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"¿En qué se diferencia el canillita del policía?"

Tal vez usted lo conozca. Estamos en el punto en que se cruzan la Ruta 22 y la calle Saavedra de la ciudad de Neuquén, frente a uno de los centros comerciales más grandes de la Patagonia. En ese punto, desde hace muchos años, hay un canillita que ha de tener, para no equivocarme, más de 50 y menos de 80 años. Es un hombre canoso, atlético, muy simpático y dinámico.

Está pendiente de cualquier movimiento. Un guiño de luces, una señal con la mano, un bocinazo, un chistido, una llamada... cualquier modificación en el paisaje le sirve como motivación para vender un diario.

Lo llaman de allá y corre, sabe que le quedan pocos segundos antes de que el semáforo habilite a su potencial comprador y éste tenga que irse apurado por los bocinazos de los que lo suceden. Pero no pierde el tiempo, un diario es un diario. De nuevo lo llaman de la otra punta. En el bullicio de la ruta, entre bocinazos, frenadas y motores encendidos, él sabe reconocer "la señal" del "ruido". Y entonces sale disparado y salta el guard-rail con la premura y la elegancia propias del que sabe que no se puede caer; un error de cálculo y puede quebrarse una pierna, lo que no sería tanto si no fuera porque al día siguiente no podría salir a vender y el canillita vive de eso.

Mientras corre, le avisa con la mano a un tercer comprador, en la esquina opuesta, que lo espere un segundo. Desde la madrugada hasta bien entrado el mediodía está, como todos los días, llueva, haga calor o hiele, ahí. Siempre predispuesto y entusiasta. Hace años que lo observo y no ha fallado un día. No puede enfermarse ni quedarse dormido. Su mirada es tan ávida como las necesidades cotidianas que ha de cubrir con la venta de diarios.

Ahora bien, acompáñeme hasta el centro de la ciudad. En esa esquina hay dos policías. Uno está leyendo o escribiendo un mensajito de texto y se lo muestra a su compañero; éste ríe y le da un OK con la cabeza. En ese minuto, mientras el canillita vendió tres diarios, un auto estaciona en doble fila, una moto sube a la vereda, una mujer intenta cruzar por la senda peatonal pero un automovilista que dobla se lo impide, alguien estaciona en la rampa para discapacitados, una moto con escape libre irrumpe en la monotonía de la mañana, un lavacoches raya el auto de aquel que se ha negado a sus servicios y una mujer mayor intenta como puede sortear las "zonas lacustres" que dejan los lavacoches. Esto es lo evidente, lo que se ve todos los días. Mientras, en otro lugar, una mujer saca dinero del banco, sube a su auto para ir a su casa y nota que alguien la sigue en otro vehículo. Llama al comando. Nadie le contesta y finalmente los ladrones roban su dinero.

¿En qué se diferencia el canillita del policía? En nada, pertenecen a universos incomparables.

Extraño sistema éste en el que vivimos, donde los "múltiples canillitas" subsidian a los "múltiples policías" aunque usted crea lo contrario. ¿Qué pasaría si el canillita fuera policía? Habría más prevención y mucha menos delincuencia. ¿Qué pasaría si el policía fuese canillita? No se venderían más diarios en la calle. ¿Por qué el canillita no es policía? Por el mismo motivo por el que el policía se moriría de hambre si dependiera de sí mismo, pero sin dudas mañana, con un poco de suerte y poco talento, llegue a ser comisario, concejal o diputado y le compre el diario al canillita. Agradezcámoselo.

Ricardo A. Kleine Samson

DNI 13.877.267

Neuquén



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