Tal vez las palabras no alcancen, y aunque tu figura le juegue un olvido a mi memoria, tu imagen perdura más allá del tiempo y la distancia, y tu enseñanza sigue viva en mi eterno agradecimiento...

Gracias por desandar el camino de mi primera ignorancia, gracias por enseñarme de qué tallo y qué raíz está sembrada la verdad... Gracias por señalarme de qué galaxia y en qué planeta vive en silencio el respeto...

Gracias por explicarme mil veces lo que suman los valores, lo que resta el egoísmo, lo que multiplica la bondad, lo que divide la mentira...

Gracias también porque a tu lado aprendí cómo se conjuga el verbo compartir... También te tengo que pedir perdón en mi nombre y el de todos por no devolverte ni una parte de todo lo que me diste, por señalarte con el dedo acusador, por no ser parte de tu reclamo, por los oídos sordos y necios de los hombres de hierro... En este día en que mi pequeño recuerdo me trae tu gran presencia... vuelvo a alimentar a Platero, a cabalgar con el Quijote, a recorrer planetas con la magia del Principito o a trepar junto a Zezé aquella planta de naranja lima... Hoy que mi corazón peina alguna que otra cana, quisiera volver el tiempo atrás, esperar que suene la vieja campana, apoyar la cartera en el pupitre, levantar con orgullo la mano, buscar tu mirada y decirte: Señorita, gracias por tantas palabras, de verdad muchas gracias... y sobre todo perdón, en mi nombre y el de todos, perdón... con la voz en el alma, te pido perdón... por tanto silencio...

Jorge D. García, DNI 14.852.895

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