el rostro viviente de sus máximos exponentes: se citan sus frases célebres y se estampan sus figuras, reservándoles un lugar en la representación de lo sagrado.

Se torna difícil identificar partidos e ideologías detrás de los fuertes liderazgos con nombre y apellido, así como de las personas que se candidatean convertidas en personajes caricaturescos en los que se acentúan sus rasgos más característicos y se esfuman otros que nunca llegaremos a conocer.

Los ritos y cánticos gobiernan la razón y la hermandad partidaria en ocasiones supera a la solidaridad vecinal.

Las publicidades electorales aparecen casi por azar en boca de nuestro conductor radial favorito; la programación televisiva se interrumpe con nuevas y viejas caras que prometen solucionar eternos temas irresueltos; las calles brillan con colores de campaña, adornándose y ensuciándose, superponiéndose foto sobre foto; en los pueblos circula hasta el hartazgo aquel viejo Rastrojero con ensordecedores parlantes que hacen cada vez más pegadizos los jingles.

El ciudadano común se ve bombardeado por una red de simplificaciones que reducen las propuestas a frases prearmadas definitorias de los candidatos. Poco se sabe quiénes son o qué harán en el cargo para el cual se proponen, mas se presentan a partir de la definición que de ellos nos proporciona su oponente o de aquella que el candidato mismo condensa en un fugaz spot publicitario.

Bombos y pancartas decoran los actos políticos a los que acude la militancia y quienes -"movidos" por ésta- van a escuchar conceptos conocidos, reafirmar sus convicciones o encontrar fundamentos a sus creencias (cada cabeza suma y es contada por los dirigentes para legitimarse), aunque en escasísimos casos participa un ciudadano indeciso que pretende interiorizarse en las propuestas de los distintos aspirantes a cargos electivos.

La gente -sea por falta de hábito, desinterés o descreimiento político institucional- cuenta con poco tiempo para dedicarle a la participación democrática, para formar parte en foros de discusión, audiencias públicas o encuestas que interroguen acerca del rumbo de una política gubernamental, aunque es frecuente observar cómo existe gente dispuesta a sacrificar una mañana entera de su día para cortar una calle cuando el candidato hecho gestor no puede cumplir con su promesa de campaña.

Se aproxima el esperado domingo 28. Las elecciones han copado cada espacio público e incluso han llegado a instalarse en nuestros almuerzos dominicales; allí están los candidatos, aprendimos a distinguir sus voces y hasta muletillas, pero ¿cuánto sabemos de ellos?, ¿cuánto más quisimos o pudimos saber?

Ya amanecerá ese lunes 29: el día después? que no nos encuentre sólo barriendo los papelitos de la victoria y preguntándonos qué será del trabajo de los ungidos por la mayoría de votos.

Salgamos de la inercia y pensemos que la democracia nos da una nueva oportunidad para vivirla como verdaderos ciudadanos.

María Carolina Granja

DNI 24.598.088 - Córdoba



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