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"El dolor se lleva por dentro"

Cuando finalizaba la década del ´70, precisamente en el ´77, comenzó mi persecución en mi lugar de trabajo, en la Policía Federal Argentina, delegación Neuquén, donde prestaba servicio desde el año anterior. Consistió primero en retirarme el arma y la credencial, se me acusó de pertenecer al Partido Comunista y, por lo tanto, era subversivo.

Contaba con 23 años de edad. Los trámites los comencé a los 19. Se investigaba todo.

Torturas psicológicas y de otro orden que me aterrorizaban, porque ya había observado en reiteradas ocasiones los métodos utilizados contra personas que eran consideradas subversivas por el régimen.

Los jefes de entonces, con amenazas de distintas índoles, me obligaban a que pidiera la baja, lo cual rechacé en todas las ocasiones convencido de que era improcedente tal solicitud, ya que no pertenecía a ninguna fuerza política ni subversiva.

Sí, soy una persona de origen muy pobre, de padres inmigrantes que vinieron a esta bendita tierra buscando una mejor calidad de vida, con perspectivas y sueños para sus hijos, como la mayoría de aquellos que creían en este querido país, que les ofrecía las oportunidades que no les proporcionaba el propio.

Luego de martirios y persecuciones por largos meses, el 28 de junio de 1980 se hizo efectivo mi pase (que no se justificaba por no tener jerarquía, era agente) a la delegación Formosa, donde la persecución continuó: las órdenes eran controlarme y vigilar mis actos.

Los arrestos eran frecuentes, método usado para echar con "justificación" a un miembro de la fuerza. No lo lograron, pero sí me afectó en la carrera ya que mis ascensos no llegaban, eran frenados.

Mi familia también sufrió las consecuencias de estas acciones sin saberlo, ya que siendo originarios de esta zona tuvieron que adaptarse a climas totalmente opuestos. Lejos de sus amigos, tíos y abuelos, de sus afectos y lo que esto implica.

El 20 de octubre del año pasado fui citado a declarar en la causa de los militares acusados de torturas durante el régimen militar. Concurrí con una total tranquilidad, satisfacción y sobre todo paz interior.

Ya frente al tribunal, que consideré la sociedad, mis sentimientos comenzaron a fluir y a recordar aquellos tiempos de tormentos y sufrimientos de toda índole. En ese momento mi mujer y familia comenzaron a enterarse de mi calvario. ¡No lo podían creer!

Uno de mis hijos me preguntó al día siguiente qué había sentido en el momento de ser interrogado. Le contesté: "¡Me saqué una mochila de bronca y dolor!". Porque se lo pude expresar a la sociedad toda, sin restricciones y sin miedo.

Sólo pido a Dios nuestro Señor y a toda la sociedad en general que se haga justicia, por tanta bronca, dolor e inmoralidad.

Yo me salvé porque tuve suerte o tal vez no era mi hora, pero la carga de sentimientos era una mochila muy pesada que llevé por más de 30 años.

Miguel Ángel Henríquez

DNI 10.868.858 - Neuquén



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