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"Mis cartas no llegaban a destino, eran violadas" | ||
Se produjo en el año ´78, cuando se vivían los días más gloriosos en nuestro país en términos deportivos, nuestros héroes y grandes gladiadores conquistaban la copa del mundo, nos regalaban una alegría gigantesca, duradera, colmada de unidad nacional por ese logro tan necesitado y merecido por nuestro pueblo. También vivíamos los argentinos, opacados por la trascendencia mundial del deporte nacional, tiempos de verdadera angustia y dolor por el terrorismo de Estado, la persecución de ciudadanos que por pensar diferente eran desaparecidos por fuerzas militares y policiales entrenadas para tal fin. Muchos de los desaparecidos, debemos decir, eran criminales con ideologías antinacionales, personeros de la muerte, que atacaban a ciudadanos y policías por el hecho de pertenecer a una institución o llevar un uniforme, olvidándose de que eran tan ciudadanos y argentinos de bien como muchos otros. Mi situación como becario de la Policía, para realizar un curso en la Escuela de Suboficiales de la Policía Federal Argentina Crio. Gral. Alberto Villar por haberse creado la Superintendencia de Tráfico Ferroviario, y mi permanencia en el Departamento Central sección Guardia de Infantería, por pernoctar en ella, se desarrollaron por 3 meses. Por ello es que mi comunicación se realizaba por teléfono o por cartas con mi familia y esposa. Se hacían constantes los reproches de mi esposa por el nulo contacto de mi parte, cuando le escribía en forma periódica enviando las misivas por bolsa interna de la institución. Con mis 24 años de edad, ya contaba con 2 hijos y una hermosa mujer de 20 años. Pero mis cartas no llegaban a destino: eran filtradas y violadas por orden superior. Tal vez el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, había dado la orden de cometer tal delito, de violar las cartas que enviaba a mi querida esposa e hijos. ¡El delito que yo había cometido era tan grave que peligraba la nación misma! Lo que expresaba en esas misivas era el sentimiento de un hombre despojado de sus seres queridos y el afecto único y contenido de la mujer amada, tan necesario a esa edad, llena de energía. Al finalizar el curso y disponiéndome a regresar a mi lugar de origen, Delegación Neuquén, me hicieron entrega de las cartas violadas en mis propias manos. No supe interpretar en ese momento la trascendencia de aquel acto, pero transcurrido un período de 18 meses me saldría el pase a la Delegación Formosa, ¡por el alto riesgo para la sociedad argentina de este agente!, que lo único que quería era criar a sus hijos y darles una buena formación, con valores de respeto a las instituciones, a la patria y a sus semejantes, como lo son hoy: hombres de bien, con familias bien constituidas, produciendo cada una desde su lugar, con sueños de una Argentina grande, libre y soberana. Sin cartas violadas. Miguel Ángel Henríquez 10.868.858 Neuquén |
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