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"Terminaríamos en una equivocación imperdonable"

Durante los primeros días de octubre del 2008 y, tras un leve examen, nos dijeron los médicos: "Señora, si tiene una enfermera que la cuide, podríamos administrarle unos antibióticos y quedarse en su casa", frase alentadora que deberíamos haber seguido. Pero luego de una segunda opinión terminamos en lo que podemos llamar "una equivocación imperdonable".

Comenzaron más y más análisis que derivaron en un diagnóstico nada alentador: una bacteria en una válvula coronaria que se trataría solamente con cirugía cardiovascular.

Todo bien hasta el momento, la cirugía fue exitosa y esperábamos estar en casa para Navidad, según lo prometido por los médicos encargados del caso.

Fue después de salir del quirófano cuando el calvario comenzó, la internaron en terapia intensiva, donde pudimos advertir que convivían con ella pacientes con infecciones respiratorias que podían comprometer la salud de quien se recupera de algo tan delicado como una cirugía coronaria y que evolucionaba favorablemente.

Entonces pasaron los días y las complicaciones no se hicieron esperar, apareció una neumonía que comprometió las vías respiratorias superiores y obligó a asistirla con oxígeno continuamente, sin poder hablar ni expresar nada de lo que ocurría allí, por ejemplo, el aire acondicionado, que la hizo recaer una vez más en una feroz neumonía.

Comenzamos a ver en las habitaciones de esa "terapia intensiva" agujeros en los plafones de donde bajaban los insectos, gente que entraba con ropa de playa y sin la más mínima condición higiénica. Todo este panorama nos producía una gran desolación al tener que dejar un ser querido en ese lugar.

Entonces hablamos con los médicos de "la clínica" para que tomaran los recaudos necesarios para mejorar la ya muy deteriorada condición de vida de mi querida Aída, quienes manifestaron que se ocuparían, ya que solamente me permitían como familiar sesenta minutos de visita diaria y sospechábamos que estaban haciendo abandono de persona.

Al no permitir ingresar alguien para asistencia complementaria por las normas internas y tampoco poder controlar lo que sucedía en nuestra ausencia, una vecina de la habitación nos dijo que "si pueden, llévensela de acá porque hay turnos en los que está olvidada" y ella sin poder hablar, tornaba la situación aún más difícil.

La infección continuó y ya en terapia intermedia, bajo la responsabilidad de un solo enfermero para tres habitaciones, (cuando me habían prometido no dejarla sola porque ya estaba por salir) al verse imposibilitada de avisar que se ahogaba, falleció de un paro respiratorio el que podría haberse evitado.

Después de casi 6 meses de permanecer internada en "la clínica" -lo cual sin duda la hizo crecer económicamente- nos ha dejado un tremendo sentimiento de desidia y desolación que ya no podrá repararse y que sin duda alguna podría haberse evitado.

Ivo Ricciotti, DNI 93.272.927

Neuquén



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