>
"Entre el mosquito, el dengue y los lectores"

Tiene razón la doctora Lilian Joensen, el género Anópheles es el transmisor de la malaria, pero el centimetraje y el sentido de la columna obligan a resignar (a veces) algunas tramas: la heurística protectora, en este caso.

La cuestión es que -esto de las enfermedades transmitidas por vectores- es un clúster temático y Aedes aegypti una especie de símbolo. Además si se recarga al lector con diferencias taxonómicas se pierde lo entendible del artículo, cuya naturaleza es bastante complicada al abordar temas que ocurren en el subsuelo de lo que intuye el común de los mortales. Ya de por sí es un esfuerzo de locos traducir al criollo básico el complicado idioma de los científicos.

Sucede que estaba analizando un artículo publicado en "The Lancet" ("DDT house spraying and re-emerging malaria": Roberts, Manguin, Mouchet; Lancet 2000; 356: 330-32) en el cual se recomendaba volver al uso del DDT para poder controlar enfermedades reemergentes como el dengue, la fiebre amarilla y la malaria.

Los autores sostienen, en este y otros artículos, que el daño provocado por los plaguicidas es menor al producido por enfermedades trasmitidas por vectores. Todo un tema a debatir, el cual debería incluir las luchas biológicas, las acciones de salud sobre el medio ambiente, el rol de la ciencia y la identificación de las estrategias adecuadas.

En consecuencia se me ocurrió plantear periodísticamente el dilema, por cierto de forma más contextual y mundana que entomológica y sanitaria.

Evidentemente no se trató de un escrito sobre dengue y menos de salud pública, por lo cual la simple mención del mosquito (mal bicho) pretendía señalar -tangencialmente- cómo se alteran los balances entre beneficios y daños cuando la intervención humana es de tipo acción-reacción. De allí el ejemplo del DDT y la soja. Por ese motivo el núcleo tenaz del producto apuntaba a una idea muy distanciada de la clasificación linneana del mosquito.

Pretendía dilucidar la ingeniería del destino científico y cuáles deberían ser los perfiles prioritarios a estudiar. Especialmente si se tienen en cuenta dramas monumentales, tales como la demografía fuera de control, el hambre y la desertificación. Y por eso se incorporó a Juan Samaja, simplemente porque la tenía muy clara. Ni hablar de lo que opina Mario Bunge al respecto.

Esencialmente el mundo requiere prioridades y -en definitiva- la ciencia debe estar centrada en cuestiones concretas que hagan al bienestar y desarrollo social y económico. Y no como sucede en la actualidad argentina, que los beneficiarios primarios del proceso científico son los propios operadores del sistema.

Andrés J. Kaczorkiewicz

DNI 11.426.182 - Zapala



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí