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"Muerte ´accidental´ de un maestro"

Fue finalmente una tarde calurosa de cielo claro pero algo brumoso quizás de tantas anunciadas y postergadas tormentas de este verano del infierno. Cada puñado de tierra arrojado sobre el féretro parecía resistirse a cubrirlo y se evaporaba hacia el cielo aportando un manto de polvo que danzaba el silencio crispado de la multitud doliente con ocres reflejos. Cada palada de tierra que se arrojaba sobre su cuerpo yermo parecía sin embargo confirmar cada capítulo de nuestra historia de Patagonia trágica. Ese polvo, como las manos, no podía tapar el sol.

No lo conocíamos muy bien a Pascual, pero bajo ese nombre de abuelo sabíamos que había una persona reconocida y muy querida por sus pares y vecinos. Pero más aún, quien conoce bien a un docente de conciencia y de lucha sabe que son de los pocos que aportan diariamente y gota a gota una cuota de dignidad en esta dilatada estepa desolada de dicho elemento.

Las crónicas periodísticas habrán dudado en ubicar su afectado relato entre "policiales", "política" o "sociedad", o en el más neutral "regionales" de acuerdo a los intereses que primen en estos días de crisis tan anunciadas como remanidas.

Sin duda este tratamiento nada ingenuo de la noticia contribuirá al más desahogado corrimiento de las autoridades respecto de su responsabilidad en los hechos.

Pero las circunstancias, el escenario, los actores nos retrotraen a una saga histórica que señala una evidencia irrefutable: sobre una ruta, un maestro, en días de huelga, frente al silencio impenetrable e inflexible del poder. Esta vez, la saga correctiva se vistió con el velo gris de la fatalidad y no de uniforme. Un perro que se cruza, un bostezo o una mala banquina en una zona de obra vial reemplazaron a la bala de la corrección.

En los cables volvimos a leer entonces el acostumbrado falsete de la crónica de la muerte social tal cual se la dictan a los escribas: como la desnutrición en el Chaco o el alud asesino de Tartagal, la muerte de Pascual Mosca será otro accidente o desgracia natural y casual.

El compañero desandaba en sus últimos minutos la larga marcha que en forma recurrente y obcecada emprenden los pueblos libres o por querer serlo. Su paso continuó los pasos de los miles de la Marcha Blanca, como instalando señales en los eternos pavimentos de la lucha. Su señal en Chichinales -como aquella de Arroyito- no es para detenerse.

Manuel Vera, DNI 14.547.923

Cinco Saltos



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