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"Cosas vederes, Sancho, que non crederes"

Discutieron hace poco un roquero y el intendente Carlos Soria. El primero dijo algo así como que "a esta ciudad habría que cambiarle el nombre" y esto irritó al jefe comunal, quien criticó al artista "por su desconocimiento de la historia".

"Perdón por mi ignorancia", muletilla que en raptos de humildad utilizaba Borges, y a tenor de este autodesmérito borgiano, me permito meter baza en esta porfía.

¡Ah! Aquella discusión dicen que casi terminó a las piñas, aunque luego -agregaron- se fueron a cenar juntos.

Como aquí no hay nada geneático que adivinar, voy derecho al grano. Esta ciudad -guste o no- se llama General Roca por aquel individuo militar del mismo grado y nombre nacido en Tucumán en 1843, quien hizo una meteórica carrera ya que arribó al generalato en 1877, a los 34 años. Su foja de servicio acumula sobresalientes actuaciones en Cepeda (1859), Pavón (1861), el asalto a Curupaytí (Guerra de la Triple Alianza, 1865) y la batalla contra López Jordán en Ñaembé (1871). Al tiempo fue nombrado comandante general de Fronteras y ministro de Guerra y Marina del presidente Nicolás Avellaneda.

Cuando ascendió a la máxima jerarquía, Roca, hombre de acción, pensante y muy astuto (le llamaban el "Zorro"), emprendió con el apoyo irrestricto de Avellaneda -lo que se llamó- la "Conquista del Desierto", campaña larga y dura, asistido por una Plana Mayor conformada por lo más granado del Ejército, entre los que figuraban Manuel Olascoaga, Lorenzo Vintter, Conrado Villegas el "inglés" Fotheringham, Eduardo Racedo, Manuel Fernández Oro y Nicolás Levalle.

También tuvo otro protagonista: el personal de tropa, del que se habló poco y recordó menos aunque fue el que sufrió más penurias en esa importante campaña.

Este cuerpo fue justamente reivindicado más tarde por el ya general Ignacio Fotheringham en su libro "La vida de un soldado", editado en 1909 por el Círculo Militar. En 1880, luego de la acción soldadesca citada y apoyado por el Partido Autonomista Nacional, Roca, con tan sólo 38 años, fue designado presidente de la Nación, produciendo las mayores y más profundas transformaciones; tanto, que al traspasar el mando a su sucesor, Miguel Juárez Celman, en 1886, la Argentina era otra, más moderna, más importante y más internacional.

Roca provenía de una familia acomodada (su padre también fue militar), pero él amasó una fortuna considerable que le permitió adquirir valiosísimas propiedades y efectuar continuos y prolongados viajes por todo el mundo en compañía de su familia. Todo ello consta en la pseudoautobiografía titulada "Soy Roca", escrita por Félix Luna en 1989, con varias ediciones, aunque no dice el historiador -a despecho de los desconfiados- en qué forma logró incrementarla tanto.

La parte oscura, casi negra, de nuestro personaje se debe indagar en su propia familia y lo que se documentó de ella, en especial su hijo homónimo, abogado de profesión, senador nacional, gobernador de Córdoba y finalmente vicepresidente de la República en 1931, con Agustín Pedro Justo.

Cuando ostentaba ese alto cargo, el gobierno lo envió a Londres, donde firmó un muy desfavorable pacto comercial conocido como el "Tratado Roca-Runciman", en abril de 1933, que ató al país de pies y manos a esa entonces primera potencia mundial. El negocio fue de las carnes, pero produjo un tremendo impacto negativo en toda la floreciente economía argentina, en detrimento de una incipiente industria frigorífica, pequeños inversores y trabajadores que se consideraron traicionados por el "Roca júnior". A ese respecto, el escritor Daniel Drosdoff publicó en 1934 su imperdible libro "El país de las vacas", un muestrario de denuestos hacia el negociador.

Luego estuvo uno de los hermanos de Roca, llamado Ataliva, de quien alguien dijo: "con Ataliva Roca se dio lugar a la creación del verbo ´atalivar´, neologismo que significa robar, estafar, delinquir". ¿Saben quién fue ese alguien? ¡Nada menos que Domingo Faustino Sarmiento! Sin embargo, un pueblo pampeano se llama desde su origen Ataliva Roca.

Ahora, ¿cambiar de nombre a esta ciudad? Creo que resulta impracticable, no obstante las fuertes denuncias -ya seculares- de los originarios sobre sojuzgamiento, crímenes y exterminio, contra Julio Argentino Roca, sus huestes y sus descendientes, a los que se han sumado muchas voces, alejadas -lamentablemente- del contexto histórico que se nos inculcó sempiternamente. Pero estimo que algo hay que hacer, por lo menos llevar la inquietud al Congreso nacional y a las legislaturas provinciales y que éstos resuelvan.

Mientras tanto, al verme sorprendido siempre en esta discusión de "tirios y troyanos" finalizo con este -seguro que para muchos- soporífero escrito con una frase del genial Cervantes aplicada a su Quijote, quien le espetó a su fiel y gordinflón escudero Sancho Panza: "Cosas vederes, Sancho, que non crederes".

Avelino Noel Sierra

DNI 5.562.300

Roca



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