Los que elegimos la salud pública como forma de vida, porque realmente nos preocupa el dolor ajeno, vemos hoy con mucha preocupación y tristeza cómo se está desmoronando nuestra salud pública.

Vemos día a día cómo nuestros colegas se alejan de nuestra segunda casa (el hospital), buscando otros horizontes y dejando lugares que a nadie le interesa ocupar por las malas condiciones de trabajo que se proponen.

Los que quedamos debemos realizar nuestro trabajo y el de aquellos que ya no están (más días de guardia, más pacientes en el consultorio, más cirugías a programar).

No podemos seguir actualizándonos por dos razones obvias: no contamos con el recurso económico necesario (bajos sueldos) y no tenemos quién nos reemplace cuando tenemos que concurrir a algún curso, congreso o rotación.

Nuestros residentes (futuros especialistas) se ven sobrepasados por lo asistencial y no les dan los tiempos necesarios para realizar actividades científicas, a la vez no podemos avanzar con las nuevas tendencias quirúrgicas (cirugía miniinvasiva y videoendoscópica) por falta de material, que se pide con insistencia y nunca llega.

Nosotros no estamos preparados para discutir nuestro salario, pero cuando apenas alcanza para cubrir nuestras necesidades básicas, tenemos que reclamar, porque nos sentimos dignos de nuestra profesión.

Un cirujano no solamente siente gusto por su profesión sino que además es un apasionado por lo que hace.

Por todo esto, señor gobernador, nuestra querida salud pública está enferma y, contradictoriamente, usted es el único que puede salvarla; en sus manos está el remedio más efectivo. Esperamos su pronta respuesta antes de llegar a la agonía.

Dr. Luis Rivadero, DNI 21.749.819

Cirujano general - Neuquén